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Solemnidad
de Nuestra Señora de los Desamparados
Padre
Jesús Martí Ballester
"Alégrense
los que en tí confían, Virgen María; y en tí se regocijen los que aman tu
nombre" Salmo 5,12.
1.
Con esta convocación a la alegría comienza la liturgia de la solemnidad de
la Virgen Madre de los Desamparados, y en verdad que tiene el pueblo cristiano
de Valencia motivo de alegría y de regocijo, al celebrar la fiesta de su
Madre y Patrona, tan amada, tan venerada, tan invocada. Lo que es la Virgen
del Pilar para Aragón y la de Montserrat para Cataluña, y la Fuensanta para
Murcia, la de Candelaria para Canarias, la de Lluch para Mallorca, la de Begoña
para Bilbao la de Guadalupe para México, es la Virgen de los Desamparados
para Valencia.
2.
En el año 1380, un grupo de cristianos valencianos, formaron una hermandad
para recoger a los niños desamparados, y abandonados por sus madres. Dice el
verso valenciano: “Y`ha que haber entrat al mon - per el torn del Hospital -
p`a saber lo que es dir mare - “Mare dels Desamparats”. Para estas
personas sin madre conocida, la Madre del cielo hace también de madre de la
tierra. Erigida la hermandad decidieron nombrar patrona de la hermandad a la
Virgen y decidieron tallar una imagen, con el título de Madre de los
Desamparados. Tres peregrinos jóvenes se ofrecieron como escultores a
tallarla. Al cabo de tres días, la hermandadencontró tallada la imagen,
desaparecidos los peregrinos, y curada la esposa de un miembro de la
hermandad, paralítica y ciega, lo que dio origen a la leyenda de que "la
feren els ángels". Con las limosnas de los fieles construyeron una
ermita a la imagen. En 1646 una epidemia que asolaba la ciudad, atacó al
mismo virrey, el Conde de Oropesa, quien se encomendó a la Virgen de los
Desamparados y cesó la epidemia. Esta gracia determinó consagrarla Patrona
de la ciudad y del Reino y que se le construyera el templo, hoy Real Basílica,
junto a la Catedral. La imagen es muy bella. Mide siete palmos valencianos de
altura y está inclinada hacia adelante, para ser depositada sobre el féretro
de los ajusticiados, de donde proviene su nombre de "Geperudeta". El
rostro es hermoso y maternal, risueño y acogedor. También el del Niño que
lleva en su brazo izquierdo, es lindo y gracioso. En su mano derecha lleva una
rosa de plata, sobre la que también se cuentan hermosas leyendas. Bajo su
rico manto se cobijan dos niños, con una herida en el cuello, símbolo del título
de Desamparados.
3.
El segundo domingo de mayo, en un acto impresionante e indescriptible. es
trasladada de su Basílica a la Catedral para la fiesta pontifical, y su
traslado es fervoroso, apoteósico y delirante: torrentes desbordantes de
flores, que concretan la profecía de Isaías, 61,9: "Como el suelo
echa sus brotes, como un jardín hace brotar sus semillas, así el Señor hará
brotar la justicia" . Jardín y justicia. Valencia, tierra
privilegiada que se ofrece a la Madre como un inmenso jardín de belleza
singular, por ser ella misma el jardín de las delicias de Dios, y la fuente
sellada para él; y justicia, cumplida desde el origen, en la función social
de la Hermandad, predicada en la catedral en el siglo XII, por el Padre
dominico fray Gilabert Jofré, iniciador del primer centro hospitalario de
mundo para atender a losenfermos mentales, a los inocentes, a los que no
tienen responsabilidad de sus actos, lo que hoy llamamos centros siquiátricos.
Apoteósico también y delirante por las alabanzas dirigidas a la Madre de
todos los valencianos, como eco de las palabras de la mujer del evangelio: "Dichoso
el seno que llevó y los pechos que te amamantaron". Todo el mundo
vibra, todos la aclaman, la vitorean, la besan, se encaraman los más audaces
para tocar su manto, para presentarle a sus niños. La belleza de la santa
imagen, que plasma el texto del Apocalipsis 21,1: "Arreglada como una
novia que se adorna para su esposo", hace las delicias espirituales
de su pueblo con su hermosura angelical. Así lo quiere el pueblo, y así ve
en ella la figura "del cielo nuevo y la tierra nueva" que nos
presagia que el mundo primero de pecado, de crueldad, impiedad, odio,
desorden, ambición e injusticia, ya ha pasado.
4.
En este mundo nuevo que nos trae María "nuestra caridad ha de ser
verdadera y no una farsa, debemos aborrecer el mal y aferrarnos al bien, ser
atentos, serviciales, ordenados y justos, cariñosos unos con otros, y
queriendo a los demás más que a uno mismo, permaneciendo firmes y constantes
en la tribulación, y asíduos y perseverantes en la oración", como
nos dice San Pablo en Romanos 12,9. Como lo practicaron con su obra social los
iniciadores de esta Hermandad.
5.
Clavado en la cruz Jesús, amargado su espíritu por tanta humillación,
triturado su cuerpo por tanta crueldad, aniquilado por dentro y por fuera, nos
relata San Juan, testigo presencial y fiel, que "Jesús, al ver a su
madre, y cerca al discípulo que tanto quería, dijo a su madre: - Mujer, ahí
tienes a tu hijo. Luego al discípulo: - Ahí tienes a tu madre" Juan
19, 27. En Caná le dijo a su madre "que aún no había llegado su
hora" (Jn 2,1). Esta es la hora suya y de ella, porque donde está el
Hombre Redentor está la Mujer Corredentora, la Compañera, la Ayuda. Y por
eso la llama: "Mujer" y no Madre, que sería lo natural,
porque aquí al pie de la cruz no sólo es su Madre, sino que está asociada
al plan salvífico y redentor. Aquí, donde se está librando la tremenda
batalla con la serpiente, es la mujer del Génesis que le aplasta la cabeza
(3,15), y la del Apocalipsis 12,4, donde la serpiente quiere devorar a su
hijo. Con Jesús, es Mujer Corredentora, para Juan es madre. Por esta razón,
esta palabra de Jesús, la primera que dirige en el evangelio de Juan, no debe
ser entendida como la preocupación que tiene por su madre, que se queda sola
al morir él. Si fuera ese el sentido, hubiera bastado decirle a Juan:
"ahí tienes a tu madre", que es a la que tienes que atender, y
habría omitido el "ahí tienes a tu hijo", que naturalmente
no era verdad, pues allí estaba la madre de Juan, el hijo del Zebedeo (Mt
27,56).
6.
Puesto que María es Madre conviene que hagamos una consideración sobre la
cualidad de la maternidad. Determina una relación única e irrepetible entre
dos personas: la de la madre con el hijo y la del hijo con la de la madre.
Esto, que es de ley natural, sucede también en el orden sobrenatural de la
gracia, por eso Cristo entrega en singular su madre a Juan y, desde entonces,
la relación de Juan con María, comienza a ser una relación íntima de un
hijo con su madre, lo que nos indica cómo debe ser la relación de un
cristiano con su madre. Relación íntima, personal, afectiva, entregada,
confiada, segura, delicada y total. Durante toda la vida. Con entrega de toda
la vida. Juan Pablo II, siguiendo la doctrina de San Luín Griñón de Monfort,
que leyó en su tiempo de obrero en Polonia, lo ha visto así y esa es la razón
de su lema episcopal: "Totus tuus".
7.
Los cristianos consideramos a María nuestra Madre porque siendo desamparados,
tenemos necesidad de su amparo y protección, auxilio y socorro, consuelo y
mediación, porque para eso nos la dio Jesús desde la cruz, a la vez que "nos
la propone como modelo de fidelidad a su Palabra y nos la ofrece como amparo
en nuestro desvalimiento y estímulo constante para nuestra caridad"
(Prefacio).
8.
Ya en el orden natural hemos necesitado a María, y hemos recibido por ella
favores y dones, que preparaban la llegada de la gracia: el nacimiento en un
hogar cristiano nos ha dispuesto el clima humano donde la Madre podrá hacer
llover gracias sobrenaturales. Pero además, como la Redención de Cristo
invade todo el universo, y se dilata a todo el cosmos, María llega también,
con su protección de Madre, a todo el ámbito de la Redención, alcanzando
con su influencia materna todo el espacio al que se extiende la Providencia
divina. Así lo entiende el pueblo de Dios cuando acude a la Madre en todas
sus necesidades, sobrenaturales y naturales, porque intuye que Dios la ha
hecho Madre a la medida de nuestras precariedades, como lo demostró en Caná,
preocupándose de que faltaba vino a los jóvenes esposos (Jn 2,1).
9.
Toda la misión de la Madre, convertida en la primer testigo del amor salvífico
del Padre, que desea permanecer siempre y en todas partes, su humilde esclava,
se concentra en conducirnos a su Hijo, a Cristo, único Mediador entre Dios y
los hombres, "Camino, Verdad y Vida" (Jn 4,6) (Redemptoris Mater,
46). Cuando su Hijo Jesús fue elevado sobre la tierra, atrayendo hacia sí a
toda la humanidad, allí estaba ella de pie, como nueva madre Eva, cooperando
con su Hijo, nuevo Adán, a engendrar el mundo nuevo. Representados por el
discípulo Juan, asociémonos con ella nosotros, los desamparados hijos de
Eva, con nuestra alma herida por el pecado, como los niños desamparados de la
imagen de la Virgen, para ser sus colaboradores en la Vida nueva, amparados
bajo su manto y sumergidos en su Corazón. De una manera especial en este Año
de la INMACULADA. Amén.
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