Consuelo de los afligidos

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a) “Una espada te atravesará el alma” (Lc 2,35). La profecía de Simeón se cumplió en la Madre que conoció como nadie la aflicción; y por eso, como nadie, comprende y socorre las nuestras. Bien podemos tener confianza en Ella. Una Madre que sufre es dos veces Madre. Y el dolor de la Virgen ha sido por nuestra salvación. Ciertamente no dejará de consolarnos; toda la historia cristiana lo prueba, nuestra misma experiencia, si con fe (que consta más de obras que de palabras), humildad y constancia, la hemos invocado. 
b) “Vosotros, los que pasáis por el camino, ved si hay dolor semejante a mi dolor” (Lam. 1, 12). Lamentaciones y Jeremías, de la humanidad instigada por el pecado. Y el castigo fue tremendo en quién lo padeció sin culpa, por redimirnos. Con EL padeció también su Madre, y cuantos asocian su dolor a la Pasión de Cristo, haciéndolo Redentor. Es ese gran valor un enorme consuelo en nuestras aflicciones. “Todos los padecimientos de esta vida 
no se pueden ni comparar con la gloria que nos espera” (Rom. 8,18); “Un momento de aflicción nos prepara más gloria eterna de la que podemos calcular” (2 Cor. 4,17).

Fuente: cristorey.org