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María,
Estrella de la Evangelización
Autor:
... presencia de la Vida Eucaristica entre os pobres y oprimidos
"Yo soy la servidora del Señor,
hágase en mi como lo has que dicho"
(Lc 1, 38)
MARÍA, SIGNO VIVO DE LA PRESENCIA
EUCARÍSTICA
En algunos pasajes bíblicos se menciona la participación de la
primera comunidad cristiana en la Cena del Señor (Cf. 1 Cor
11,16-20) o en la Fracción del Pan (Cf. Hech 2, 42. 47). Es muy
probable que María se haya insertado en la vida comunitaria,
participando en la Eucaristía presidida por los Apóstoles.
También está la cuestión de si María estuvo presente en el Cenáculo,
lo cual no se puede excluir por dos razones: la primera, porque
según Jn 19,27, María estaba en Jerusalén precisamente en
aquellos días segunda, porque la costumbre hebrea dice que en la
cena pascual corresponde a la madre de familia encender las lámparas;
por tanto, bien pudo suceder que María estuviera ahí para
cumplir este deber en la Última Cena.
Finalmente, es de notar cómo San Lucas subraya el valor simbólico,
decididamente eucarístico, de Belén, que según una etimología
popular significa "la casa del pan" (María, domus por
excelencia del pan de vida que es Cristo) y del pesebre en que fue
colocado el niño (Cf. Lc 2, 7).
En las bodas de Caná, para que tuviera lugar el signo del vino,
fue decisiva la iniciativa de María, con el encargo dado a los
sirvientes: "haced lo que Él les diga" (Jn 2, 5). Caná
es el comienzo de los signos; también del signo del pan, y
representa el inicio de la nueva economía sacramental: el centro
es dado desde la Eucaristía.
En esta nueva economía sacramental inaugurada por la Iglesia,
Sacramento de la presencia salvífica de Cristo en la historia,
María permanece siendo la Madre. Primero, sólo la Madre del
Hijo, y ahora, Madre de la Iglesia. María tiene, pues, una
presencia y un papel decisivos tanto en la encarnación como en la
economía sacramental de la Iglesia; en ambas ella ha dicho su
fiat en la fe, en la esperanza y en la caridad. Por ello, la
Iglesia, al celebrar la Eucaristía, invoca la intercesión de María,
la Madre del Señor.
MARÍA COLABORA CON CRISTO EN LA
CONSTRUCCIÓN DEL REINO
En el Magnificat, María proclama la grandeza del Dios Salvador en
el que ha puesto su fe y esperanza, como paradigma de la
espiritualidad de los pobres de Yahvé (Cf. DP, 297). Ella
reconoce las obras grandes que el Señor ha obrado por su pueblo,
en los pobres, en los marginados y en los oprimidos.
Hay elementos fundamentales, como la compasión, la comprensión y
el acampañamiento, en los que María se hace compañera de
camino; en las tristezas y alegrías, en los gozos y esperanzas;
en las angustias de las personas de nuestro tiempo, sobre todo, de
los pobres y de cuantos sufren (Cf. GS, 1).
La actitud de María en su colaboración con Cristo, en la
construcción del Reino, no tolera las situaciones injustas con
resignación y pasividad; por tanto, el ejemplo de María nos
invita a afrontar las situaciones de nuestra historia concreta en
un tiempo y en un pueblo.
No podemos pasar con indiferencia ante los rostros de pobreza que
reclaman nuestra solidaridad: los niños de la calle, los
migrantes, los desempleados, los enfermos, los olvidados...
La fe en Jesucristo, anunciada por la Iglesia, y el cuidado
maternal de María, han estado presentes en nuestro pueblo desde
sus orígenes, y en la configuración de la cultura nacional. Toca
ahora a cada uno de los miembros de la Iglesia, según su vocación
y tarea especifica, contribuir a ensanchar y enriquecer tan rico
caudal de humanidad y de fe, mediante iniciativas solidarias y
efectivas que respondan a las necesidades de todos, sin excluir a
nadie (Cf. EJST, 229).
A EJEMPLO DE MARÍA, COMPARTIR
LA VIDA EUCARÍSTICA
María, colaboradora con Cristo y atenta siempre a las necesidades
de la comunidad, nos pide ahora identificar los rostros de
nuestros hermanos pobres de la comunidad y responder a sus
necesidades. ¿Cómo nos inspira concretamente María a hacer lo
que Cristo nos dice, en cada uno de estos rostros, para
transformar la realidad de manera que en ella resplandezca el
Reino de su Hijo?
Por ejemplo, los últimos documentos de la Iglesia y la voz del
Papa nos urgen a desarrollar la conciencia como Sacerdotes y como
laicos para que aceptemos y valoremos a la mujer en la comunidad
eclesial y en la sociedad, no solo por lo que hace sino, sobre
todo, por lo que es:
"...Denunciar todo aquello que, atentando contra la vida,
afecte la dignidad de la mujer, como el abandono, la esterilización,
los programas antinatalistas, la violencia en las relaciones
sexuales; favorecer los medios que garanticen una vida digna para
las mujeres más expuestas: empleadas domésticas, migrantes,
campesinas, indígenas, afroamericanas, trabajadoras humildes y
explotadas; intensificar y renovar el acompañamiento pastoral a
mujeres en situaciones difíciles: separadas, divorciadas, madres
solteras, niñas y mujeres prostituidas a causa del hambre, del
engaño y del abandono"(SD, 110).
María es "la estrella de la evangelización" (TB, 62) y
nos acompaña en la acción evangelizadora de la Iglesia. ¿De qué
manera, a ejemplo de María, estamos formando comunidad; liberando
y liberándonos de todo pecado; promoviendo la comunión y la
organización de las familias y de la sociedad?
El espíritu de comunión propio de la Eucaristía que nos enseñó
María, es:
"Una mirada de corazón sobre todo hacia el misterio de la
Trinidad que habita en nosotros, y cuya luz ha de ser reconocida
también en el rostro de los hermanos que están a nuestro lado;
capacidad de sentir al hermano de fe en la unidad profunda del
Cuerpo místico y, por tanto, como "uno que me
pertenece", para saber compartir sus alegrías y
sufrimientos, para intuir sus deseos y atender a sus necesidades
para ofrecerle una verdadera y profunda amistad; capacidad de ver,
ante todo lo que hay de positivo en el otro, para acogerlo y
valorarlo como regalo de Dios: un "don para mi"; es
saber " dar espacio" al hermano, llevando mutuamente la
carga de los otros, rechazando las tentaciones egoístas que
continuamente nos acechan y engendran competitividad, ganas de
hacer carrera, desconfianza y envidias" (NMI, 43).
Fuente:
vicariadepastoral.org.mx
Domund
2004
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