María Auxiliadora

Adolfo Carreto


Ni siquiera la llamamos La Virgen, simplemente María Auxiliadora. Es como más cercano, como más personal, como andar día tras día de la mano. Es como infinitamente más familiar. Posiblemente sea la Virgen con más devotos. Y en todas partes. Claro, este auge de la Milagrosa, como familiarmente se la llama, es iniciativa de Sanjuán Bosco. Decía el santo que solamente con decirle: “María Auxiliadora, rogad por nosotros”, el pedimento surtía efecto. Y ¿quién no creer a Juan Bosco?. Cómo no creerlo, tan convencido como estaba, pues inició la construcción de una Basílica en su honor con solamente tres monedas y veinte centavos?. No le faltaba razón al santo cuando aseguraba: “Cada ladrillo de este templo constituye un milagro de la Virgen”.
No es que San Juan Bosco inventara la devoción a la Milagrosa pero sí la aupó hasta el desbordamiento que hoy tiene. Pero ya desde la antigüedad, en Alejandría, en Atenas, en Grecia, en Turquía, en Egipto se veneraba a la Virgen auxiliadora de todos los quebrantos. Y devociones así son para tomar cuerpo.
No es una Virgen solamente para algunos. Los auxilios de ella van por todos los flancos. A Ella acuden los enfermos y los de buena salud, los profesionales de esto y los que trabajan sin profesión definida, los que hacen política y los que la sufren. Algunos profesionales acuden a su Virgen particular, es cierto, pero esta Milagrosa se acopla a todos. Solamente hay que rezar, según el consejo de San Juan Bosco: “María Auxiliadora, rogad por nosotros”. Esto del “rogad por nosotros” me gusta. Quiere decir que se trata de una Virgen comunitaria, globalizadora, sin restricciones. Quiere decir que es una Virgen de las masas, y a quienes las masas, como totalidad, pueden acudir. Quiere decir que es más plural que singular, aunque cada cual, en particular, también acuda a su protección. Pero cuando decimos, “ruega por nosotros” nos incluimos todos en el mismo paquete, imploramos todos el mismo beneficio, no escatimamos con los demás.
Yo veo todos los días a la imagen de esta Virgen camino de mi oficina. La han colocado en una plaza, mirando hacia la plaza, hacia los que allí se reúnen. La colocaron las damas salesianas en aquellos días interminables en los que se reunía la colectividad para rogarle, rosario en mano, rosario diario, que cayera el régimen. La imagen continúa en la plaza y el régimen en su lugar. Así que este milagro, durante tanto tiempo implorado, día y noche, no se efectuó. Y es que hay cosas que no son incumbencia de las Vírgenes o de los santos sino de los ciudadanos de a pie que deben de trabajar para erradicar lo que está en sus manos erradicar. Algunos dicen que desde entonces ya no es tan milagrosa. Lo que yo digo es que no confundamos las cosas. Y es que muy posiblemente esa imagen que todavía está ahí, de un color de oro que asusta, porque no es el color que de ella estamos acostumbrados en las estampas, no sea su lugar. Porque, voy a decirlo de una vez: ¿qué hubiese sido de aquellos también venerantes de María Auxiliadora pero venerantes igualmente del régimen, si la Virgen hubiese accedido a los ruegos de uno de los bandos? Así es que no podemos forzar a los santos a realizar milagros que no son milagros sino contingencias humanas.
Sea lo que sea, la Virgen María Auxiliadora continúa siendo la más admirada por unos y por otros, y quizá sea ese el verdadero milagro, aunque ni los unos ni los otros se den cuenta.

Fuente: AVMradio.org