Nuestra Señora de Loreto

Padre Francisco Fernández Carvajal

 

-- La casa de Nazaret
- El hogar de Nazaret, modelo que han de imitar los hogares cristianos
- Hacer la vida amable a quienes conviven con nosotros.

I. El culto de la Santísima Virgen bajo la advocación de Nuestra Señora de Loreto "está vinculado, según la antigua y viva tradición, a la casade Nazareth; la casa en la que, como recuerda el Evangelio de la Misa de hoy, María habitó después de los desposorios con José; la casa de la Sagrada Familia"(1), el hogar que con tanto cariño prepararía San José para recibir a Santa María.Esta morada fue en primer lugar la casa de María, pues "toda casa es, ante todo, santuario de lamadre. Y ella lo crea de modo especial con su maternidad"(2). Dios desea "que los hijos de la familia humana, al venir al mundo, tengan un techo sobre su cabeza, que tengan una casa. Sin embargo,la casa de Nazareth, como sabemos, no fue el lugar del nacimiento del Hijo de María e Hijo deDios. Probablemente, todos los antepasados deCristo, de los que habla la genealogía del Evangelio de hoy según San Mateo, venían al mundo bajoel techo de una casa. Esto no se le concedió a Él.Nació como un extraño en Belén, en un establo.Y no pudo volver a la casa de Nazareth, porque,obligado a huir desde Belén a Egipto por la crueldad de Herodes, sólo después de morir el rey, Josése atrevió a llevar a María con el Niño al hogarde Nazareth. Y desde entonces en adelante, esacasa fue el lugar de la vida cotidiana, el lugar dela vida oculta del Mesías; la casa de la Sagrada Familia. Fue el primer templo, la primera iglesia enla que la Madre de Dios irradió su luz con su maternidad. La irradió con su luz, procedente delgran misterio de la Encarnación; del misterio desu Hijo"(3).

Sus muros fueron testigos del amor entrañablede los miembros de la Sagrada Familia, del trabajo escondido de los seres que Dios más amó en elmundo. Esta morada, llena de luz y de amor, limpia, alegre, de servicio gustoso, es el modelo de todos los hogares cristianos. En ella se reflejaría elalma de María; los modestos adornos, el orden, lalimpieza, hacían que Jesús y José, después de unajornada de trabajo, encontraran el descanso juntoa Nuestra Señora. El cuidado material de nuestroshogares, a veces rodeados de una gran pobreza, deunos muebles modestos, nunca es indiferente paraesa convivencia en la que debemos encontrar aDios. La Virgen María nos enseña hoy a que seantambién muestra de caridad hacia los demás.

II. Ante el Cielo, aquella casa de Nazareth resplandecía de luz, porque allí se encontraba la Luz del mundo. A la vez, fue un hogar que sobresalíapor su limpieza, por el buen gusto dentro de su pobreza, por el cuidado de las cosas... Nuestra Señora preparó la comida muchas veces, remendó laropa y procuró que aquel hogar estuviera siempreacogedor. ¡Con qué amor serviría Santa María aJesús y a José! ¡Cómo estaría pendiente de esosmomentos del mediodía cuando hacían un parónen el trabajo, o al atardecer cuando daban porconcluida su tarea! En el calor de intimidad deaquel hogar fue creciendo el Hijo de Dios, hastaque llegó el tiempo prefijado desde la eternidadpara iniciar su predicación por ciudades y aldeas.Siempre tendría presentes aquellas paredes y aquellugar pobre, pero ordenado y limpio, humanamente agradable. Cuando, en su ministerio público, Jesús volvió a Nazareth recordaría momentosinolvidables junto a su Madre y a San José. Entrelas cosas que Santa María guardaba en su corazón(4) estarían sin duda tantos pequeños sucesoscorrientes de su Hijo, que fueron la alegría de sualma. "No olvidemos que la casi totalidad de los días que Nuestra Señora pasó en la tierra transcurrieron de una manera muy parecida a las jornadas de otros millones de mujeres, ocupadas encuidar de su familia, en educar a sus hijos, en sacar adelante las tareas del hogar. María santificalo más menudo, lo que muchos consideran erróneamente como intrascendente y sin valor: el trabajo de cada día, los detalles de atención hacia laspersonas queridas, las conversaciones y las visitascon motivo de parentesco o de amistad. ¡Bendita normalidad, que puede estar llena de tanto amorde Dios!"(5).

Dios quiere que sus hijos nazcan, vivan y seformen en un hogar, que ha de ser imitación delde Nazareth. Aunque la mujer está llamada a desempeñar funciones capitales en otros trabajos enbien de la sociedad, la dedicación al cuidado de suhogar ocupará un lugar central en su vida, pues esallí donde principalmente, a través de múltiplesdetalles, ejerce esa maternidad sobre los suyos, elencargo más excelente que ha recibido del Señor.Y marido y mujer no deben olvidar "que el secreto de la felicidad conyugal está en lo cotidiano, noen ensueños. Está en encontrar la alegría escondida que da la llegada al hogar; en el trato cariñosocon los hijos; en el trabajo de todos los días, en elque colabora la familia entera; en el buen humorante las dificultades, que hay que afrontar con deportividad; en el aprovechamiento también de todos los adelantos que nos proporciona la civilización, para hacer la casa agradable, la vida más sencilla, la formación más eficaz"(6).

En la Sagrada Familia tenemos el modelo quehemos de mirar muchas veces. "Nazareth es la escuela donde empieza a entenderse la vida de Jesús, es la escuela donde se inicia el conocimientode su Evangelio. Aquí aprendemos a observar, aescuchar, a meditar, a penetrar en el sentido profundo y misterioso de esta sencilla, humilde y encantadora manifestación del Hijo de Dios entre loshombres. Aquí se aprende incluso, quizá de unamanera casi insensible, a imitar esta vida"(7). ¡Cuántas veces en nuestra oración mental hemos entrado en aquella casa modesta de Nazareth y hemos contemplado a Jesús, a María y a José mientras trabajan, y en los muchos detalles que tendrían entre sí, en la convivencia diaria!

Examinemos hoy junto a la Sagrada Familia si nuestros hogares son un reflejo de aquel de Nazareth: si procuramos que Jesús ocupe el centrode los pensamientos y del amor de todos, si mantenemos despierto el espíritu de servicio, si nosdesvivimos por hacer la vida amable a los demás;o si, por el contrario, se dan riñas frecuentes, sinos preocupamos excesivamente de lo nuestro, sipor presiones del ambiente dejamos esas costumbres cristianas que tanto ayudan a tener presentea Dios: la bendición de la mesa, el rezo de algunaoración en común, el asistir juntos a la Misa deldomingo o de alguna fiesta principal...

III. "¡Qué gran ejemplo de convivencia cotidiana! -afirmaba León XIII, refiriéndose a la Sagrada Familia-. ¡Qué perfecta imagen de un hogar! Allí se vive con sencillez de costumbres y calor humano; en constante armonía de sentimientos; sin desorden, con mutuo respeto; con amorsincero, sin fingimientos, plenamente operativopor la perseverancia en el cumplimiento del deber,que tanto atrae a los que lo contemplan"(8). Es allídonde debemos mirar para reproducir en nuestrasfamilias el ejemplo de Jesús, María y José.

El calor de hogar no sólo depende de la madre-aunque su función no es fácilmente sustituible-, sino de la aportación personal de cada uno.Hemos de vivir pensando en los demás, usar de lascosas de tal manera que haya algo que ofrecersiempre a otros, cuidar de las tradiciones propiasde cada familia... ¡Cuánta semejanza puede haberentre nuestra vida y la de Jesús, María y José enla casa de Nazareth! Todo transcurrió allí con lamás completa normalidad, sin acontecimientos deextraordinario relieve externo. El Señor no nospide sacrificios llamativos. Nos busca, sin embargo, en la propia familia, en mil pequeños detallesde entrega: una sonrisa para aquel que se encuentra más cansado, adelantarnos en los pequeñosservicios que requiere toda convivencia, no manifestar desagrado por cosas de poca importancia,vencer el malhumor para no hacer daño a los demás, estar atentos al santo o cumpleaños de quienes conviven con nosotros, festejar en familia esosaniversarios y fiestas especialmente ligados a todos...

"Acepta, ¡oh Señora de Loreto! -oraba elPapa Juan Pablo II en este Santuario-, Madrede la casa de Nazareth, esta peregrinación mía ynuestra, que es una gran oración común por lacasa del hombre de nuestra época: por la casa queprepara a los hijos de toda la tierra para la casaeterna del Padre en el Cielo"(9). A Ella le pedimosque nos enseñe a cuidar del propio hogar, comodel lugar querido por Dios para aprender y ejercitar las virtudes humanas y sobrenaturales y pararestaurar las fuerzas perdidas en orden a una mayor eficacia en el servicio que prestamos a la sociedad con nuestro trabajo, y en el apostolado. Lepedimos que nuestras casas "constituyan esos hogares vivos del amor, en los cuales el hombre puede calentarse cada día"(, y que sean anticipo de la Casa del Cielo, un cielo aquí en la tierra.

(1) JUAN PABLO II, Homilía en Loreto, 8-IX-1979.- (2) Ibídem.- (3) Ibídem.- (4) Cfr. Lc 2, 51.- (5) J. ESCRIV\A DE BALAGUER, Es Cristo que pasa,148.- (6) Conversaciones con Monseñor Escrivá de Balaguer, n. 91.- (7) PABLO VI, Homilía en Nazareth, 5-I-1964.- (8) LEÓN XIII, Enc. Laetitiae sanctae, 8-IX-1893, 3.- (9) JUAN PABLO II, loc cit.- (10) IDEM, Exhort. Apost. Familiaris consortio, 22-XI-1981, 37.

* En el Santuario de Loreto, según antigua tradición, se conserva la Santa Casa, donde la Virgen nació y recibió el anuncio de su divina maternidad.El pequeño edificio, tal como aparece hoy, consiste en una pieza rectangular,construida con piedras arenosas de sillería unidas por argamasa de barro; laparte superior es de ladrillo. Las paredes no son visibles desde el exterior, habiendo sido incluidas en el siglo XVI en un monumental revestimiento marmóreo. La imagen de la Virgen es obra reciente, y sustituye a una procedente delsiglo XVI, que fue destruida en el incendio de 1921. Loreto fue, desde muy antiguo, centro de peregrinaciones y foco de piedad mariana.

Fuente: dudasytextos.com