Nuestra Señora de la Esperanza

Padre Tomás Rodríguez Carbajo

 

La esperanza es virtud que tiene sus raíces en la fe, y en la medida en que ésta se arraiga, la esperanza se robustece.
María esperó la Salvación prometida y vio cómo en Ella se comenzó a realizar.
María esperó todo de Dios, en sus manos dejó su honra al no decir nada de su maternidad a José.
María esperó ser escuchada por su Hijo, cuando se atrevió a pedirle su primer milagro en favor de unos recién casados.
María esperó en el poder transformador del Espíritu Santo y por eso se unió en oración con los Apóstoles para la gran difusión del Don Divino en la naciente Iglesia.
María puso su total esperanza en el valor supremo: Dios. Las demás cosas tenían para Ella un valor relativo:
. No esperó halagos por su condición de Madre de Dios.
. No esperó un puesto de honor en la vida pública de Jesús.
. No esperó un reconocimiento público a su papel en el plan de la Salvación.

María esperó en el fruto de su silencio y humillación.
María esperó que la Palabra predicada por su Hijo tendría un feliz cumplimiento y así lo pudo comprobar el Domingo de Pascua.
María esperó, viviendo la pobreza de espíritu, que conseguiría el único tesoro de nuestra vida: Dios.
María esperó su condición de desterrada en Egipto le haría llegar a la auténtica patria sin añorar las ataduras de cosas temporales.
María esperó su plena felicidad no en las cosas de aquí abajo, sino en el fiel cumplimiento de su "hágase" la voluntad de Dios.
María esperó, porque creyó, y por ser modelo de fe, lo es también de esperanza.