María, el acueducto

San Alberto el Grande

 

Maria es un acueducto. Se lee en el Eclesiástico (24, 30): Soy como un acueducto que sale del Paraíso. Este acueducto tiene una doble fuente que sale del Paraíso: sale del Padre, que es el Paraíso celestial, para la creación y la re-creación, acueducto de donde María sacó para nosotros el agua viva, el Cristo Dios y hombre. Sale también del Paraíso terrestre, de la Iglesia militante, en la hora de nuestra muerte: Maria, es un acueducto que conduce directamente al cielo las aguas de las miserias y tormentos de todo el género humano, que conduce sus hijos, y por quienes intercede. 
María, acueducto inmensamente largo, María, superior por sus méritos: es por la vehemencia de sus deseos, el entusiasmo de su devoción, la pureza de su palabra que alcanzó la fuente sublime, de donde brotan en plenitud las aguas salidas del corazón del Padre, para restaurarnos, según lo que podemos tomar. Acueducto inmensamente largo, que pudo realmente alcanzar la fuente de aguas que están en el cielo, para sacar sobre los ángeles el agua viva que extiende sobre los hombres. San Bernardo dijo a este respecto: Si oleadas de gracias faltaban a los hombres desde hacía tanto tiempo, es que un acueducto aún no se había interpuesto. 
Es para eso que se da al mundo como un acueducto, para que los dones del cielo desciendan en oleajes continuos de Dios a los hombres. Acueducto íntegro es por su fe totalmente pura. Acueducto inmaculado, lo es por su virginidad y su absoluta castidad. Acueducto secreto, por su amor por la soledad. Acueducto hueco, por su sincera humildad. Acueducto forjado por su piedad. Acueducto fértil, es decir, abundante de agua, por la plenitud de sus gracias. Acueducto armonioso, no de plomo, sino de oro por su nobleza y su caridad extraordinaria. Es por este acueducto que el Cristo vino a nosotros, oculto en esta matriz virginal, para que el diablo no tuviera acceso a este misterio. Es para eso que se dice al respecto, en Isaías (45, 15): realmente es Dios que se oculta. Por eso vino para purificarnos, renovarnos, y darnos a beber el agua de la sabiduría que nos salva, como el agua que es conducida por el acueducto para las necesidades de la ciudad. Pues por este acueducto, que abreva en la fuente de la Palabra, se derrama abundantemente, en la bodega de nuestro espíritu, el vino de la contrición, la alegría, la devoción. Soy como un acueducto que sale del Paraíso, es decir, de la Santa Trinidad, lugar de todas las bienaventuranzas; salí, digo, dice, el día de la Creación, fui creada antes de que el tiempo comenzara. Salió como un acueducto, por un pasaje subterráneo, por los patriarcas del Antiguo Testamento, que estaban abandonados en la tierra. Un ramo saldrá del tronco de Jesé (Is 11, 1). Es por eso que se dice al respecto: Como un lirio entre las zarzas: ella que se vuelve hacia el Cielo, salió de la tierra. ¿Y por qué? Para regar el jardín del Señor, la Iglesia, y el alma fiel. Me dije: voy a regar las plantas de mi jardín. Ella tiene dos canales, uno en la parte alta, otro en la parte baja. No es una huerta lo que riega, sino el jardín de las delicias, que es la Iglesia y el alma santa, el jardín cerrado guardado por los ángeles, que aumenta y da fruta mientras sopla el viento. Y no se dice que la Iglesia es un jardín donde se recolecta frutos, pero dónde brotan plantas, porque en la Iglesia, los árboles, es decir, los almas santas, se plantan con dolor, pero sus frutos se recogen en el momento de la muerte, cuando el dolor se arranca. Hay un tiempo para plantar y un tiempo para arrancar lo plantado (Eclesiastés 3, 2). Las plantas del jardín, la expresión está en plural porque en este jardín se planta los bienes y los males. Así, en la red del Padre se pescan dos clases de peces. Pero cuando el Señor establezca su Iglesia en el jardín de las delicias, y extienda la buena semilla en su campo,¿ dará cizaña? La respuesta está en Mateo (13, 27-28): Es un enemigo el que hizo eso. Así pues, los peces son separados en las redes de Pedro. 
La Santa Virgen riega pues el jardín con tres aguas. El agua de la doctrina, para purgarlo del error. Así, se dice: Los que me beben tendrán aún sed, es decir, los que beben la verdad. El agua de la gracia, para que esté adornado con las flores y frutas de las virtudes: Venid a mi y saciaos con mis frutos. El agua de los tormentos, porque toda planta que no plantó el Padre sea arrancada , y para que todo sarmiento fértil sea purificado y dé más fruta. Riega con el agua de los tormentos, cuando extiende el conocimiento como la luz, porque el estremecimiento que provoca da la inteligencia. Ella misma es el ejemplo de este conocimiento. Y como el riego no sirve nada más que para proteger el jardín del calor del sol, promete su intercesión para atemperar el calor del sol de la justicia: Inundaré el jardín que lleva mis frutos. He aquí pues el acueducto mencionado en Judith (7, 6), que Holofernes decide romper: ya que por él el agua se extendía, del lado meridional, en la ciudad de Béthulie. Béthulie significa la casa que sufre por el Señor, como la Iglesia que hace penitencia. O entonces, Béthulie significa la casa que pare penosamente al Señor, como la Iglesia que confiesa su pecado: Estuvimos ante ti, Señor, como una mujer encinta cerca de parir, que se retuerce y grita de dolor (Isaías 24, 17). María es el acueducto por el cual se extienden sobre la Iglesia y sobre el alma fiel los dones de gracias, el acueducto que el diablo intenta romper, cuando se esfuerza en arrancarnos la ayuda de María. Pero lo rompe no del lado de María, sino de nuestra parte, cuando nos implica de nuevo en su servicio, es lo que más busca; ahora bien María es el acueducto que sale de la cuenca superior, por ella es conducida hacia nosotros la gracia de la luz, que viene del Padre de la luz. Así se nos da este acueducto, para que las aguas de la gracia no nos falten en todas las necesidades.

San Alberto el Grande 
Capítulo 15, p 440-442 

Fuente: rosaire.org