A Santa María de los minusválidos

Padre Tomás Rodríguez Carbajo

 

María, en este año en que la sociedad nos dedica un recuerdo especial, para que, quienes nos rodean, tomen conciencia de nuestra real situación y nos vean como personas que según nuestras pequeñas pero reales posibilidades, queremos poner nuestro servicio a favor de quienes están junto a nosotros sin dejar en la mera posibilidad la capacidad que tenemos de realizarnos, me dirijo a Ti en nombre de tantas personas, que visto de tejas abajo somos lastre para la sociedad, pero somos conscientes de nuestra condición de personas y por lo tanto criaturas mimadas por Dios  e importantes para Él, pues, ha muerto por todos y cada una de las personas.

Desde que los hombres  te han edificado santuarios, tal vez las súplicas más insistentes han sido pidiendo por las necesidades materiales y corporales, testimonio de esto son los exvotos, símbolos de agradecimiento, que no faltan en ningún santuario o ermita.

Nosotros, María, queremos que nuestra oración sea por Ti escuchada, para que tu Hijo la atienda, hemos aprendido a tildarlas con el “hágase tu voluntad”, así lo hacías Tu y así queremos hacerlo nosotros.

ü     Nuestras deficiencias físicas no disminuyen nuestra capacidad de amar, que es lo más grande y noble que una persona pueda hacer.

ü     Nuestro dolor sabemos que es una gran riqueza para la Iglesia, pues, unido al de Cristo es redentor.

ü     Nuestras limitaciones nos hacen sentirnos pobres ante Tu Hijo y eso mismo nos apremia para suplicar continuamente a Ti y a Tu Hijo.

ü     Señora y Madre nuestra no nos quejamos de nuestra condición de minusválidos, pues, esto es sólo para los que nos miran con ojos meramente humanos, ya que ante Dios vale más quien más ama, y esto no es patrimonio de los dotados bien físicamente sino es común a toda persona, entre las que nosotros nos encontramos.

María, Madre con predilección especial para tus hijos más necesitados, te pedimos que nos ayudes a descubrir el amor que nos tiene tu Hijo; la valía de nuestras personas a pesar de nuestros cuerpos deficientes y achacosos; el puesto que nos tiene reservado en el cielo tu Hijo a cambio del postrero, que mientras vivimos, ocupamos en este “valle de lágrimas”