María, maestra de oración

Jorge Ortiz González, MSpS.

 

El Papa Juan Pablo II, en la pasada Solemnidad de María, Madre de Dios, nos invitaba a poner nuestros ojos en Ella con una mirada contemplativa para que nos acompañe en nuestra vivencia de fe y esperanza en el nuevo año y en el nuevo milenio. A sus palabras, añadimos unas reflexiones de nuestro Padre Félix en torno a María para que todos recordemos y nos renovemos en ese elemento fundamental del querido color:

Juan Pablo II

"María, por su parte, guardaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón" (Lc 2,19). 

Hoy la Iglesia celebra la Solemnidad de María, Madre de Dios. Después de haberla presentado como Aquella que ofrece el Niño a la solícita búsqueda de los pastores, el evangelista Lucas nos da un icono de María, simple y majestuoso al mismo tiempo. María es la mujer de fe, que ha hecho lugar a Dios en su corazón, en sus proyectos, en su cuerpo, en su experiencia de esposa y de madre. Es la creyente capaz de acoger en el inusitado acontecimiento del Hijo la llegada de aquella "plenitud de los tiempos" (Ga 4,4), en la cual Dios, escogiendo los caminos simples de la existencia humana, ha decidido involucrarse personalmente en la obra de la salvación.

La fe lleva a la Virgen Santísima a recorrer caminos desconocidos e imprevisibles, guardando continuamente todo en su corazón, es decir en la intimidad de su espíritu, para responder con renovada adhesión a Dios y a su designio de amor. A Ella le dirigimos, al inicio de este nuevo año, nuestra oración.

Ayúdanos también a nosotros, oh María, a mirar siempre con espíritu de fe nuestra existencia. Ayúdanos a saber salvaguardar espacios de silencio y de contemplación en la frenética vida cotidiana. Haz que estemos siempre preocupados por las exigencias de la verdadera paz, don del Nacimiento de Cristo.

A Ti, en este primer día del 2001, confiamos las expectativas y las esperanzas de la humanidad entera: "Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios, no desprecies las oraciones que te dirigimos en nuestras necesidades, antes bien líbranos de todo peligro, oh Virgen gloriosa y bendita" (De la Liturgia de las Horas).

¡Virgen Madre de Dios, intercede por nosotros junto a tu Hijo, para que su rostro resplandezca en el camino del nuevo milenio y cada hombre pueda vivir en la justicia y en la paz!

¡Amen!

Félix de Jesús Rougier

En primer lugar, podemos considerar a María como intercesora ante su Hijo en favor de la Iglesia naciente. Ella en primer lugar ora sin cesar por la Iglesia. «Presenta a Dios en todas sus oraciones a la Iglesia que fundó Jesús; porque lleva la Iglesia entre sus brazos y sobre su corazón, como una madre lleva al hijo a quien ha dado a vida en medio del dolor… Durante sus largas horas de oración, en la casa de san Juan, María continúa esa oración que Jesús comenzó cuando vivía entre nosotros, esa oración que se hizo tan tierna y suplicante después de la Cena» (María, 293-294).

A María la podemos considerar también maestra de oración, modelo con sus actitudes para desarrollar en nosotros un verdadero y genuino espíritu de oración. A quienes se acercaban a ella «les infundía el espíritu de oración que nos obtiene la perseverancia y la pureza de vida; el desprecio de lo que pasa; la caridad que se adhiere a Dios y que ama a Dios en todas las criaturas».

Cuando se refiere a la atención amorosa, el P. Félix quiere que también María esté presente: «Pero a la atención amorosa a Dios, hay que unir siempre la atención amorosa a María, para corresponder plenamente a nuestra santa vocación» (137). «No separemos la atención amorosa a Dios de la atención amorosa a María» (23 oct 1935). Y a un estudiante próximo a ordenarse le decía: «¡Oh, cuándo llegaremos a esa unión íntima tan deseada, con nuestra Madre del cielo! Pídalo con fervor a Jesús» (1 ene 1937).

El amor a María nos debe llevar a imitarla también en su actitudes de oración: «Si amamos a María apasionadamente, como tanto lo deseamos, debemos imitarla en todo, pero muy especialmente en su oración… Digamos a nuestra buena Madre, la Santísima Virgen: "¡Señora y Madre mía, enséñanos a orar!"… Pidamos especialmente a nuestra Madre que nos enseñe la ciencia misteriosa de la oración mental… si hacemos nuestra oración en unión con María, estaremos seguros de hacerla siempre bien, porque poco a poco esa tierna Madre nos hará orar como Ella oraba» (María, 296-297).

Fuente: msps.org