Mañana beatificará a los dos pastorcillos

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FATIMA, 12 mayo (ZENIT.org).- Juan Pablo II ha llegado por tercera vez a Fátima, la localidad en la que se apareció la virgen en 1917. Y lo hace 
significativamente por tercera vez en la misma fecha, el 13 de mayo, como lo hizo en 1982 y 1991.

Y es que el 13 de mayo es una fecha que recuerda muchos acontecimientos ligados entre sí: la primera aparición de María a los dos hermanitos y a 
Lucía dos Santos, quien a sus 93 años volverá a encontrarse con el pontífice; el atentado en la plaza de San Pedro del Vaticano de 1981; y, a partir de mañana, la beatificación de los primeros niños elevados a la gloria de los altares sin haber sido martirizados.

El motivo principal de este viaje internacional del Papa Wojtyla, el número 92 de su pontificado, se debe precisamente a la celebración que tendrá 
lugar mañana por la mañana en la gran explanada del Santuario.

En la tarde de hoy, Juan Pablo II aterrizó en el aeropuerto de Lisboa y, tras un breve encuentro privado con el presidente de la República 
Portuguesa, Jorge Sampaio, se dirigió a Fátima en helicóptero. En la noche se detendría en oración a la capilla de las apariciones. Un momento intenso 
para agradecer a María el que le salvara la vida hace 19 años. Mientras tanto, crece la espera por lo que mañana podrá decir durante la Eucaristía.

El nombre de Fátima está ligado en el subconsciente de muchas personas al 
famoso tercer secreto. Precisamente el cardenal Joseph Ratzinger, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe y una de las poquísimas 
personas que tiene conocimiento de su contenido, hizo ayer referencia al mismo. Ante la pregunta de los periodistas sobre su posible revelación por 
parte del obispo de Roma durante su estancia en Portugal, respondió: «El Papa siempre puede dar sorpresas, pero él va a Fátima a beatificar a los 
pastorcillos Francisco y Jacinta y no para revelar el secreto».

Por tanto, son ellos, esos dos niños (Francisco no había cumplido los once años cuando falleció y Jacinta no llegó a cumplir los diez) los auténticos 
protagonistas de este viaje pontificio. Al beatificarles en este Jubileo tan esperado, Juan Pablo II quiere indicar al mundo su ejemplo: oración y sacrificio por la conversión de los pecadores, amor a Cristo y a los hombres para cambiar la sociedad. En definitiva, el mensaje de las apariciones.

Hace nueve años, el Papa Wojtyla dijo en Fátima: «Confío a la Señora y Madre todas las generaciones los buenos propósitos y el camino de nuestra 
generación, la del siglo XX y la del XXI». Ciertamente el clima internacional ha cambiado profundamente con respecto a 1991, cuando acababa de desaparecer la Unión Soviética (acontecimiento que muchos consideran ligado al cumplimiento de las revelaciones de la Virgen a los tres pastorcillos).

En 1982, durante la primera visita del Papa, la situación mundial era todavía mucho más inquietante. En esa ocasión, en ese Santuario, Juan Pablo II exclamó: «¡Líbranos de la guerra nuclear, de una autodestrucción incalculable, de todo tipo de guerra!». Él mismo, en respuesta al llamamiento de la Virgen, consagraría después la Iglesia al Corazón Inmaculado de María, en 1984, en unión con los obispos de todo el mundo.

El escenario mundial sigue suscitando temores e inquietudes. Ochenta y tres 
años después, el mensaje de María en Fátima de amor y conversión sigue 
teniendo plena actualidad.
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