Virgen de Fátima 

Padre Ángel Peña. O.A.R.

 

En Fátima (Portugal) tuvieron lugar estas apariciones a tres niños: Lucía, Jacinta y Francisco, de 10, 9 y 7 años respectivamente. Lucía, actualmente, es religiosa carmelita descalza en el convento de Coimbra (Portugal). En el libro “Memorias de Lucía” nos relata los sucesos de las apariciones. Ya en 1916 se les apareció tres veces el ángel de Portugal. La primera vez, el ángel les dijo: “Soy el ángel de la paz. Orad conmigo. Y, arrodillándose, dobló la frente hasta el suelo y dijo: Dios mío, yo creo, adoro, espero y te amo. Te pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan y no te aman”.

La segunda vez, les dijo: “¿Qué hacéis? Orad mucho. Los Corazones de Jesús y María tienen sobre vosotros designios de misericordia. Ofreced constantemente al Altísimo oraciones y sacrificios... Yo soy el ángel de la Paz, el ángel de Portugal. Sobre todo, aceptad y soportad con sumisión el sufrimiento que el Señor os envíe. Estas palabras del ángel se grabaron en nuestro espíritu como una luz que nos hacía comprender quién era Dios, cómo nos amaba y quería ser amado, el valor del sacrificio, cómo le era agradable y cómo, por atención a él, convertía a los pecadores”.

“En la tercera aparición, traía en la mano un cáliz y sobre él una hostia, de la cual caían dentro del cáliz algunas gotas de sangre. Dejando el cáliz y la hostia suspensos en el aire, se postró en tierra y repitió tres veces la oración: Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Te adoro profundamente y te ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Jesucristo, presente en todos los sagrarios de la tierra, en reparación de los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con que Él mismo es ofendido. Y por los méritos infinitos de su Sacratísimo Corazón y del Corazón Inmaculado de María, te pido la conversión de los pobres pecadores. Después, levantándose, tomó de nuevo en la mano el cáliz y la hostia, y me dio la hostia a mí y lo que contenía el cáliz lo dio a beber a Jacinta y Francisco, diciendo al mismo tiempo: Tomad y bebed el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo, horriblemente ultrajado por los hombres ingratos. Reparad sus pecados y consolad a vuestro Dios”.

El 13 de mayo de 1917 tuvo lugar la primera aparición de la Virgen. Después de prometerles que irían al cielo, aunque Francisco tendría que rezar muchos rosarios, les dice: “Rezad el rosario todos los días para alcanzar la paz en el mundo y el fin de la guerra”. En la segunda aparición del 13 de junio le dice a Lucía: “Jesús quiere servirse de ti para darme a conocer y amar. Él quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón... No te desanimes. Yo nunca te dejaré. Mi Inmaculado Corazón será tu refugio y el camino que te conducirá a Dios”.

El 13 de julio se apareció de nuevo y les hizo ver el infierno: “Vimos como un mar de fuego y sumergidos en este fuego los demonios y las almas, como si fuesen brasas transparentes y negras con forma humana, que fluctuaban en el incendio, llevadas de las llamas que de las mismas salían juntamente con nubes de humo, cayendo hacia todos los lados, semejantes al caer de pavesas en los grandes incendios, sin peso ni equilibrio entre gritos y gemidos de dolor y desesperación, que horrorizaban y hacían estremecer de pavor. Los demonios se distinguían por sus formas horribles y asquerosas de animales espantosos y desconocidos, pero transparentes como negros carbones en brasa. Nuestra Señora nos dijo entre bondad y tristeza: Habéis visto el infierno, a donde van las almas de los pobres pecadores. Para salvarlas, Dios quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón... Si atendieren a mis peticiones, Rusia se convertirá y habrá paz. Si no, esparcirá sus horrores por el mundo, promoviendo guerras y persecuciones contra la Iglesia. Los buenos serán martirizados. El Santo Padre tendrá mucho que sufrir, varias naciones serán aniquiladas. POR FIN, MI CORAZÓN INMACULADO TRIUNFARÁ. EL SANTO PADRE ME CONSAGRARÁ RUSIA, QUE SE CONVERTIRÁ, Y SERÁ CONCEDIDO AL MUNDO UN TIEMPO DE PAZ... Cuando recéis el rosario, decid después de cada misterio: Oh Jesús mío, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno y lleva al cielo a todas las almas, especialmente a las más necesitadas de tu misericordia”.

El 15 de agosto, María les dijo: “Rezad, rezad mucho y haced sacrificios por los pecadores, pues van muchas almas al infierno, porque no hay quien se sacrifique ni ore por ellas”.

El 13 de setiembre les insistió, como en todas las demás apariciones, en el rezo del rosario. Y llegó el día 13 de octubre de aquel año 1917. Lucía había anunciado que ocurriría un gran milagro. Y ocurrió el gran milagro del sol, visto hasta a 50 Kms. de distancia por más de 100.000 personas. Dice Lucía: “Desaparecida Nuestra Señora en la inmensa distancia del firmamento, vimos al lado del sol a San José con el Niño. Parecía bendecir al mundo con unos gestos, que hacía con la mano en forma de cruz. Poco después, desvanecida esta aparición, vimos al Señor y a Nuestra Señora, que daba la idea de ser Nuestra Señora de los Dolores. Nuestro Señor parecía bendecir al mundo, de la misma forma que San José. Se desvaneció esta aparición y me parecía ver todavía a Nuestra Señora en forma semejante a Nuestra Señora del Carmen”. A continuación ocurrió el milagro. Cuentan así algunos testigos: “El sol comenzó a lucir como un disco de plata que se le podía mirar fijamente. Después, por tres veces, giró vertiginosamente sobre sí mismo, irradiando destellos de todos los colores. De repente, un tremendo grito de espanto salió de todas las gargantas. El inmenso globo de fuego solar parecía precipitarse sobre la multitud. Todos creían que era el fin del mundo. Se arrodillaron y clamaron misericordia hasta los mismos ateos, que dieron testimonio al día siguiente en los periódicos. Las ropas de la gente, completamente mojadas por la intensa lluvia del día, quedaron milagrosamente secas”.

Este milagro del sol se ha repetido en muchas otras apariciones. El Papa Pío XII lo vio en Roma el 30 y 31 de octubre y 1º de noviembre de 1950. Aquel 13 de octubre de 1917, la Virgen les había dicho: “Yo soy Nuestra Señora del Rosario... Que los hombres no ofendan más a Dios que ya está muy ofendido” Y Lucía comenta: “¡Qué amorosa queja y qué dulce pedido! ¡Cómo quisiera que todos los hombres del mundo y todos los hijos de la Madre del cielo escuchasen y oyesen su voz!”

Más tarde, el 10 de diciembre de 1925, se le aparecerá de nuevo a Lucía cuando sea novicia de las religiosas Doroteas, en Pontevedra (España) y le dirá: “Mira, hija mía, mi corazón cercado de espinas que los hombres ingratos me clavan continuamente con sus blasfemias e ingratitudes. Tú, al menos, procura consolarme y di que a todos los que durante cinco meses en el primer sábado se confiesen, reciban la sagrada comunión, recen el rosario, me hagan compañía durante quince minutos, meditando en los misterios del rosario con el fin de desagraviarme, yo les prometo asistir en la hora de la muerte con todas las gracias necesarias para su salvación”. Esta es la famosa promesa de los cinco primeros sábados de mes. Parecida a la que hizo Jesucristo a Santa Margarita María de Alacoque, prometiendo la salvación a quienes confesaran y comulgaran nueve primeros viernes de mes seguidos.

Uno de los puntos importantes de Fátima es la consagración al Inmaculado Corazón de María. En la aparición del 13 de julio de 1917 les había dicho: “Vendré a pedir la consagración de Rusia”. Esto lo cumplió el 13 de junio de 1929. Ese día le dijo a Lucía: “Ha llegado el momento en que Dios pide al Santo Padre que haga en unión con todos los obispos del mundo la consagración de Rusia a mi Inmaculado Corazón, prometiendo salvarla por este medio. Son tantas las almas que la justicia de Dios condena por pecados cometidos contra Mí, que vengo a pedir reparación. Sacrifícate por esta intención y ora”. Esta consagración de Rusia al Corazón Inmaculado de María, en unión con todos los obispos del mundo, la hizo el Papa Juan Pablo II el 25 de marzo de 1984.

Lucía, en carta del 8 de noviembre de 1989, confirmó personalmente que este acto solemne y universal de consagración correspondía a los deseos de Nuestra Señora. Resumiendo el mensaje de Fátima, podemos decir que María nos pide conversión, penitencia, oración, devoción y consagración a su Inmaculado Corazón y rezo del rosario. Sobre el rosario, le dijo Lucía al Padre Agustín Fuentes, postulador de la causa de beatificación de Francisco y Jacinta, el 26 de diciembre de 1957: “Los últimos remedios dados al mundo son: el rosario y la devoción a su Inmaculado Corazón... Desde que la Santísima Virgen nos enseñó la eficacia del santo rosario, comprendo que no hay problema material, espiritual o internacional que no se pueda resolver con el santo rosario y nuestros sacrificios”.

Sobre la tercera parte del secreto de Fátima hablaremos al final de este libro.