María de Guadalupe "Imagen plástica de la Iglesia Peregrina" 

Nancy Raimondo

 

Contemplar el rostro mestizo de la Guadalupana implica, de algún modo, quedar "cara a cara" con Dios generando despojo, vulnerabilidad, pequeñez pero también cuestionamiento, demanda e incomodidad... Es desde aquí que los y las invito a compartir una breve meditación sobre qué rostro de Iglesia nos manifiesta María de Guadalupe, mirando su imagen, mirándola...

Al recorrer con la vista, suave y profunda, una y otra vez la imagen de la Niña y Señora es, casi imposible, no percibir el movimiento de la misma. Sí, la imagen es dinámica, los colores, los símbolos, todo colabora a lograr tal "efecto". A partir de esta "imagen plástica", de sus símbolos y de algunos de los aspectos reflexionados por Juan PabloII en Rosarium Virginis Mariae (13-17), intentaré delinear algunos rasgos de una pedagogía del caminar como senderos y desafíos para nuestra Iglesia peregrina.

Recordar a Cristo con María

El sentido bíblico de "recordar" nos sitúa en el hoy salvífico de Dios. No es sólo el ayer, lo que pasó, lo que fue..., sino el acontecimiento Cristo actual, presente, actuante. Así el tonali, pequeña flor de cuatro pétalos que se halla sobre el vientre de María indica que allí está lo más importante que Ella sigue trayendo, el anuncio de la Encarnación: Jesús. Esta Buena Noticia es el corazón de la vida de la Iglesia, ella es la portadora de este compromiso irreversible de Dios para con cada ser humano, y debe hacerlo cercano, real, concreto: Dios sigue poniendo su morada entre nosotros.

Comprender a Cristo desde María

Peregrinando en la fe como fiel discípula, mujer de la Palabra, María, fue ahondando cada vez en esta presencia del Dios UniTrino en su vida. Por ello, sólo la Madre, es la que mejor nos puede introducir en un conocimiento profundo del misterio de su Hijo. Guadalupe nos muestra que este misterio es develado en la flor corazón. Esta flor nos dice que este Dios es único y verdadero, digno de confianza y creíble. Como Madre y Discípula la Iglesia debe hacer patente que su corazón palpita al unísono con esta gran flor corazón que es el corazón latente de Dios, capaz de transformar la fragilidad de sus flores humanas en aquellas flores divinas propias de una primavera sin fin y cuyas raíces se arraigan en el cielo.

Configurarse a Cristo con María

Concibiendo a su Hijo en su corazón y en su seno, María, experimentó su propio proceso de cristificación, haciéndose "hija en el Hijo". De este modo se comprende que el "verdadero existir" es, ante todo, "consistir", es decir, estar bajo la mirada creadora y recreadora de Dios, dejándose modelar por su gracia. Y, entonces, que mejor símbolo del "consistir" que la mirada, allí en las pupilas guadalupanas, no solo están plasmados los hechos pasados, sino que cada uno y cada una, hoy, se halla grabado en esa "región tan delicada del cuerpo humano, que significa lo más fino del amor, que significa lo más vibrante de la fidelidad". Esos ojos se proponen como "ojos eclesiales"... que en esa mirada se pueda percibir que en ella hay lugar para todos, que en esa mirada se pueda percibir fortaleza que alienta el diario caminar, que en esa mirada nunca se perciba juicio y condena, sino al "Hijo del hombre" que mira con amor.

Rogar a Cristo con María

La oración insistente de la Madre por sus hijos e hijas se apoya en la absoluta confianza de que ella presenta todo al corazón de su Hijo. Es una oración por nosotros pero también con nosotros... Cómo no descubrir esta dimensión orante en las manos de la Virgen Mestiza, juntas con forma de "casita", sobre el pecho, apuntando al cielo con su y nuestra oración. Esta oración deber ser la oración de la Iglesia aquella que recoge las alegrías, dolores y angustias de la humanidad, ahuecándolas entre sus manos como refugio y bálsamo de los más pequeños, esa oración deber ser "caricia y crisma".

Anunciar a Cristo con María

La mujer del Magnificat, la profeta, la que no calló, la que tomó la palabra para anunciar las maravillas del Todopoderoso pero también para denunciar que injusticia, opresión, mentira, pobreza, inequidad no son queridas por el Dios Altísimo, por ello se abaja para invertir ese orden y mostrar que el Reino de Dios es verdad, justicia, paz. Así es como María de Guadalupe en su danza y en su caminar despliega este anuncio profético. Anuncio que invita a la Iglesia a ser danza de liberación, de alegría, de encuentro, gritando que Dios esta Vivo y que su Rostro es el de los pobres y débiles, y que allí es donde hay que buscarlo y dejarse encontrar por Él.

En definitiva, creo, todo el ayate guadalupano puede proponerse como "espejo eclesial". Porque la Iglesia mirándose, mirándonos, en él puede reconocer su verdadero rostro dejándose interpelar, poniéndose a la escucha y transitando un camino de permanente conversión. Iglesia que a la luz de la Madre Guadalupana puede preguntarse: ¿en qué Dios nos invita a confiar? ¿qué necesita ser reconciliado en nuestra Iglesia? ¿qué acciones de nuestra Iglesia necesitan colocarse en el hueco del manto? ¿tiene nuestra Iglesia, la mirada fija en las pupilas de la Madre para mirar al Señor y acoger a toda la humanidad? ¿vive nuestra Iglesia una actitud de danza desbordante para el anuncio o se halla, a veces, en una actitud estática y ajena?

Que María de Guadalupe nos siga sosteniendo en nuestro peregrinar cotidiano enseñándonos que la Iglesia, vivificada por el aliento del Espíritu, conducida por el Hijo, hacia el seno del Padre, está llamada a transitar un sendero de misión, de libertad y liberación, en la fecundidad del silencio, la adoración, la escucha.