Guadalupe, Guadalupe...

Antonio Maza Pereda


Mexicanos, volad presurosos / del pendón de la Virgen en pos,
y en la lucha saldréis victoriosos / defendiendo a la patria y a Dios

En estos días celebraremos con gran júbilo, como todos los años, la fiesta de nuestra patrona, la Morenita, la Madre de todos los mexicanos, la Virgen del Tepeyac. Volveremos a oír y a cantar tantas viejas y amadas canciones… «En el cielo, una hermosa mañana, la Guadalupana bajó al Tepeyac…». Y, como de costumbre, incontables muchedumbres visitarán (visitaremos) a nuestra Madre en el templo que ella pidió que se le construyera «…en este lugar». Siempre nos quedará la duda de qué quería decir María con «este lugar». ¿Quiso decir el cerro del Tepeyac? ¿Quiso, acaso, decir en el corazón de los mexicanos? Y nosotros, sus hijos, para no equivocarnos, le construimos un templo en la Villa de Guadalupe y otro en cada uno de nuestros corazones. Y, desde ahí, reina en nuestra tierra y en nuestras vidas, como «…la Madre del verdadero Dios, por quien se vive», como se presentó ante San Juan Diego, como la Reina y Señora de estas tierras, como emperatriz de América.

No nos dejes, Madrecita. Vuélvenos a convocar con el hermoso himno guadalupano a «Salir victoriosos, defendiendo a la patria y a Dios». Hoy la lucha es contra el pecado, contra la descomposición social, y a veces nos parece que esta lucha la estamos perdiendo. Parece que la patria se nos desmorona entre los dedos y que estamos olvidando a Dios. A veces creemos que ya no se nos ataca, porque no hace falta hacerlo. Que hemos llegado a un punto donde los mexicanos acabaremos, sin que nadie nos empuje, con nuestra fe y nuestra patria. 

Haznos ver, Madre Nuestra, que hay una trampa diabólica en la desesperanza, en el derrotismo; que ahí está la mayor amenaza a nuestro ser de católicos. Si nos acostumbramos a pensar que todo es inútil, que no vale la pena luchar, que ya todo está perdido… entonces verdaderamente perderemos esta lucha por la patria y por Dios. 

Enséñanos, patrona nuestra, que esta lucha se está dando dentro de nuestros corazones. Enséñanos que esta lucha solo se gana con santos y que, desgraciadamente, no los podemos importar de otros países, ni siquiera en estos tiempos de globalización. Que ahora, que hemos vuelto a recibir el regalo de la canonización de más beatos y santos mexicanos, no tengamos que preguntarnos: ¿Dónde están los santos de nuestra generación? Ayúdanos, Morenita, a darnos cuenta de que toda esta crisis de valores y de fe solo se resolverá si cada uno de nosotros, en su lugar y en la medida de sus capacidades, es santo. Otras generaciones de mexicanos compraron con su sangre (con el plebiscito de los mártires, diría el beato Anacleto González Torres) un futuro para el catolicismo en México. Nosotros tenemos que adquirir ese futuro para nuestros descendientes, luchando en nuestros corazones contra el mal, contra nuestra injusticia. Y una vez que hayamos salido victoriosos, transformaremos esta situación, que no nos gusta, por amor a nuestros hermanos mexicanos, a los que amamos.

Fuente: elobservadorenlinea.com