Santa María de Guadalupe

Fray Alejandro Martín


Una de las advocaciones marianas más entrañables y veneradas es la de Guadalupe. Sabemos a grandes rasgos sobre la aparición de Nuestra Madre Santísima en el Cerro del Tepeyac, pero ¿sabemos su mensaje de amor, unidad, esperanza y alegría? 

La Virgen se apareció en México, en el Nuevo Mundo, en 1521. Menos de 20 años mas tarde 9 millones de los habitantes, que profesaron por siglos una religión politeísta con crueles sacrificios humanos, habían sido convertidos al cristianismo. 
La Virgen se aparece con un nombre que era conocido tanto por los indios como por los españoles: LA VIRGEN DE GUADALUPE, que es la patrona de México y de toda América. Para los españoles porque es un nombre español de la querida Virgen que se venera en Cáceres. ¿Pero, por qué era Guadalupe un nombre familiar para los indios aun en aquella época? 

En la aparición a Juan Bernardino, el tío enfermo de Juan Diego, Nuestra Señora usó el término azteca (nahuatl) de "coatlaxopeuh", el cual es pronunciado “quatlasupe” y suena extremadamente parecido a la palabra en español Guadalupe. •Coa• significando serpiente, •tla• el artículo "la", mientras •xopeuh• significa aplastar. Así Nuestra Señora se debió haber referido a ella misma como “la que aplasta la serpiente.” 

Durante cuatro días la Virgen se había comunicado con Juan Diego hablándole en su propia lengua, el náhualtl. Al identificarse, María usó la palabra "coatlallope"; un sustantivo compuesto formado por "coatl" o sea, serpiente, la preposición "a" y "llope", aplastar; es decir, se definió como "la que aplasta la serpiente". Otros reconstruyen el nombre como "Tlecuauhtlapcupeuh" que significa: "La que precede de la región de la luz como el Aguila de fuego". De todas formas el vocablo náhualtl sonó a los oídos de los frailes españoles como el extremeño "Guadalupe", relacionando el prodigio del Tepeyac con la muy querida advocación que los conquistadores conocían y veneraban en la Basílica construida por Alfonso XI en 1340. La Virgen se comunicó de manera que la entendiesen tanto los indios como los españoles. 

La Virgen de Guadalupe dio al indio Juan Diego un delicado trato de nobleza elevando proféticamente la condición de todo su pueblo. El Señor "derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes". Al mismo tiempo, La Virgen trajo reconciliación y no división entre los nativos y los españoles. Les ayudó a ambos a comprender que la fe cristiana no es propiedad de nadie sino un don de amor para todos. 

Cuatrocientos años debieron pasar para que la cultura occidental reconociera admirada que la imagen impresa sobre el ayate indígena era un verdadero códice mexicano, un mensaje del cielo cargado de símbolos. Helen Behrens, una antropóloga norteamericana descubrió en 1945 lo que los ojos de los indios habían "leído" en la pintura de la "Madre del verdadero Dios por quien se vive" aquel diciembre de 1531. 

La imagen de Nuestra Señora de Guadalupe quedó impresa en un tosco tejido hecho con fibras de maguey. Se trata del ayate, usado por los indios para acarrear cosas y no de una tilma, que usualmente era de tejido más fino de algodón. La trama del ayate es tan burda y sencilla, que se puede ver claramente a través de ella, y la fibra del maguey es un material tan inadecuado que ningún pintor lo hubiera escogido para pintar sobre el. 

La imagen de Nuestra Señora de Guadalupe es una maravillosa síntesis cultural, una obra maestra que presentó la nueva fe de manera tal que pudo ser entendida y aceptada inmediatamente por los indios mexicanos. Es imposible de describir aquí la rica y complicada simbología que contiene este cuadro-códice porque cada detalle de color y de forma es portador de un mensaje teológico. 

El rostro impreso en el ayate es el de una joven mestiza; una anticipación, pues en aquel momento todavía no habían mestizos de esa edad en México. 

María asume así el dolor de miles de niños, los primeros de una nueva raza, rechazados entonces tanto por los indios como por los conquistadores. El cuadro que se conserva en la moderna Basílica del Tepeyac mide aproximadamente 66 x 41 pulgadas y la imagen de la Virgen ocupa unas 56 pulgadas del mismo. La Virgen está de pié y su rostro se inclina delicadamente recordando un poco las tradicionales "Inmaculadas". Esta oportuna inclinación evita que el empate que une las dos piezas del tejido caiga dentro de la faz de la Virgen. El manto azul salpicado de estrellas es la "Tilma de Turquesa" con que se revestían los grandes señores, e indica la nobleza y la importancia del portador. Los rayos del sol circundan totalmente a la Guadalupana como para indicar que ella es su aurora. Esta joven doncella mexicana está embarazada de pocos meses, así lo indican el lazo negro que ajusta su cintura, el ligero abultamiento debajo de este y la intensidad de los resplandores solares que aumenta a la altura del vientre. Su pie esta apoyado sobre una luna negra, (símbolo del mal para los mexicanos) y el ángel que la sostiene con gesto severo, lleva abiertas sus alas de águila. 

La Virgen de Guadalupe se presentó ante sus hijos como la Madre del Creador y conservador de todo el universo; que viene a su pueblo porque quiere acogerlos a todos, indios y españoles, con un mismo amor de Madre. Con la prodigiosa impresión en el ayate comenzaba un nuevo mundo, la aurora del sexto sol que esperaban los mexicanos. 

El Tepeyac es el santuario mariano mas visitado del mundo, superando en visitas a Lourdes y Fátima. Cada año, más de 20 millones de fieles se acercan al venerado cuadro para expresar a la Madre del Cielo el testimonio de su cariño y veneración. El día de la fiesta, el doce de diciembre, se calcula que casi tres millones de personas acuden al santuario. 

Pero sobre todo hemos de hacer nuestras las palabras que la Bendita Virgen dirigió a San Juan Diego, como las recoge el Nican Mopohua: “¿Por qué tienes miedo? ¿No estoy yo aquí, que soy tu Madre?”. Ella es nuestra Madre, nuestro refugio de ternura y cariño, nuestra principal intercesora ante su Hijo, nuestro Señor. Con toda razón el Santo Padre Pío XII recogió, para referirse a Ella, las palabras del Salmo: “Non fecit talliter aliqua natione”, “no hizo cosa igual con ninguna otra nación”. Es un orgullo para nosotros, pero un orgullo que porta unmensaje de ser fieles hijos de tan excelsa Madre. Dirijámonos a Ella con el amor entrañable, e invoquémosle con las palabras que quiso plasmar el Santo Padre Juan Pablo II Magno en una de sus visitas al Tepeyac: 

Oración a Nuestra Señora de Guadalupe 
Patrona de México y Emperatriz de las Américas 
"Madre Santísima de Guadalupe. Madre de Jesús, 
condúcenos hacia tu Divino Hijo por el camino del Evangelio, 
para que nuestra vida sea el cumplimiento generoso 
de la voluntad de Dios. 
Condúcenos a Jesús, 
que se nos manifiesta y se nos da en la Palabra revelada 
y en el Pan de la Eucaristía. 
Danos una fe firme, 
una esperanza sobrenatural, 
una caridad ardiente 
y una fidelidad viva 
a nuestra vocación de bautizados. 
Ayúdanos a ser agradecidos a Dios, 
exigentes con nosotros mismos y llenos de amor 
para con nuestros hermanos. 
Amén"

Fuente: materunitatis.org