El mensaje evangélico de Lourdes a través de Santa Bernardita

 

Andrés Molina Prieto, Pbro.

 

 

Con motivo del 150º aniversario de las apariciones marianas de Lourdes (1858-2008), el papa Benedicto XVI ha peregrinado al famosísimo santuario francés, exponiendo con su habitual precisión y claridad lo que la Virgen nos pide en nombre de su Hijo Jesucristo a todos los católicos en la actual encrucijada histórica, llena de graves desafíos e interrogantes. Frente a nuestros posibles miedos y complejos, hemos de recordar que Dios guía con su infalible providencia los destinos de la historia y “quiere que todos los hombres se salven” (1 Tim 1, 4). A la luz de esta verdad dogmática hemos de interpretar nuestro fututo.

Conviene mirar bien a Lourdes, evitando todo desenfoque o desajuste. Centremos nuestra atención en la indiscutible santidad de la vidente de la Virgen, a la que, en Lourdes y a lo largo de 18 ‘visitas’, expuso el sencillo mensaje del Evangelio de su Hijo. Quien primero lo vivió fue santa Bernardita, modelo eclesial para todos los cristianos que aprecian la sabiduría de la cruz.

SANTIDAD DE UNA VIDENTE

Cabe el riesgo de pensar en Lourdes sin atender a su principal protagonista, que es ciertamente la Santísima Virgen; pero también lo fue de manera secundaria Bernardita Soubirous. Podemos pensar en los innumerables milagros del santuario mariano mariano más famoso del mundo y olvidarnos del testimonio evangélico de una adolescente de humildísima condición social que, a los catorce años y en el espacio de seis meses, vio a la Virgen dieciocho veces en la gruta de Massabielle, territorio francés. Desde la primera aparición -ocurrida el 11 de Febrero de 1858, cuando buscaba leña para cocinar- hasta la última –el 16 de Julio- fueron en total 18 encuentros con nuestra Señora. Nos resulta hoy muy difícil comprender los sufrimientos, sospechas, acusaciones y burlas que recibió por su actitud, siempre veraz y abierta, cuando llegó el largo capítulo de declaraciones a que estuvo sometida. Resume así uno de sus biógrafos: “María Bernarda sufrió con paz celestial y sin inmutarse toda clase de pruebas. Ya sea el procurador imperial, ya el comisario de policía, ya el párroco, ya los visitantes, a todos contestará con absoluta serenidad repitiendo exactamente las mismas expresiones. En vano se buscará con habilidad la manera de sorprender su buena fe. Ella se mantendrá firme, dando testimonio de la verdad de lo que ha visto. Cuando los alrededores de la gruta estén rebosantes de público y la aparición no se produzca, ella dirá con sinceridad que nada ha visto. Cuando le amenacen para que calle, ella continuará diciendo siempre que ha sido verdad la aparición. Será testigo de la verdad, sin conocer un instante su vacilación”.

En consecuencia, para comprender el misterio de Lourdes hay que adentrarse en la interioridad excepcional de nuestra vidente, asmática crónica, incapaz de retener en su cabeza las fórmulas del catecismo; pero al mismo tiempo, trabajadora, dotada de buen sentido común, sufrida, dócil y servicial en todo. Bernardita cumple fielmente el esquema esencial de la auténtica santidad cristiana: “Dios eligió lo que el mundo tiene por necio para humillar a los sabios; lo vil, lo despreciable, lo que no es nada para anular a los que son algo, para que nadie presuma delante de Dios” (1 Cor 1, 27). La breve vida de 35 años de María Bernarda es un portentoso milagro de humildad, de sentirse inservible, de querer ‘borrarse’ ante los demás con un solo objetivo: que sólo luciera la celestial Señora, que ha elegido a una adolescente enferma y analfabeta, socialmente marginada, para anunciarle su mensaje de oración y penitencia. Valoremos bien lo que dijo el confesor de la vidente: “La mejor prueba de las apariciones es Bernardita misma”. Cuando, bien aconsejada, ingrese en el convento de Nevers para vivir como religiosa desconocida, lo hace con la esperanza de esconderse, porque su misión ha terminado; la Virgen se ha valido de la criatura más inútil –así lo piensa ella- para anunciar su mensaje y, cumplido este designio, le ha dejado en el lugar que correspondía, ignorada de todos. En cierta ocasión alguien le llama la atención sobre su inutilidad; ella responde: “Mi trabajo es estar enferma”. He aquí la grandeza evangélica de una vidente a quien la Virgen manifestó desde el principio: “No te prometo hacerte feliz en este mundo, sino en el otro”.

MENSAJE SIEMPRE ACTUAL

Santa bernardita Soubirous es un caso transparente de cómo se identifica su figura espiritual con el mensaje que la Virgen quiere transmitir a la Iglesia. Nos preguntamos qué quiso comunicar en sus apariciones el año 1858. para comprenderlo hay que referirse al Evangelio mismo. No se trata, obviamente, de una nueva revelación que complete o sustituya la Revelación del Depósito de la Fe que posee la Iglesia, sino de subrayar algún aspecto quizá más olvidado o menos tenido en cuenta, no obstante su valor esencial. Lourdes recuerda y actualiza diversos contenidos que forman el núcleo del Evangelio. Su mensaje cabe en cuatro palabras: pobreza, oración, penitencia y Gracia.

a) Pobreza: Bernardita pertenece ‘a lo que hay más débil en el mundo’ según la expresión paulina. Su familia vive en los umbrales de la miseria extrema. Por ello practica intensamente la bienaventuranza de la pobreza evangélica, ya que es pobre en todo: salud, medios materiales, instrucción, etc. A los 14 años, señalan sus catequistas, ‘ignora todo sobre el misterio de la Trinidad’. una amiga y conciudadana, impresionada de la pobreza de la familia Soubirous, pudo escribir: “Son tan pobres sus padres como nadie y, sin embargo, no aceptan nada”. Son tan pobres como lo fue Nuestro Señor en la tierra, y es en una criatura como maría Bernarda donde Dios ha puesto sus ojos de predilección. Mediante las apariciones de Lourdes el Señor quiso restaurar en nosotros el valor de la pobreza como amor original y liberador.

b) Oración: Palabra clave en las apariciones lourdenses. Es ésta la característica que hace de Lourdes la capital de la oración con una dimensión eclesial cada vez más amplia. Desde el inicio de la primera aparición, Bernardita extrajo su rosario instintivamente e intentó persignarse. Su oración, de pocas palabras pero devota y sentida, le facilitaba la comunicación con Dios y la aceptación de todos los sufrimientos. Sabe rezar el rosario en el silencio de su hogar sobrado de miseria. La suave y rítmica melodía avemariana la sitúa en diálogo filial con la Virgen, a quien el Señor ha encomendado la tarea maternal de interceder por todos los hombres, haciéndoles sentir su dulce mediación. Bernardita recibe repetidamente esta comunicación: “Rece por la conversión de los pecadores. ¡Penitencia, penitencia!” En la aparición del 2 de Marzo la vidente escuchas estas palabras: “Ve a decir a los sacerdotes que vengan aquí en procesión y que se edifique una capilla”. Desde entonces, el sentido de peregrinación con la oración comunitaria y la ‘capilla’ (hoy son cuatro magníficas iglesias) con la constante celebración eucarística, llenan de hondo sentido la oración de Lourdes.

c) Penitencia: Es otro punto esencial en el mensaje captado por la angelical vidente; viene a ser como la quintaesencia del Evangelio, que es la conversión al amor de Dios. En la aparición del 24 de Febrero la Virgen le dijo: “Bese el suelo como penitencia y conversión por los pecadores”. Lo mismo volvería a decir en días sucesivos. La penitencia, en sentido bíblico, es el acto mediante el cual el hombre se aparta del pecado para hacer definitiva su amistad con Dios. En Lourdes el mensaje se centra en una conversión de pleno significado bíblico que caracteriza el regreso del hijo pródigo a la casa del Padre (Lc 15, 17). Por otra parte, conversión es el término que expresa el sentido de la peregrinación. Se ha observado con razón que Lourdes es tierra de conversiones, no entendidas en un marco espectacular (aunque algunas lo han sido), sino tomadas como cambio radical de conducta. Sin duda alguna, hay más conversiones que ‘sanaciones’, aunque sin duda alguna la primera sanación es la conversión interior. El milagro que sana los cuerpos –se ha dicho con acierto- es un signo destinado a manifestar de forma concreta el poder divino capaz de sanar al hombre en su integridad por la vía del espíritu. ¿Cómo se comportó Bernardita en este largo e interminable proceso de sanaciones? Llamada a una penitencia interior reparadora, no se mitigaron sus dolores, ni retrocedió la cruel enfermedad que le originaba ininterrumpidos sufrimientos. Ella siguió siendo sencillamente humana, sin usar frases elogiosas sobre la felicidad del sufrir o los atractivos de la cruz. Si alguna vez se quejó lo hizo en tono humilde, como el probado salmista que en su dura aflicción se abandona en las manos de la providencia de Dios Padre.

¿Qué continúa proclamando Lourdes a los cuatro millones de peregrinos que desfilan anualmente por la gruta y a quienes han tomado en serio su claro mensaje? Hoy se ha superado el noble afán de ‘conseguir un milagro’, que ha encontrado su lugar verdadero como don gratuito recibido del Señor, que es quien lo ofrece generosamente. Cualquier gracia de sanación debe ser valorada y agradecida como don concreto de su amor omnipotente y misericordioso. Lourdes nos recuerda a todos que el poder de Dios permanece vivo y actuante para salvar a ‘todo el hombre’. Lourdes es singular centro irradiador de fe, de oración y de plena aceptación del mensaje evangélico; es lugar cualificado de recogimiento y conversión interior, donde se hace visible y palpable la presencia inefablemente dulce de María, Madre y Maestra.

 

Fuente: Revista Miriam, Nº 365