Las apariciones, ¿objeto de fe?

Padre Rogelio Alcántara

 

El creer es un acto del ser humano que consiste en una adhesión personal a Dios y a lo que Él nos ha revelado de Sí mismo. Esta revelación es el contenido de nuestra fe y está presente de manera resumida en el Credo. Esta revelación, llamada pública, ha sido dada completamente en Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre. Él es la Palabra única, perfecta e insustituible del Padre. En Él -en su Hijo- lo ha dicho todo, no habrá otra palabra más que ésta. 
Las apariciones de la Virgen -las verdaderas, que han sido reconocidas como tales por la Iglesia- en estricto rigor no son «para creer en ellas». Basta con creer con firme convicción lo que está resumido en el Credo y ello es suficiente para ser un cristiano católico convencido. Las verdaderas apariciones de la Virgen soy libre de aceptarlas con respeto filial, porque quieren ayudarme a vivir y para avivar mi devoción a la Madre del Señor.
Por tanto, no son objeto de nuestra fe las apariciones o los hallazgos de imágenes. El objeto de nuestra fe es Dios y su plan eterno de salvación, revelado en Jesucristo. Lo que sí es objeto de nuestra fe, con respecto a la Santísima Virgen, son las verdades referentes a ella, que están contenidas al reconocerla como Madre de Dios, y que han sido declaradas por el magisterio de la Iglesia a lo largo de los siglos.
No llamemos, pues, aparición de la virgen al hallazgo de una imagen evocativa que, en el mejor de los casos, podría ser un prodigio de la naturaleza. (R. A.)

Fuente: Fluvium.org