María nos enseña a fiarnos de Dios

Padre Antonio Díaz Tortajada

 

1. - El Espíritu Santo concedió a nuestra Madre los dones sobrenaturales de la fe, la esperanza y la caridad, que llenaron su corazón, le permitieron aceptar la voluntad de Dios y la fortalecieron durante toda su vida. Ella es, pues, para nosotros, Madre en la fe, en la esperanza y en el amor. 

Concédenos, pues, Virgen del Pilar por tu intercesión “fortaleza en la fe, seguridad en la esperanza y constancia en el amor”. 

María es nuestra Madre en la fe, porque “por su fe y obediencia engendró en la tierra al mismo Hijo del Padre, sin contacto con hombre, sino cubierta por la sombra del Espíritu Santo”. 

María nos enseña a cada uno de nosotros a vivir como auténticos creyentes, a vivir de la fe y a fiarnos de Dios. Por la fe y la obediencia, como María, podemos gozar de la presencia de Dios en nuestras vidas y llevar al mundo el mensaje de salvación. 

Contemplando a nuestra Madre María, que creyó y obedeció, engendrando en la tierra a Cristo, aprendemos a creer y a obedecer, diciendo con ella en toda ocasión: «Hágase en mí según tu Palabra». 

María, desde su vivencia de fe, nos invita a ser hoy testigos creíbles de Dios, en esta sociedad que busca la felicidad sin encontrarla; que abandona las verdaderas fuentes de la vida, para beber en charcas fangosas; que pretende ser dueña y señora de la vida, cuando es simple servidora de la misma; que se erige en señora de la ciencia y de la historia, porque no reconoce ni asume su realidad de criatura. En definitiva, porque no cree en Dios como Padre, Creador y Señor del universo. 

La maternidad en la fe de María queda constituida por Dios como “tipo” de la fecundidad en la fe de la Virgen-Iglesia, la cual “se convierte ella misma en Madre, porque con la predicación y el bautismo engendra a una vida nueva e inmortal a los hijos, concebidos por obra del Espíritu Santo, y nacidos de Dios”. La Iglesia es madre de los creyentes y desea que todos los hombres lleguen al conocimiento de la Verdad.

Los antiguos Padres enseñaron que la Iglesia prolonga en el sacramento del bautismo la Maternidad virginal de María. “El origen que (Cristo) tomó en el seno de la Virgen, lo ha puesto en la fuente bautismal: ha dado al agua lo que dio a la Madre; en efecto, la virtud del Altísimo y la sombra del Espíritu Santo, que hizo que María diese a luz al Salvador, hace también que el agua regenere al creyente" . 

María es tipo y modelo de toda la Iglesia, que, como ella, está llamada a engendrar por la fe, a través del bautismo, nuevos hijos para la vida eterna, y a custodiar fielmente esa fe, con la ayuda de Dios. Hoy han renacido en las aguas bautismales de este templo algunos hijos de esta noble tierra. 

Virgen del Pilar: Danos fe para seguir creyendo en el Dios-con-nosotros”. 

2.- La Virgen María es Madre de esperanza. Contemplando la plenitud de la Virgen que goza de gloria eterna en el cielo, encontramos un signo cierto para aguardar con esperanza, lo que toda la Iglesia llegará a alcanzar en la vida eterna. 

La gloriosa glorificación de María es la celebración de su destino de plenitud y de bienaventuranza, de la glorificación de su alma inmaculada y de su cuerpo virginal, de su perfecta configuración con Cristo resucitado; una celebración que propone a la Iglesia y a la humanidad la imagen y la consoladora prenda del cumplimiento de la esperanza final; pues dicha glorificación plena es el destino de aquellos que Cristo ha hecho hermanos teniendo “en común con ellos la carne y la sangre”. 

Contemplando a la Madre de Jesús, siervo doliente de Yahvé, el nuevo pueblo de Dios, constantemente probado en la fe, aprende a soportar con paciencia y entereza el sufrimiento y la persecución. Jesús fue signo de contradicción, como le fue profetizado a María en la circuncisión de su Hijo, a la par que se le anunciaba a ella los sufrimientos de su corazón. 

Los cristianos pasan necesariamente por la incomprensión, la persecución y el menosprecio, porque así hicieron los coetáneos de Jesús con Él: «Si con el leño verde hacen esto, con el seco ¿qué harán?». Al ejemplo del Maestro, el cristiano debe soportar con esperanza las contrariedades que le acarrea su testimonio. La Virgen fue una discípula predilecta, que supo asumir los sufrimientos por seguir a Cristo, con un corazón esperanzado. 

“María puede ser tomada como espejo de las esperanzas de los hombres de nuestro tiempo”, donde los hombres se miran y recobran la ilusión; donde contemplan lo que ellos pueden ser; donde descubren el ideal del ser humano, realizado ya plenamente. María es contemplada como modelo de la humanidad, que anima al cansado, fortalece al débil y acaricia al necesitado. ¡Acudamos a ella en nuestras tristezas y desconsuelos, que ella nos ayudará! 

Virgen del Pilar: Danos, esperanza, para esta vida y la venidera. 

3.- María es Madre del amor hermoso y puro. Ella fue la Madre del Salvador; fue la Madre del Amor entregado, que amó a los suyos hasta el extremo y dio su vida para la salvación de toda la humanidad. 

La Madre del Amor ama necesariamente a su Hijo. Contemplando su profundo amor a Jesucristo, aprendemos a amarle nosotros también en un trato íntimo y personal, uniendo nuestra vida a la de Él, como supo hacer María, que lo cuidó desde su nacimiento, lo buscó cuando se perdió en Jerusalén con doce años, le enseñó y ayudó a crecer en su vida oculta. 

María supo pasar de Madre a discípula, siguiéndole fielmente en su ministerio público. Cuando su Hijo estaba en la cruz, se ofreció a sí misma, como Madre sacerdotal, a todos nosotros, los hermanos pequeños del Señor, sus hijos amados. 

También nosotros hoy nos reunimos con ella, para «perseverar en la oración junto con María, la Madre de Jesús». ¡Que nuestra oración nos ayude a vivir el doble precepto del amor a Dios y a los hermanos! 

Virgen del Pilar: Danos Amor, amor verdadero, porque Dios es Amor. 

4. - Cristo ha venido para dar vida al mundo. Y su Madre, solícita, suplica a Cristo que les de la Vida. María está íntimamente unida a su Hijo Jesús: A su persona, su misión y su destino. Él la ha querido unir así, por el amor, la fe y la esperanza. 

Los hijos necesitados de la Madre Amada acudimos hoy a su regazo, para que ella interceda ante su Hijo y nos haga partícipes de la vida, que Él ha venido a traer al mundo. 

Contar con nuestra madre es uno de los gozos mayores que se puede tener en la vida. En la madre encontramos siempre refugio, apoyo, comprensión, ternura, ánimo. La madre es la flor sin la cual nunca nuestra vida podría ser un jardín. La madre es la brújula sin la cual nunca podríamos aventurarnos a “salir a la intemperie”. 

Al contemplarla y tratarla con amor, al amarla y estar con ella, los cristianos entramos más hondamente en el misterio de su Hijo y nos vamos configurando cada vez más a Él. Ella nos atrae hacia su Hijo y hacia el Padre. 

Virgen del Pilar nuestra Madre amada: Tú conoces las penas y las súplicas, los gozos y esperanzas de cuantos cada día recorremos a pie o, al menos, de corazón, los gozos y esperanzas, alegrías y tristezas de los hombres de nuestro tiempo. Sigue intercediendo maternalmente por nosotros, como antaño hiciste con nuestros antepasados, y alcánzanos de tu Hijo el socorro en necesidades materiales y espirituales que te presentamos”. 

¡Virgen María, que todos tus hijos busquemos siempre la gloria de Dios! ¡Que sepamos hacer su voluntad, como tú la aceptaste de corazón! ¡Madre en la fe, en la esperanza y en el amor, intercede por nosotros! ¡Amén!

Fuente: betania.es