María en el arte: Los iconos de las fiestas de la Virgen

 


Luis Silvestre Casas, Capuchino

 

 

LA PRESENTACIÓN DEL SEÑOR

La fiesta de la Presentación del Señor se celebra el día 2 de febrero y en ella se recuerda la Purificación de la Virgen y la Presentación u ofrecimiento del Niño Jesús al Templo. 

El icono ilustra el breve relato del evangelio de Lucas (Lc 2, 22-29) en el que, pasados los cuarenta días desde el parto marcados por la Ley, José lleva a su esposa y al niño al Templo para la purificación ritual de la nueva madre y la consagración de su primogénito al Señor como indicaba la ley de Moisés. 

En el centro de la imagen aparece la Virgen, que se encuentra ante Simeón al que está a punto de darle al Niño, y detrás de ella san José, con dos palomas para el sacrificio, y la profetisa Ana, todos ellos enmarcados en el contexto del Templo. 

La Virgen aparece con las manos tapadas en actitud de reverencia, adorando a su Hijo y a su Dios. Se encuentra en primer término respecto al altar, que simboliza al Templo, pues ella misma es templo y morada de Dios entre los hombres. Está situada en el centro del icono porque encarna la luz puesta sobre el candelabro. 

Su manto es rojo, símbolo del sufrimiento que marcará su vida como anunciará después el anciano Simeón. El vestido es de color azul para recordar que es Madre de Dios e intercesora entre el Hijo y Dios para toda la humanidad. 

El altar está colocado en el centro de la composición. El encuentro de Cristo con Simeón se produce precisamente en el altar de la Nueva Alianza, el altar sobre el que inmolan los sacrificios. El sentido es que cada hombre es Simeón, y en cualquier momento puede encontrar al Señor, recibir en sus propias manos a Cristo uniéndose a la Eucaristía. 

El anciano Simeón tiene al Niño sobre las manos cubiertas y está agachado hacia él en señal de adoración. Su rostro está iluminado por una mirada llena de ternura. 

Junto a José está Ana, la profetisa; tiene en sus manos un rollo que la identifica como tal, y al igual que Simeón también ha recibido la alegría de encontrarse con el Salvador antes de morir. Los dos personajes representan el Antiguo Testamento, la Ley y los Profetas, que han llegado a su plenitud en la figura del Mesías. 

Por último está José, que tiene entre las manos la ofrenda de las palomas. Escucha en silencio y lleno de asombro lo que se dice del Niño. 

Este icono de la Presentación nos recuerda el paso del Antiguo al Nuevo Testamento. En Jesús de Nazaret se han cumplido todas las promesas hechas al pueblo de Israel; Él es el esperado, el ungido, el Mesías que viene a salvar al pueblo de la opresión del pecado y a instaurar el definitivo Reino de Dios que, con su encarnación, ha comenzado ya en la tierra. María, la primera discípula de su Hijo, comienza a comprender cual será su destino y el de Jesús y, en silencio, continúa su papel de Madre e intercesora nuestra.

Fuente: El Propagador, Capuchinos, Valencia, España