María en el arte: Los iconos de las fiestas de la Virgen

 


Luis Silvestre Casas, Capuchino

 

 

LA ANUNCIACION

Desde muy antiguo, la Anunciación fue celebrada el 25 de marzo, porque circulaba la opinión de que Jesús se habría encarnado coincidiendo con el equinoccio de primavera, tiempo en el que según la tradición fueron creados el mundo y el hombre.

Lo que esta fiesta recuerda y celebra es la anunciación del Ángel a la Virgen María y la posterior encarnación del Hijo de Dios en su vientre, tras la respuesta afirmativa de María a la voluntad divina.

El icono sintetiza las aportaciones de muchas tradiciones que tienen una raíz común en el relato del Evangelio de Lucas, en el que está contenida la esencia del Credo o Símbolo de la fe que confesamos, que Jesucristo bajó del cielo y por obra del Espíritu Santo se encarnó en María la virgen y se hizo hombre.

El icono de la Anunciación se suele colocar ante la puerta del santuario, y además figura entre los iconos de las grandes fiestas. El esquema es sencillo y consiste en el Ángel que da su anuncio a una joven mujer que está hilando la púrpura sentada o de pié. En algunos iconos tiene entre las manos un aguamanil y está junto a una fuente, o lee la Escritura con actitud devota.

La Virgen es representada joven, con un manto marrón bordado en oro y con una túnica azul intenso. El color marrón indica la humildad, la tierra arada que se presta a recibir la semilla con la que fructificar. El azul intenso de la túnica, en cambio, quiere significar el desapego a los valores de este mundo y el ascenso del alma que tiende hacia lo divino. Los cabellos están recogidos en una cofia en la que se entrevé el bordado.

María aparece junto a un trono y sus pies apoyan en un pedestal, porque ha sido colocada por encima de todos los mortales, y aún de los ángeles. La púrpura que hila es la de la vestidura purpúrea del manto del Salvador. Su cabeza está inclinada pues se turba ante las palabras del Ángel.

Desde lo alto viene un rayo a posarse sobre ella; este rayo representa al Espíritu, y aparece a menudo en forma de paloma. No es un rayo de luz, sino de sombra, pues recuerda las palabras del Evangelio: “el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra”. 

El Ángel empuña con la mano izquierda un largo bastón, símbolo de la autoridad y dignidad del mensajero. La mano derecha y su mirada se extienden hacía María para resaltar la destinataria del anuncio. Los tres dedos abiertos quieren recordar la Trinidad, y que el Cristo es una de las tres personas divinas. 

El lugar donde se desarrolla el episodio viene marcada por una sobria sencillez alusiva: el templo y una casa. Todo está sugerido por medio de símbolos. Nunca el lugar encierra el icono, sino más bien lo deja abierto, en un espacio donde siempre lo principal son las personas. 

La fiesta de la Anunciación, que es también la de la Encarnación, nos debe llenar de una inmensa alegría. En María el mundo de aquí abajo se toca con el de arriba. Nuestra naturaleza humana se convierte en Templo de Dios gracias al SI de María. El Ángel se hace ministro del milagro: el seno de la Virgen recibe un hijo; el Espíritu Santo es enviado; desde lo alto el Padre expresa su beneplácito ante la respuesta generosa de la Virgen; y así nos llega la salvación. Cristo ha tomado nuestra naturaleza y nos ha elevado hasta Él.

Que María, la llena de gracia, ruegue a su hijo por nosotros. 

Fuente: El Propagador, Capuchinos, Valencia, España