María en el arte: Los iconos de las fiestas de la Virgen


Luis Silvestre Casas, Capuchino

 

 

EL PERIODO BARROCO 

Tras el Concilio de Trento, y su respuesta a las tesis de Lutero que darían lugar al movimiento religioso conocido como Protestantismo o Reforma, la iconografía en el arte tenderá, en el ámbito católico, a la exaltación de la virgen, alcanzando gran desarrollo los temas marianos y el tema de la Inmaculada con la serpiente aplastada como triunfo de la Iglesia católica no sólo sobre el pecado, sino también sobre el Protestantismo.

Lo mismo ocurre con los temas de afianzamiento de los sacramentos, especialmente el de la Eucaristía, que habían sido atacados por Lutero, negando la existencia de los sacramentos como realidad sacras en el mundo.

También entre las nuevas iconografías en el terreno religioso priman la de los santos fundadores o reformadores, como san Ignacio de Loyola o santa Teresa de Jesús. El afianzamiento en la fe como ejemplo para los fieles se materializa en las escenas de martirios, visones o éxtasis, muy acordes, por otro lado, a la sensibilidad barroca, que en su corriente naturalista alcanzará cotas de alto patetismo y desgarrados acentos, sobre todo en la escuela española. 

Del mismo modo se encuentra una insistencia en los asuntos del arrepentimiento debido a la ideología tridentina, que valora altamente el acto de contrición. Los temas tradicionales del Antiguo y Nuevo Testamento encontrarán un sentido nuevo de acercamiento al espíritu cristiano desde un prisma de cotidianidad muy alejado de la solemnidad renacentista. 

No hay que olvidar, sin embargo, que en esta época es cuando se produce la ruptura de un arte secularmente religioso en Occidente y la apertura definitiva a géneros profanos, no sólo en el ámbito protestante sino también en países eminentemente católicos, estableciéndose ya una separación entre el arte eclesiástico y el seglar. 

LA INMACULADA DE JOSÉ DE RIBERA 

José de Ribera Cuco nació en Játiva, Valencia, en el seno de una humilde familia de zapateros. Su primera formación artística la recibe en el taller valenciano de Ribalta. En 1610 se trastada a Italia, y en poco años, el españoleto, tal como era conocido, alcanzó cierta popularidad y un considerable prestigio. Desarrolló una fecunda carrera artística, hasta la llegada de la enfermedad que le obliga a dejar los pinceles durante temporadas intermitentes. Falleció en 1652, siendo enterrado en la iglesia de santa María del Porto en Mersoglino. 

La afirmación de Lord Byron “el españoleto humedecía su pincel con la sangre de todos los santos” resume la azarosa vida de José de Ribera, uno de los grandes hitos del barroco europeo, al que su condición de extranjero en Italia le sirvió para que durante largos períodos sufriese la injusta crítica e incluso el silencio y la descalificación. No fue hasta muchos años después cuando se le dio la valoración y el reconocimiento merecidos. 

La Inmaculada concepción, obra que nos ocupa, fue pintada en 1635, para el retablo mayor dela iglesia de las Agustinas de Salamanca. Está considerada como la obra cumbre de la pintura mariana española del siglo XVII. Fue encargada por el conde de Monterrey, fundador del convento, al ingresar su hija Catalina en él. Ejemplo del comienzo de un estilo propio, en ella se aprecia un dibujo más suelto y tonalidades de mayor claridad que en sus obras anteriores. En esta obra Ribera combina el movimiento en espiral del alto barroco y la armonía de dibujo y expresión del barroco clásico. La composición está constituida por dos líneas en diagonal desde ángulos opuestos que se cruzan sobre un esquema oval, formado por los brazos de la virgen, cruzados sobre el pecho, y la luna creciente bajo sus pies. Los querubines voladores y los vestidos ondeantes producen el movimiento interior en espiral que se estabiliza en la parte inferior de la pintura un gran ángel cada lado. 

La cantidad de preciosos detalles, el rico colorido y la original composición, hacen de este retrato de la Virgen una obra para su contemplación y devoción, que nos ayuda a ahondar en el misterio de Dios y de su Madre, la Virgen. 

Fuente: El Propagador, Capuchinos, Valencia, España