Orar ante Iconos: El Icono de la Madre de Dios

 

Padre Alberto María, fmp.

 

 

 
 

«Nunca te abandonaré»

Y continúa diciendo: «A los hambrientos los colma de bienes y, a los ricos -aquellos que están tan llenos de sí mismos- los despide vacíos». 
Cuidado, pues, no nos llenemos de nosotros mismos. 
Seamos hambrientos de Dios. «Dichosos los que tienen hambre y sed [...] -dirá Jesús-, porque ellos serán saciados» (Mt 5, 6).
Cabe recordar aquí, también, las palabras del profeta: «¿Acaso olvida una mujer a su niño de pecho, sin compadecerse del hijo de sus entrañas? Pues aunque esas llegasen a olvidar, yo no te olvido» (Is 49, 15). Pues es tal el amor de Dios y la necesidad que sabe tenemos del Señor, que, pase lo que pase, nunca se apartará de nuestro lado proveyéndonos siempre de cuanto necesitemos. 
Lo único que nos queda a nosotros es, como el bebé recién nacido, tomar el alimento de Dios para la Vida, permanecer siempre al amparo de Dios, estar siempre junto al Señor y guardar intacto el tesoro de Dios, «porque donde está tu tesoro, allí está tu corazón» (Mt 6, 21).