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El “Angelus”
Rebeca
Reynaud
La 4ª aparición de la Virgen en Fátima no fue posible el
13 de agosto de 1917, porque en este día el alcalde tenía
prisioneros a los 3 niños para
tratar de hacerlos decir que ellos no habían visto a la
Virgen, aunque no lo logró. La aparición sucedió unos días
después. La Virgen les dijo en esta
aparición: "Recen, recen mucho y hagan sacrificios por los
pecadores. Tienen que recordar que muchas almas se condenan
porque no hay quién rece y haga
sacrificios por ellas". El Papa Pío XII decía que esta frase
era la que más le impresionaba del mensaje de Fátima y
exclamaba: “Misterio tremendo: que
la salvación de muchas almas dependa de las oraciones y
sacrificios que se
hagan por los pecadores”.
Las devociones marianas son auténticos tesoros, y una de
esas breves devociones es el Ángelus. Todos los días, en
algún lugar del mundo dan las
doce –por el movimiento de rotación de la tierra- y se reza
el Angelus sucesivamente. Al rezar esta oración centrada en
la encarnación del Verbo,
nos sumergimos en la contemplación del misterio de Cristo.
Breve historia del Ángelus
La costumbre de contemplar el anuncio del ángel Gabriel a
María de Nazaret influyó en las comunidades cristianas de
los primeros siglos en la
comprensión del misterio de la encarnación. Dan fe de ello
las aportaciones de los Padres de la Iglesia, tanto
orientales como occidentales.
El Ángelus se reza a las 6 de la mañana, a las 12 (mediodía)
y en la tarde, a las 6 p.m. La costumbre de rezar en estos
tres momentos de la jornada es
muy antigua.
En el judaísmo, se recitaba dos veces al día la profesión de
fe conocida como Shemá Ysrael (escucha Israel), posiblemente
a causa del texto del
Deuteronomio 6,7 y 11,19: "Repetirás estas palabras (de la
Ley) a tus hijos, las dirás lo mismo en casa que cuando
vayas de camino, cuando te acuestes y
cuando te levantes". No es una mera plegaria, sino un acto
de fe y de reconocimiento al Dios salvador que se ha
manifestado en los acontecimientos
de la historia. Es como el credo israelita, y formaba parte
de la liturgia oficial del Templo y de la vida privada.
En el siglo XVI se introdujo la costumbre de separar las
tres Ave María con tres versículos, tal como se hace ahora
en el rezo del Ángelus. Esta fórmula
está documentada por primera vez en un catecismo impreso en
Venecia en 1560.
El Papa Pío V hizo insertar en 1571 esta misma fórmula en el
Oficio de la Virgen, aprobado por él, introduciéndola bajo
el título "Ejercicio cotidiano". La fórmula adquiría así un
carácter oficial. La oficialidad del Ángelus, si es lícito
hablar así, recibe una confirmación definitiva en el
Ceremonial editado en 1600 por orden de Clemente VIII.
A finales del siglo XVII en Francia se rezaba en todas las
iglesias: "no hay familia cristiana que no rece el Ángelus
cuando oye tocar las campanas. Creo que no hay necesidad de
exhortar a los cristianos para que lo recen, ya que esta
práctica está bien establecida y observada en todas partes".
(Bocquillot).
En 1724, Benedicto XIII concedió indulgencia plenaria a los
fieles que, al tocar la campana y de rodillas, rezasen el
Ángelus, exhortando a pedir al
Señor por la paz y la concordia entre los príncipes
cristianos y la liberación de las herejías.
Pío XII favoreció la práctica del Ángelus al mediodía,
rezándolo él mismo con sus visitantes peregrinos. El mismo
Pío XII, al inaugurar la Radio
Vaticana el 11 de febrero de 1958, con el rezo del Ángelus a
mediodía, volvía a proponer esta oración a los fieles.
Finalmente, el Papa Juan XXIII, cuando empezó a impartir la
bendición apostólica los días de fiesta, decidió colocar
antes de la bendición la oración del Ángelus, uso que
adoptaron luego sus sucesores, hasta que se hizo una de las
citas de oración tradicionales del obispo de Roma con los
fieles romanos y peregrinos.
En la exhortación apostólica "Marianis cultus", de Pablo VI
(1974 exhorta a "mantener la costumbre de este rezo, donde y
cuando sea posible” Entre sus
características se señalan: "Su estructura sencilla, su
carácter bíblico, su ritmo casi litúrgico que santifica
momentos diversos de la jornada, su apertura al misterio
pascual, por lo que, mientras conmemoramos la encarnación
del Hijo de Dios, pedimos ser conducidos por 'su pasión y su
cruz a la gloria de la Resurrección" (n. 41).
El saludo del Ángel dirigido a María, Hija de Sión, es una
invitación a aquel gozo mesiánico que en otros tiempos
dirigieron los profetas a Jerusalén. La virgen de Nazaret,
en nombre de Israel, es invitada a
alegrarse porque al tomar carne en su seno, el Hijo de Dios
viene a la Hija de Sión, pone su morada en medio de ella
como rey de la nueva casa de Jacob.
Al anuncio del Ángel corresponde el silencio meditativo de
María, silencio que se abre al deseo de una comprensión más
amplia. María será como una nueva Arca de la Alianza, porque
llevará en su seno al Hijo de Dios.
El fíat de María manifiesta un gozoso deseo de colaborar con
lo que Dios quiere de ella. S. Bernardo dice: “El ángel está
aguardando la respuesta.
Señora, también nosotros esperamos esa palabra tuya de
conmiseración (...) Responde ya, oh Virgen; que nos urge
(......). Mira que está a la puerta
llamando el deseado de todos los pueblos” (Ap. 3,20). (San
Bernardo de Claraval, De laudibus Virginis Matris, IV 8 (PL.
183, 83-84).
De Pascua a Pentecostés se reza el Regina coeli en vez del
Ángelus, para recordar la alegría de la Virgen al ver a
Jesús resucitado.
A nadie como a María se entregó Dios tan abundantemente,
pero tampoco criatura alguna comprendió como María la
grandeza del don divino, ni fue como Ella tan fiel
depositaria y adoradora. Por eso María como Madre de Dios y
Madre nuestra es la mejor maestra, la mejor pedagoga que nos
enseñará a abrirnos al misterio de Cristo, su Hijo y hacerle
un lugar cada vez más relevante en nuestras vidas.
Bruno Forte dice: “El ser humano que se detiene, y tiene
tiempo para Dios, es la respuesta adecuada ante el Dios que
tiene tiempo para el ser humano”.
Fuente:
autorescatolicos.org
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