Novena al Corazón Inmaculado de María

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Por la señal.

Oración Preparatoria:

Señor mío Jesucristo, Dios y hombre verdadero, Creador y Redentor mío, que por amor a los hombres tomasteis la naturaleza humana, escogiendo por Madre a la Purísima, Inmaculada y siempre Virgen María, y disponiendo su Corazón con todo género de perfecciones, para que de su sangre preciosa se formase esa Humanidad santísima en que padecisteis la más afrentosa de las muertes para hacernos vivir de vuestra gracia y así librarnos de la servidumbre del demonio y del pecado: os amo, Dios mío, con todas mis fuerzas, sobre todas las cosas, por esta bondad que para con nosotros habéis mostrado y me pesa de haberos ofendido. Espero que, por los méritos de vuestra preciosísima sangre y los del Corazón sacratísimo de vuestra Madre, me concederéis la gracia que necesito para hacer bien esta novena, a fin de amaros y seros fiel hasta el fin. Amén.

Día Primero:
La Grandeza del Corazón de María

¡Oh Corazón de María, cuya grandeza admira el universo! Hacednos igualmente grandes de corazón y alcanzadnos valor, Madre querida, para olvidar toda Suerte de injurias, y ser todo para todos, a fin de ganarlos para Jesucristo.

Día segundo: Amabilidad del Corazón de María

¡Oh María! ¡Oh Madre nuestra! Vos tenéis un Corazón digno de amor, porque dominasteis con toda perfección las pasiones: alcanzadnos fortaleza para sobreponernos a ellas y para recordar y guardar siempre la ley de la caridad, con la cual seremos también imagen de vuestra dulzura.

Día tercero: Compasión del Corazón de María

¡Madre llena de compasión hacednos compasivos! Vuestro Corazón no puede ver sin conmoverse el dolor y la miseria; encended el nuestro en la más ardiente caridad, que nos mueva a remediar las necesidades espirituales y temporales, propias y de nuestro prójimo.

Día cuarto: Fervor del Corazón de María

¡Amabilísima Madre! Vos obrasteis siempre con el mayor fervor; y Vos conocéis mi flojedad, pereza y apatía, con las cuales no puedo agradar a Dios a quien produce náuseas la tibieza. Yo acudo, Madre mía, a Vos, para que me saquéis de tan miserable estado. Así como comunicasteis vuestro fervor a Isabel y a Juan, dispensadme la misma gracia.

Día quinto: Pureza del Corazón de María

¡Santísima Madre mía! Vos, incomparablemente más que ninguna otra criatura, fuisteis limpia de corazón; Vos resplandecéis más en pureza que todos los justos y Ángeles; Vos por la hermosura de vuestro Corazón enamorasteis al Altísimo y lo atrajisteis a vuestro seno. Alcanzadnos, Señora esa pureza de corazón; rogad por nosotros para que sepamos vencer nuestras malas inclinaciones y vivir en el candor con que Vos fuisteis adornada, a fin de que podamos ver a Dios y morar con El eternamente.



Día sexto: Mansedumbre del Corazón de María

¡Virgen soberana, Reina y Madre llena de mansedumbre! Vuestro corazón mansísimo reprende al nuestro tan inmortificado: queremos imitaros; desde hoy nos proponemos reprimir los movimientos de la ira y practicar la mansedumbre: alcanzadnos, Señora, la gracia que para ello necesitamos.

Día séptimo: Humildad del Corazón de María

¡Oh Virgen humildísima! Vos sois Señora, y os llamáis esclava; Vos sois elegida para el lugar más distinguido, y pretendéis el último; Vos conocéis el mérito de la humildad, y por eso la arraigáis constantemente: alcanzadme esos sentimientos de humildad de que Vos estáis animada; haced que os imite en esta humildad de corazón de que me dais tan brillante ejemplo.

Día octavo: Fortaleza del Corazón de María

Madre mía! Vos conocéis mi cobardía y debilidad, que por desgracia me han acompañado casi siempre: por el admirable valor que tanto os distinguió, os ruego que infundáis en mi corazón la fortaleza necesaria para confesar la fe, para guardar la santa Ley de Dios y para prescindir de todo respeto humano en la práctica de la virtudes.

Día noveno: Paciencia del Corazón de María

¡Madre siempre paciente! Por la multitud y vehemencia de vuestros dolores, os suplicamos nos alcancéis la paciencia y la resignación que necesitamos para sufrir con mérito las amarguras y penalidades que nos afligen. Señora la paciencia nos es necesaria. Vos nos disteis el ejemplo más admirable de ella: interceded por nosotros para que sepamos imitaros.

Oración final

¡Oh Corazón dulcísimo de María de quien he recibido continuamente tantas gracias, tantos beneficios y favores! yo os venero y os doy gracias, y con ternura de hijo os estrecho contra mi pobre corazón. ¡Ah!, permitidme, Madre mía, que con toda confianza os lo entregue; santificadlo con vuestra bendición y trocadlo en bello jardín donde pueda recrearse vuestro Santísimo Hijo. Amén.

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