¿Qué es el Rosario?

Padre Antonio Arias S.J.


¡Hay ríos que, como el Amazonas, llevan inmenso caudal de agua, alimento abundante para los que viven en sus orillas, y fertilidad para valles y llanuras. Y siendo esto así, por su misma grandeza van en silencio, y al mirarlos, parecen una masa de cristal que no se mueve. Pasan sin ruido y haciendo bien.
Así es el Rosario. No tiene apariencias, silenciosamente extirpa del alma los vicios, engendra y guarda las virtudes y da fortaleza invicta en la tribulación; el Rosario hace de las familias en que se reza piadosamente, una copia del hogar de Nazaret, y más de una vez ha influido en la historia universal; y ahora, cuando la incredulidad se empeña en negar lo sobrenatural, el Rosario hará sentir su eficacia en la defensa de los bienes divinos, de las almas y de la Iglesia. Las apariciones de Lourdes y de Fátima nos descubren la eficacia del Rosario.
Esta pequeñez del Rosario es aparente nada más; porque en sí contiene la vida de Cristo, la muerte de Cristo y la resurrección de Cristo. ¿Es que hay cosas más grandes? Y sus oraciones no son invención humana, sino de la misma Santísima Trinidad y de Jesucristo. Y si la devoción a María es nuestra respiración y aliento, el Rosario es la reina de las devociones a María, y tal, que si todos los días lo rezamos piadosamente, sin que dejemos de hacerlo nunca, tiene promesa de la salvación, y la Santísima Virgen así se lo reveló al P. Hoyos, de la Compañía de Jesús. Ninguno de los que han rezado piadosamente el Rosario todos los días, se ha condenado, dijo la Santísima Virgen al P. Hoyos; ni en adelante se condenará, el que haga eso. El Rosario consigue que se logre en nosotros el fruto de la sangre de Cristo; y como es una devoción, que si se empieza no se deja ya, nos alcanza el don de los dones, que es la penitencia final.
León XIII, en la Encíclica que publicó sobre el Rosario en septiembre de 1883, define esta devoción diciendo, que es un modo de orar que consta de ciento cincuenta Avemarías, divididas en quince decenas, con un Padrenuestro en cada decena y un misterio de la Redención, el que corresponda, que se ha de meditar en cada decena. Es claro que han de estar juntas las Avemarías v la meditación del misterio correspondiente, para que exista el Rosario; como para que haya un hombre, es necesario que estén unidos el cuerpo y el alma.
Como se ve, para rezar el Rosario es imprescindible rezar el Padrenuestro y diez Avemarías, y meditar el misterio correspondiente. Las letanías y el Gloria Patri no hacen falta; pero hará bien el que rece ambas oraciones.
Suelen rezarse los Misterios Gozosos, los lunes y los sábados : los luminosos, los jueves; los Dolorosos, los martes y viernes; los Gloriosos, los miércoles y domingos. El que rece el Rosario entero, rece los veinte misterios en el mismo día.

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