De las piedrecillas a los cordeles anudados

Emilio Cárdenas S.M. 


Otro eremita, también de nombre Pablo, lo cuenta un escritor de la antigüedad, Palladio, usaba un procedimiento propio. Tomaba en un cuenco un determinado pero abundante número de guijarros, por ejemplo trescientos. Se recogía en un momento de soledad interior para la oración. Se sentaba en profunda calma y se ponía a repetir serena y lentamente su fórmula. Al acabar cada breve súplica sacaba una piedrecilla del cuenco. Y así sucesivamente hasta dejarlo vacío dando así fin a su ejercicio. Lo mismo repetía por ejemplo con el padrenuestro u otras oraciones y súplicas breves. A la vez que iba practicando su ejercicio intentaba repetir su fórmula, incluso sin necesidad de piedrecillas, a lo largo y ancho del día. Incluso si podía, por la noche, para así esforzarse por vivir en el estado de oración continua de corazón.
Podemos concluir de ello que, ya en el siglo IV la antigua oración de los eremitas del desierto tenía algunos elementos que corresponden a nuestro rosario:
1 conservar durante el día la memoria de Dios.
2 resumir el Evangelio entero en una breve fórmula.
3 llevar cuenta del número de las repeticiones.
4 tener entre los dedos un instrumento para contar.

Porque, en efecto, en el rosario tenemos en primer lugar el esfuerzo por guardar memoria de lo que Dios ha hecho por nosotros, es decir, los misterios de Dios... Luego, ya en el siglo sexto, en vez de piedrecillas se empezaron a usar cordeles con nudos que podían llevarse consigo para ir rezando y contando tanto en tiempo propiamente de oración como en otras circunstancias. Algunos monjes de San Benito así lo hacían. Y en el siglo IX, el Papa León IV prescribió que se propagara un cierto rosario que constaba de cincuenta padrenuestros.
Conviene darse cuenta de lo extendidas que están las variadísimas formas de oraciones de repetición y de instrumentos de cuenta que hay en las diferentes religiones y países de extremo oriente (musulmanes, budistas). Más cercanos a nuestro rosario católico son los de los cristianos de oriente. Los coptos de Egipto y Etiopía, por ejemplo, utilizan un cordoncillo de cuarenta y una u ochenta y una cuentas, que usan para contar las repeticiones de la invocación: «Kyrie eleison», esto es, «Señor ten piedad». Lo usan también para la recitación de salmos o para la lectura de fragmentos evangélicos. El rosario es su técnica de contemplación.

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