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Con María
contemplar el Rostro de Cristo
Padre Celedonio Martínez Daimiel,
O.C.D
Hoy más que nunca los cristianos estamos llamados a
ser testigos de Cristo en un mundo que a pasos agigantados se está alejando
del Dios revelado y manifestado en Cristo Jesús. Dramática situación nos la
muestra el Papa Benedicto XVI cuando en la carta que ha dirigido a todos los
Obispo de la Iglesia Católica sobre la remisión de la excomunión de los
cuatro Obispos consagrados por el Arzobispo Lefebvre, con fecha del 10 de
marzo del 2009, nos informaba del auténtico problema del momento actual.
Dice el Papa: “El auténtico problema en este momento actual de la historia
es que Dios desaparece del horizonte de los hombres y, con el apagarse de la
luz que proviene de Dios, la humanidad se ve afectada por la falta de
orientación, cuyos efectos destructivos se ponen cada vez más de
manifiesto”.
Dar una solución a esta problemática de indiferencia religiosa que se está
viviendo en nuestro mundo, sabemos que no es nada fácil. Pero no por ello
los cristianos nos tenemos que conformar apáticamente con la dura realidad
que nos invade, sino que el momento presente nos ha de motivar a buscar cada
día con más fe el rostro resplandeciente de Cristo, a ser testigos de su
amor y, como nos dice apóstol san Pedro, tenemos que estar siempre
dispuestos para dar razón de nuestra esperanza a todo el que nos la pidiere
(1 Pe 3,15). Para la contemplación del verdadero rostro de Cristo, el
creyente encuentra en María un modelo insuperable, porque el rostro del Hijo
le pertenece de un modo especial, de ahí que guiados de su mano pueda
descubrir todos los misterios para su salvación.
La unión con Cristo de la mano de María
Podemos con María profundizar en el misterio de Cristo y contemplar su
rostro mediante una oración sencilla y profunda que ha sido apreciada por
muchos santos y que el Magisterio de la Iglesia siempre ha fomentado. Y esta
oración no es otra que la del Santo Rosario.
El rosario aunque se distingue por ser una oración de carácter mariano, no
hemos de olvidar que es una oración centrada en la cristología. Podemos ver
en la sobriedad y sencillez de sus partes, nos decía el Papa Pablo VI en la
exhortación apostólica Marialis Cultus, que es un compendio del Evangelio en
el que resuena la oración de María. Y el Papa Juan Pablo II en la carta
Apostólica Rosarium Virginis Mariae, dice que con el rosario el pueblo
cristiano aprende de María a contemplar la belleza del rostro de Cristo y a
experimentar la profundidad de su amor.
Esta oración que al parecer está pasando por una cierta crisis siendo
infravalorada injustamente y por ello poco propuesta a las nuevas
generaciones, porque hay quien piensa que la centralidad de la liturgia
tenga como consecuencia una disminución de la importancia del rosario, en
realidad se equivocan porque el rosario, como bien ha dicho el Papa Pablo VI
en la exhortación apostólica ya citada, no se opone a la liturgia sino que
le da soporte, ya que la introduce y la recuerda, ayudándola a vivirla con
plena participación interior, recogiendo así sus frutos en la vida
cotidiana. También hay quien ve en el rosario una oración mecánica, aburrida
y de poca importancia para la vida contemplativa del cristiano, a estos
respondemos de igual modo con las palabras de Pablo VI de la misma
exhortación apostólica. Dice el Papa: “sin contemplación, el rosario es un
cuerpo sin alma y su rezo corre el peligro de convertirse en mecánica
repetición de fórmulas y de contradecir la advertencia de Jesús: Cuando
oréis, no seáis charlatanes como los paganos, que creen ser escuchados en
virtud de su locuacidad (Mt. 6,7). Por su naturaleza el rezo del rosario
exige un ritmo tranquilo y un reflexivo remanso, que favorezca en quien ora
la meditación de los misterios de la vida del Señor, vistos a través del
corazón de Aquella que estuvo más cerca del Señor, y que desvelan su
insondable riqueza”.
El rosario por tanto ayuda al creyente a contemplar con los ojos de María
todos los misterios de nuestra salvación. Por medio de los misterios
gozosos, luminosos, dolorosos y gloriosos el creyente, guiado de la mano de
María, entra a contemplar en toda su riqueza la plena inteligencia y
perfecto conocimiento del misterio de Dios, en el que se encuentran ocultos
para nuestros ojos los tesoros de la sabiduría eterna.
Con la recta recitación del rosario al fiel cristiano se le ofrece el
abrirse a un conocimiento mucho más profundo y místico del misterio de
Cristo y en el mismo misterio de Cristo encontrar el misterio de la Madre
Virgen que aceptando libremente la misión encomendada, ha traído la plena
salvación al género humano.
La recta recitación del rosario
La recitación del rosario es un método para
contemplar. Este método de contemplación se ha de utilizar siempre con un
fin el cual no es otro, como bien se ha dicho, de contemplar con la mirada y
el corazón de María los misterios de la salvación. Cuando el rosario no
tiene esta finalidad existe el riesgo, nos recuerda el Papa Juan Pablo II en
la carta apostólica ya citada, de que esta oración no sólo no produzca los
efectos espirituales deseados, sino que el rosario mismo con el que suele
recitarse, acabe por considerarse como un amuleto o un objeto mágico, con
una radical distorsión de su sentido y su cometido.
Para una recta recitación de esta oración se hace necesario entrar en la
dinámica orante de la escucha de la Palabra, meditando los textos
evangélicos que en cada misterio del rosario se recitan. Guardar un silencio
orante entre el misterio proclamado y la escucha de la Palabra, justo antes
de comenzar con la recitación del Padre nuestro y de las diez Ave Marías.
Recitar las letanías pausadamente teniendo presente en la mente y el corazón
cada una de las aclamaciones que hacemos a la Madre de Dios.
Esta oración tan fácil y sencilla, y al mismo tiempo tan rica, es necesario
que se recupere en las comunidades cristianas, en las comunidades
religiosas, en las familias con los hijos para que estos ya desde su más
tierna infancia descubran la belleza de esta oración, los enfermos y
ancianos, también entre los jóvenes para que experimenten en sus vidas la
riqueza espiritual que se encierra en el rosario.
Quisiera terminar este pequeño artículo con las palabras del Papa Juan Pablo
II, que en la carta apostólica Rosarium Virginis Mariae nos presenta el
rosario como un itinerario contemplativo: “lo verdaderamente importante es
que el rosario se comprenda y se experimente cada vez más como un itinerario
contemplativo. Por medio de él, de manera complementaria a cuanto se realiza
en la liturgia, la semana del cristiano, centrada en el domingo, día de la
resurrección, se convierte en un camino a través de los misterios de la vida
de Cristo, y Él se consolida en la vida de sus discípulos como Señor del
tiempo y de la historia”.
Fuente:
autorescatolicos.org
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