Salterio Mariano

San Anselmo

 

(Selección)

MISTERIOS GOZOSOS

Ave, Madre, tu Hijo en su justicia dispone que venga sobre nosotros la justa ayuda del Padre

Tú, sondeas el corazón y las entrañas, Tú eres un Dios justo. Mi escudo es Dios, que salva a los hombres sinceros (Salmo 7)

Ave, Reina de las vírgenes, Madre, virgen después del parto; tu Hijo es el lote hermoso, la heredad que me encanta.

Me ha tocado un lote hermoso, me encanta mi heredad. Bendeciré al Señor, hasta de noche me instruye internamente (Salmo 15)

Ave, Madre, la raza humana a tu Hijo en ti proclama, porque Él nos manifiesta las maravillas de su gracia.

Muestra, Señor, las maravillas de tu misericordia. Guárdame como a las niñas de tus ojos (Salmo 16)

Ave, los espíritus te alaban, toda virtud te canta; envuelto en la nube de tu carne, desde ti –oh cielo– el Señor tronaba.

...Y el Señor tronaba desde el cielo, el Soberano hacía oír su voz (Salmo 17)

Ave, de tu tálamo virginal Dios nació, y, colmándonos de gracia, como Esposo se nos dio.

El sale como el esposo de su tálamo, contento como un héroe a recorrer su camino (Salmo 18)

Ave, Sión, desde ti, Dios hecho carne es nuestro apoyo: el que hizo la paz en su cuerpo, se acuerda de nuestras ofrendas.

Que te apoye desde Sión; que se acuerde de todas tus ofrendas, que te escuche el Señor en el peligro, que te envíe auxilio desde el santuario (Salmo 19)

Ave, Madre, tu Hijo es torrente de delicias, Verbo del Padre hecho hombre, Luz de luz, fuente de vida.

Les das a beber del torrente de tus delicias... En Ti está la fuente viva y en tu luz veremos la luz (Salmo 35)

Ave, tú diste a luz a Jesucristo, diestra del Padre; al rostro del Dios invisible, en su luz, visible se hace.

No fue su espada la que ocupó la tierra, la que les dio la victoria, sino tu diestra y la luz de tu rostro, porque Tú los amabas (Salmo 43)

Ave, tu Hijo, el Altísimo, consagra su morada; el rayo de la luz Paterna se hace medicina nuestra.

El correr de las acequias alegra la ciudad de Dios, el Altísimo consagra su morada (Salmo 45)

Ave Madre, tu único Hijo, Dios y hombre, desde el confín de la tierra invoca, cuando en nosotros, sus miembros, implora.

Te invoco desde el confín de la tierra, llévame a una roca inaccesible, porque Tú eres mi refugio contra el enemigo (Salmo 60)

MISTERIOS DOLOROSOS

Ave, Madre, tu Hijo a Dios, su Padre, pidió y recibió en herencia las naciones que redimió.

Pídemelo y te daré en herencia las naciones; en posesión hasta los confines de la tierra (Salmo 2)

Ave, Madre, tu Hijo se durmió en su pasión, se acostó en el sepulcro, venció a la muerte en su resurrección.

Puedo acostarme y dormir y despertar, el Señor me sostiene (Salmo 3)

Ave, Madre singular, gracias a tu fecundidad son dichosos los hombres, absueltos de su maldad.

Dichoso el que está absuelto de su culpa, a quien le han enterrado su pecado (Salmo 31,1)

Ave, estrella virginal, tu fruto singular de la cítara nos habló cuando en la cruz murió. A Él bien le salmodiamos con el arpa de diez cuerdas cuando a Él le dedicamos el decálogo sagrado.

Dad gracias al Señor con la cítara, tocad en su honor el arpa de diez cuerdas, cantadle un cántico nuevo (Salmo 32)

Ave, Madre, tu hijo se hizo sacrificio por nosotros. Dios hecho carne se manifiesta como única medicina nuestra.

No pides sacrificio expiatorio; entonces yo digo: Aquí estoy. Dios mío lo quiero, llevo tu ley en mis entrañas (Salmo 39)

Ave, Madre, tu Hijo nos sanó de nuestro mal; único abogado, poderoso para defender y perdonar.

Yo dije: «Señor, ten misericordia; sáname porque he pecado contra ti» (Salmo 40)

Ave, virgen poderosa, tu Hijo en la cruz clavado alzó el poder del justo, rompió las cadenas del pecado.

Derribaré el poder de los malvados y se alzará el poder del justo (Salmo 74)

Ave, Madre, tu Hijo crucificado nos rescató, con el agua y con la sangre, con el cáliz de la salvación.

Me envolvían redes de muerte, caí en tristeza y angustia, invoqué al Señor: ¡Señor, salva mi vida! (Salmo 115)

Ave, celestial Señora, merced de tu fruto somos; pues, por su muerte gloriosa, hemos recibido vida.

La herencia que da el Señor son los hijos, su salario el fruto del vientre (Salmo 126)

Ave, en tu Hijo está la misericordia; Él derrama sobre su pueblo la redención copiosa.

Desde lo hondo a ti grito, Señor: Señor, escucha mi voz; estén tus oídos atentos al clamor de mi súplica... Del Señor viene la misericordia, la redención copiosa (Salmo 129).

MISTERIOS GLORIOSOS

Ave, por tu Hijo, auxilio que envía Dios Padre, por los bienes que nos hizo en el Señor, nos alegramos.

Alegra mi corazón con tu auxilio, y cantaré al Señor por el bien que me ha hecho (Salmo 12)

Ave, reina de la gracia, tu Hijo, Rey de la Gloria, es el Señor de los Ejércitos, Luz de luz, Cristo Dios.

¿Quién es ese Rey de la gloria? El Señor, Dios de los Ejércitos, Él es el Rey de la gloria (Salmo 23)

Ave, Madre, tu Hijo, al resucitar, se nos hizo júbilo por la mañana, gloria y esperanza.

Señor, sacase mi vida del abismo, me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa. Al atardecer nos visita el llanto, por la mañana el júbilo (Salmo 29)

Ave, Madre, tu hijo se hizo salvador de nuestra almas; por lo cual invita el salmo: Pueblos todos batid palmas.

Pueblos todos, batid palmas, aclamad a Dios con gritos de júbilo, porque el Señor es sublime, emperador de toda la tierra (Salmo 46)

Ave, tu Hijo sobre el cielo está elevado y su gloria llena toda la tierra.

Elévate sobre el cielo, Dios mío, y llene la tierra tu gloria. Te daré gracias ante los pueblos, señor; tañeré para Ti ante las naciones (Salmo 56)

Ave, por tu Hijo aclamamos a Dios Padre. Salmodiamos y alabamos, y con cantos exultamos.

Aclamad a Dios, tierra entera. Decid a Dios: Qué temibles son tus obras. Que se postre ante Ti la tierra entera, que toquen en tu honor (Salmo 65)

Ave, Madre, a tu Hijo como al Dios verdadero, adoran, glorifican, alaban y engrandecen todos los pueblos.

Todos los pueblos vendrán a postrarse en tu presencia, Señor y a honrar tu nombre. Grande eres Tú y haces maravillas, Tú eres el único Dios (Salmo 85)

Ave, santuario del Rey, cuyo honor es la justicia, y el estrado de sus pies, el manto de la carne asumida.

Ensalzad al Señor Dios nuestro, postraos ante el estrado de sus pies. Él es santo (Salmo 98)

Ave, por ti nuestra Sión aparecerá gloriosa; de tu Hijo son las obras y las creaturas todas.

Cuando el Señor reconstruya Sión y aparezca en su gloria... el pueblo que será creado alabará al Señor (Salmo 101)

Ave, Madre, desde ti, el Señor, el Hijo de Dios, nos ilumina, concebido por el Espíritu Santo y, de entre los muertos, resucitado.

El Señor es Dios, Él nos ilumina (Salmo 117)

Fuente: Movimiento Misionero del Milagro