El Rosario es "contemplar el rostro de Cristo con María"

Benito Spoletini, ssp

 

La reciente carta apostólica de Juan Pablo II - El Rosario de la Virgen María - nos ofrece un hermoso documento sobre la más difundida, y ciertamente la más querida, práctica mariana: el Rosario. 

Es un texto que, entre otras cosas, abre nuevos horizontes a esta devoción que es eminentemente evangélica y que, en forma simple y eficaz, ayuda a penetrar en el misterio de Cristo, mirado con los ojos de María y orado con los sentimientos de su corazón maternal. Pío XII definió el Rosario como "compendio del Evangelio", y ahora lo es más y mejor, pues el Papa actual, llenando una evidente laguna ente los "misterios de gozo" (infancia de Jesús) y los "misterios del dolor" (su pasión y muerte), ha añadido los cinco "misterios de luz" que se refieren precisamente a la vida pública de Jesús. Se trata de un documento particularmente rico, con un estilo coloquial y muy comunicativo. Su lectura es indispensable para una renovada manera de mirar al Rosario, de superar el desgaste que lo ha afectado y devolverle la función que le es propia: no una rezandera de fórmulas sino acercamiento mariano al misterio de Cristo, vivenciado en lo cotidiano.

Cinco verbos claves para vivenciar su dimensión cristológica. - Creo que el mérito más relevante de esta carta del Papa es su insistencia sobre la dimensión "contemplativa" y "cristológica" del Rosario. Hace suya la aguda y fuerte reflexión de Pablo VI: "Sin contemplación, el Rosario es un cuerpo sin alma y su rezo corre el peligro de convertirse en mecánica repetición de formulas, contradiciendo la advertencia de Jesús": "Cuando oren, no sean charlatanes como los paganos, que creen ser escuchados por su locuacidad". Por su naturaleza, el Rosario exige un ritmo tranquilo y un reflexivo remanso, que favorezca en quien ora la meditación de los misterios de la vida del Señor, vistos a través del corazón de Aquella que estuvo más cerca del Señor, y que desvelen su insondable riqueza" (MC 47). A partir de allí, Juan Pablo II nos regala la parte más original del documento, condensando en cinco verbos claves - recordar, comprender, configurarse, rogar y anunciar - las disposiciones para un rezo provechoso del Rosario.

a) Recordar a Cristo con María. - Se trata del "recordar" bíblico: hacer memoria, con María, de los eventos salvíficos que Dios actualiza en la historia. "Penetrando de misterio en misterio, en la vida del Redentor, hace que cuanto él ha realizado y la Liturgia actualiza sea asimilado profundamente y forje la propia existencia" (n.13).

b) Comprender a Cristo desde María. - Nadie como María, la maestra, la educadora de Jesús, puede ayudarnos a comprender no sólo las verdades que él nos ha revelado, sino a comprenderlo a él. "Recorrer con María las escenas del Rosario es como ir a la escuela de María para leer a Cristo, para penetrar sus secretos, para entender su mensaje". Una escuela muy eficaz la de María, pues ella la ejerce con los abundantes dones del Espíritu Santo. Es, a la vez, maestra y modelo en la "peregrinación de la fe" (n.14).

c) Configurarse a Cristo con María. - Exigencia fundamental de la espiritualidad cristiana es "el deber del discípulo de configurarse cada vez más con su Maestro". Con "el recorrido espiritual del Rosario", en compañía de María contemplamos incesantemente el rostro de Cristo y se crea así una asiduidad "amistosa" que "nos introduce de modo natural en la vida de Cristo y nos hace como "respirar" sus mismos sentimientos". Era lo que san Pablo les pedía a los cristianos de Filipos: "Tengan en ustedes los mismos sentimientos de Cristo" (2,5) (n.15).

d) Rogar a Cristo con María. - Nos recuerda el Papa con el Catecismo de la Iglesia Católica, que "la oración que Cristo y el Espíritu Santo hacen brotar en nuestro corazón, interviene María con su intercesión materna". "En las bodas de Caná, el evangelio muestra precisamente la eficacia de la intercesión de María, que se hace portavoz ante Jesús de las necesidades humanas: No tienen vino" (Jn 2,3)". Y añade: "En el Rosario, mientras suplicamos a María, templo del Espíritu Santo, ella intercede por nosotros ante el Padre que la ha llenado de gracia y ante el hijo nacido de su seno, rogando con nosotros y por nosotros" (n.16).

e) Anunciar a Cristo con María. - Es una conclusión lógica, pues "el Rosario, dice el Papa, es también un itinerario de anuncio y profundización": la presentación del misterio de Cristo, contemplativa, repetida, profundizada, orante es una ayuda real "para modelar al cristiano según el corazón de Cristo". Y en la celebración comunitaria -en parroquias y santuarios - constituye "una significativa oportunidad catequética" que va aprovechada. "De este modo la Virgen del Rosario continúa también su obra de anunciar a Cristo". Y como en el pasado fue utilizado eficazmente en momentos difíciles para la Iglesia, hoy hay que utilizarlo ante los nuevos desafíos; pues, "pues conserva toda su fuerza y sigue siendo un recurso importante en el equipaje de todo buen evangelizador" (n. 17).

Camino de María al misterio de Cristo y del hombre. - Concluimos esta reflexión con otra perla de Juan Pablo II en su carta apostólica sobre el Rosario. Al Rosario se le puede llamar "el camino de María" - mujer de fe, de silencio y escucha - que nos ayuda a comprender mejor el misterio de Cristo, pero también, dice el Papa, "quien contempla a Cristo recorriendo las etapas de su vida, descubre también en Él la verdad sobre el hombre"... Resulta natural en ese encuentro con la santa humanidad del Redentor, presentar tantos problemas, afanes, fatigas y proyectos que marcan nuestra vida... Sí verdaderamente el Rosario "marca el ritmo de la vida humana", para armonizarla con el ritmo de la vida divina, en gozosa comunión con la Santísima Trinidad, destino y anhelo de nuestra existencia" (n. 25).

Al comenzar el Mes de María creo que la mejor sugerencia para nuestros lectores es que se acerquen directamente al texto de Juan Pablo II: un texto nuevo, cálido y actual. Bien comprendido el Rosario es "contemplar con María el rostro de Cristo", es un manantial riquísimo de espiritualidad bíblica, cristológica, trinitaria y misionera; es un medio poderoso para implorar de Dios con María el don de la paz y la unidad de la familia en la crisi actual del mundo.