Prendidos y prendados de tu Rosario

Roberto Fernández Iglesias

 

El rosario sigue siendo hoy un buen camino para acudir ante la Virgen María, y para alcanzar sus favores.

Una canción popular llena de ternura canta así: "llévanos, Virgen, al cielo prendidos de tu Rosario"... Entre las devociones que expresan el amor de los fieles a Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, destaca la del santo rosario. Destaca por su técnica repetitiva y moldeable a los altibajos de nuestra psicololgía y por la plasticidad de sus misterios que permitían visualizar la Humandidad del Señor, a manera de audiovisuales, para la catequesis popular. Destaca por su contenido bíblico manifestado tanto en los misterios extraídos del Nuevo Testamento, como en la oración del padrenuestro y del avemaría procedentes igualmente de la Biblia. Destaca por su vigor Cristocéntrico ya que se elogia a María unida íntimamente a los acontecimientos de la vida de Jesús venerada precisamente por su relación a Cristo, el Señor. Destaca finalmente por su posicionamiento en la pastoral de la Iglesia y por su universalidad que la extiende a personas de toda condición y en todas partes.

Esta oración acaba de ser enriquecida, por iniciativa de Su Santidad Juan Pablo II, con cinco nuevos misterios, llamados de Luz, que se añaden a los quince ya conocidos como Gozosos, Dolorosos y Gloriosos. Está muy bien esta innovación porque trata de cubrir un salto que se daba en el rosario tradicional desde la infancia a la Pasión del Señor, sin tener en cuenta nada de su Vida Pública. Con los cinco nuevos misterios se extraen cinco grandes acontecimientos del Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo. O sea, el Bautismo del Señor, su primer milagro en las Bodas de Caná, la Proclamación del Reino de Dios, la Transfiguración y la institución de la Eucaristía. De esta manera, se refleja mejor la totalidad de la Vida del Señor y el Rosario adquiere un nuevo resplandor con la intensidad de las verdades teológicas que los nuevos misterios encierran.

Aunque en el mundo actual son millones los que rezan el rosario, algunos se quejan de su monotonía, de la dificultad que encuentran en concentrarse y del cansancio por repetir siempre lo mismo. Pero estas objeciones pueden resolverse si analizamos desde la experiencia y la naturaleza de las cosas. En primer lugar, como dice el P. Schillebeeckx en su precioso libro María, Madre de la redención, p. 251, todos nosotros acumulamos, en la sombra de nuestra mente, nociones, experiencias, impresiones. Son riquezas acumuladas en el fondo de nosotros mismos, desperdiciadas muchas veces por ignorar que están allí. La mecánica del rosario con su repetición, en el decurso de las cuentas por los dedos, actúa como relajante de la tensión habitual y hace aflorar todas esas realidades sumergidas hacia la claridad de al conciencia. Y de golpe, al poner en primer plano la muerte de Jesús, por ejemplo, se desencadenan en nosotros afectos y sentimientos de fe, de amor y de esperanza. Pasamos así de una oración vocal a la oración contemplativa, y empezamos a sentir una nueva dimensión de nuestra vida. En segundo lugar, cierto que repetimos y repetimos las mismas alabanzas a María, pero a las mujeres justamente les gusta que les repitan ciertas cosas, sobre todo las que están llenas de amor. Y la Virgen María es una mujer y no se cansa de oírnos repetir, como decían los primeros dominicos del siglo XIII, porque "a la Virgen se la ama, se la alaba y se la honra".

En todo caso, siguen siendo verdaderas aquellas palabras de San Bernardo: "Acordaos, Oh piadosísima Virgen María, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorando vuestra asistencia y reclamando vuestro socorro, haya sido abandonado por vos". Pues el rosario sigue siendo hoy un buen camino para acudir ante la Virgen María, y para alcanzar sus favores.

Publicado en diario HOY, domingo 27 de octubre de 2002. Quito, Ecuador

Fuente: periodismocatolico.com