Rosario a la Santísima Virgen de Guadalupe

Fr. José Mª Padilla Martínez, O.F.M. 

 

Ofrecimiento:

¡Oh Jesús, divino Redentor y Salvador que, en tu designio de salvar estas enormes regiones de América, enviaste misioneros con la luz del Evangelio; y, por un designio muy especial de tu predilección a estas tierras del Anáhuac, quisiste que tu dulcísima Madre, Estrella esplendorosa de la Evangelización, viniera a manifestarnos su amor maternal, dándole como intérprete y embajador muy digno de confianza al humildísimo Juan Diego, concédenos, ¡oh divino Salvador!, que él mismo presente a tu Santísima Madre nuestras pobres oraciones y súplicas que iremos manifestando al rezar y meditar este Santo Rosario.

Primer Misterio: Bautismo y conversión de Juan Diego

Humildísimo Juan Diego, al llegar los misioneros a tu pueblo de Cuautitlán, escuchaste con mucha devoción y fervor el mensaje divino de salvación, y cada vez más y más se abría tu corazón a la Palabra divina, e inflamado tu corazón en el fuego del amor divino, pediste humildemente el santo Bautismo.

Fue un día radiante, lleno de luz y de felicidad en tu alma, el día de tu conversión a Dios.

Ruega a la Niña, a tu hijita la más pequeña de tus hijas, para que también nosotros nos entreguemos a Dios mediante una sincera conversión.

Padre Nuestro...

Segundo misterio:

Juan Diego desea

conocer y vivir su fe

Humildísimo Juan Diego, mucho deseabas saber de Dios, de Cristo, que en la cruz murió por ti, y de su Santísima Madre; y sin preocuparte de la enorme distancia, el frío, el calor, el hambre ni la sed, cada sábado acudías a Tlatelolco en pos del divino culto y las enseñanzas que daban los misioneros. Ardientemente deseabas conocer y vivir tu fe.

Ruega a la Niña, a la más pequeña de tus hijas para que apreciemos mucho el sacrificio de Cristo y sus divinas enseñanzas.

Padre nuestro...

Tercer Misterio: Vidente

y mensajero de la Madre

del Verdadero Dios

por quien se vive

El sábado 9 de diciembre de 1531, en camino a Tlatelolco y amaneciendo en el Tepeyac, escuchas hermosísimos cantos hacia el cerro, mucho más hermosos que los de los pajarillos; te detienes y los escuchas como si vinieran del Cielo.... De pronto, una dulcísima voz te llama: «Juanito, Juan Dieguito, ¿a dónde vas?». Y le dices que vas a Tlatelolco a recibir las enseñanzas divinas que nos dan los Sacerdotes delegados de nuestro Señor... La Señora te dice: «Yo soy la siempre Virgen Santa María, Madre del Verdadero Dios por quien se vive... Deseo que se me construya aquí un templo, para en él mostrar mi amor, compasión, auxilio y defensa de todos. Ve a ver al Obispo y manifiéstale mi deseo».

Pide a tu Niña que nunca nos falte su auxilio, defensa y amor.

Padre Nuestro...

Cuarto Misterio:

Juan Diego, mensajero digno de confianza

Humildísimo Juan Diego, feliz y presuroso te diriges al Obispo; pero te vas a encontrar con la incredulidad, el menosprecio y el sufrimiento. Muy triste vuelves a la Dulcísima Señora y le suplicas que mande a otro, a un principal, a uno conocido, estimado, respetado; y humildemente le dices: «Yo soy un hombrecillo, soy cordel, soy cola, soy hoja, soy gente menuda; y Tú, Niña mía, la más pequeña de mis hijas, me envías a un lugar por donde no ando y adonde no paro. Perdóname que te cause gran pesadumbre y caiga en tu enojo, Señora y Dueña mía». Con dulzura, la Señora del Cielo te dice: «Tú eres mi mensajero digno de confianza». Obediente vuelves al Obispo, que te recibe con mayor amabilidad, pero te exige una señal para creerte. ... «Bien, hijito mío», te dice la Señora: «volverás mañana para que lleves al Obispo la señal que te pide».

Ruega a la Niña, para que, como tú, seamos humildes y sencillos de corazón.

Padre Nuestro... . 

Quinto Misterio: Juan Diego nos entrega un tesoro

de amor maternal

Humildísimo Juan Diego, vuelves a Cuautitlán y encuentras gravemente enfermo a tu tío Juan Bernardino y te pide que le lleves un Sacerdote para que lo confiese y prepare a morir... Muy de madrugada te diriges a Tlatelolco, rodeando por otro camino para que la Señora del Cielo no te entretenga. La Virgen te sale al encuentro y te consuela asegurando que tu tío ya está curado. «Sube al cerro», te dice, «corta flores y me las traes». Subiste y te asombraste de que hubiera tan hermosas y frescas rosas; cortas bastantes y las colocas en tu tilma. La Virgen toma las flores y luego las vuelve a tu regazo diciendo: «Hijito mío, el más pequeño, estas rosas son la señal que llevarás al Obispo». Muy contento te diriges a México, y con no pocos problemas, logras ver al Obispo y, dejando caer las rosas, le dices: «Aquí está la señal que te envía la Señora del Cielo»... Ante el Obispo y demás personas aparece la hermosísima imagen de Guadalupe, la Madre del Verdadero Dios por quien se vive.

Humildísimo Juan Diego, hijo predilecto de nuestra Señora..... Intercede por nosotros.

Padre Nuestro...

Se rezan las tres Avemarías... La Salve...

la Letanía... y se termina con la siguiente oración:

¡Oh glorioso y humildísimo Juan Diego!, que por tu profunda humildad y sencillez mereciste que Dios te escogiera para que fueras embajador digno de confianza e intercesor ante la gloriosísima Virgen de Guadalupe, nuestra tierna y dulce Madre -pues Dios siempre escucha a los humildes y sencillos de corazón-... Recuerda que cuando viviste en el Tepeyac, en una casita al lado de la primera ermita dedicada a tu pequeña Niña, acudían a ti muchos inditos pidiendo que intercedieras por ellos ante la Madre de Dios y tú rogabas a la Santísima Virgen por sus necesidades.

Ahora y siempre, pide por nosotros a tu Niña, a la Reina, a quien su divino Hijo nada le niega.

Mi corazón en amarte eternamente se ocupe... y mi lengua en alabarte, Madre mía de Guadalupe...

Adiós, Reina del Cielo...

* Escrito de Fr. José Mª Padilla Martínez, O.F.M. (de San Francisco de Pátzcuaro) * Morelia. Tiene Imprimátur(27/VI/2002) de Mons. Guillermo Moreno Bravo, Vicario General de la Arquidiócesis Primada de México.

Fuente: Diócesis de Celaya, México