¿De dónde viene El Santo Rosario?

Fray Carlos Mario Alzate Montes, O.P.

 

¿por qué sigue siendo la plegaria profunda de centenas de millones de católicos alrededor del mundo? 

La historiografía tradicional suponía que este tipo de secuencia era de origen Oriental. De una raíz indiana shivaita, el mundo islámico habría traído la costumbre de recitar los 99 nombres de Aláh sirviéndose de apropiadas cadenitas de 99 bolitas. Un desarrollo similar en el mundo Budista y con posibles influencias musulmanas fue traído a conocimiento de Europa por Marco Polo. Los cruzados, según esta hipótesis historiográfica, habrían importando a Occidente y adaptado a la plegaria cristiana una práctica de origen Oriental. Hoy, sin embargo, una hipótesis formulada al final del siglo pasado encuentra amplias confirmaciones y ningún estudio duda de la existencia de cadenitas utilizadas para la plegaria en el mundo cristiano desde los tiempos de los Padres del desierto, en los Siglos III y IV después de Cristo, mucho antes de las cruzadas.

Cadenitas que se parecen a nuestros rosarios pertenecieron a Gertrudis, hija de Pipino de Francia, muerta en el año 659, y a Lady Godiva de Coventry, muerta en el año 1041.

El uso de instrumentos para llevar la cuenta de plegarias repetidas es más antiguo que la misma "Ave María", cuyo origen se remonta al siglo VII, y que se afirma en su forma actual alrededor del año 1000.

Parece que las cuerdas con nudos fueron inicialmente utilizadas para repetir un cierto número de veces el Padre Nuestro, de haí se deriva el nombre "Pasternoster" atribuido a un antepasado de nuestras camándulas. Cesario de Heistebach (1180- 1240) alaba las virtudes de una matrona que tenía la costumbre de recitar regularmente cincuenta Ave Marías e historias similares se vuelven relativamente comunes entre los Siglos XII y XIII. Los laicos usan coronas o rosarios - "zaplet" en alemán u "hoedekins" en flamenco- de cincuenta, cien o ciento cincuenta Ave Marías; los religiosos y las religiosas van más allá, como las dominicas del convento de Unterliden en Alemania, que en el Siglo XIII se comprometían a rezar mil Ave Marías por día y dos mil en los días de fiesta. No hay duda, por lo tanto, que la práctica de rezar más veces la misma plegaria sirviéndose de instrumentos apropiados sea de origen muy antiguo en el mundo cristiano, que no dependa de la influencia islámica y que fue sin duda utilizada para repetir el Ave María por lo menos desde el Siglo XII.

Específico del Rosario es, de hecho, el acoplamiento simultáneo de una secuencia de Ave Marías y de una serie de meditaciones sobre la vida de Jesucristo y de la Virgen. Los historiadores coinciden en que el Rosario representa una evolución de los salterios de la Beata Virgen María, donde venían primero los ciento cincuenta salmos con antífonas histológicas y marianas, y después solo antífonas acompañadas de un Padre Nuestro o de una Ave María.

Una versión tradicional difundida en el mundo católico hasta finales del Siglo XIX atribuía la invención del Rosario meditado a Santo Domingo de Guzmán (1170 - 1221). Por cerca de un siglo, del año 1880 hasta el año 1977, los historiadores siguieron a Thomas Esser, según el cual la atribución tradicional a Santo Domingo es el resultado de una confusión con otro Domingo, un ermitaño de Treviri llamado Domingo de Prusia (1384-1460), que vivió dos siglos después del fundador de la Orden y que sería el verdadero "inventor" del Rosario. Sin embargo, en 1977 Andreas Heinz descubrió un manuscrito con un Rosario meditado cien años anterior al de Domingo de Prusia y aparentemente ignorado por éste último, a pesar de la proximidad geográfica, y recitado por los monjas cistercienses de Santo Tomás de Kyll, distante aproximadamente cincuenta kilómetros de Treviri, alrededor del año 1300.

La versión del Rosario de Domingo de Prusia era bien distinta de la que conocemos hoy: contenía cincuenta meditaciones, una por cada Ave María, pero para los fieles más sencillos era todavía demasiado difícil. El dominico Alano de Rupe (1428-1475) alegaba que cincuenta Ave Marías eran muy pocas, pedía por lo menos ciento cincuenta y no le gustaba el nombre "Rosario" adoptado, pero no inventado, por el ermitaño alemán, al que culpaba de traer a la memoria la literatura moderna que asociaba la rosa al amor profano. Sin embargo, los fieles se encargaron de asegurar la permanencia del nombre "Rosario" hasta nuestro días.

Cuándo exactamente hayan sido adoptados por primera vez los quince actuales misterios a los cuales corresponden ciento cincuenta Ave Marías, no es claro entre los historiadores. Se cree que el método actual hubiese sido acuñado en Basilea hacia el año 1475. El Rosario se introduce en las comunidades religiosas, al interior de la reforma, en los "observantes" del siglo XV, un fenómeno que alcanza las Órdenes religiosas más importantes y que se propone reaccionar a los abusos de la época más tarde denunciados por Lutero y superados en parte por la Reforma católica en el concilio de Trento. Si el Rosario rezado a cambio de un estipendio corresponde a una "teología de las obras" que hiere hoy nuestra sensibilidad , el éxito no dependió de estos abusos sino del deseo de los laicos, y de no pocos religiosos, de meditar de una manera disciplinada y sintética toda la historia de la salvación.

Lo poco que se les pedía a los fieles, un cuarto de hora de plegaria meditada al día, comparado a lo mucho que las cofradías prometían, atraía paradójicamente la atención sobre la centralidad de la fe y sobre la gratuidad de la gracias. Estos son los motivos por los cuales el Rosario aguantó las críticas de sus detractores y los abusos de algunos de sus incautos promotores, conservando en la piedad católica el papel central que todavía tiene en nuestros días.

Fuente: opcolombia.org