El Rosario y la muerte

Padre Tomás Rodríguez Carbajo

 

En el mundo creyente católico van muy unidos el rezo del rosario y la muerte. Como es una devoción tan popular debido a su sencillez estructural y a su gran valor cristológico, se "echa mano " de él para expresar nuestra devoción a María.

En familias fervorosas se suele rezar una o varias veces el rosario ante el cadáver de quien velamos por última vez, manifestando con ello que ponemos en buenas manos nuestras súplicas, pues, lo que de manera insistente se dijo en vida, se quiere repetir después de muertos "Ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte". María sigue intercediendo por sus hijos que lo necesitan: Por los que aún peregrinamos en esta tierra y por los que han salido de ella y están en camino del cielo.

En el rezo de los mistenos dolorosos se va contemplando el dolor injustificado de quien al morir por nosotros de esa manera nos alienta a seguirle con entereza como lo hizo María, la Madre de los dolores. Por muy fuerte que sea el sufrimiento de los que quedamos aquí en este "valle de lágrimas", mayor ha sido el de María, nuestra Corredentora. Qué alivio, consuelo y paz nos puede dar en esos momentos dolorosos el acercarnos a María!.

Es muy frecuente entrelazar las manos cadavéricas con el rosario, queriéndolo presentar como salvoconducto en nuestro paso hacia la eternidad. La pregunta que se nos viene de inmediato a la mente es ésta ¿Quién se lo puso, lo hizo por devoción personal o es un reflejo del amor que el difunto profesó a María y que lo exteriorizó repetidas veces durante su vida, honrándola con el rezo del Rosario tan recomendado por Ella?.

Cuando las sartas del rosario han pasado y repasado entre nuestras manos, siempre que desgranábamos "avemarías" en nuestra vida ordinaria, no sólo tiene sentido, sino que es una expresión silenciosa, pero muy elocuente de mostrar a los hombres el amor hacia María, como lo mostró el gitano mártir, Ceferino Jiménez Malla, "El Pelé", quien al estallar la guerra civil fue detenido el 19 de Julio de 1936, cuando defendió a un sacerdote (el primero que detenían, que era tenor en la catedral de Barbastro), lo registraron y le encontraron un fleme (que era un conjunto como de navajitas puntiagudas para las bestias) y un rosario en los bolsillos del chaleco. Su hija habló con el Secretario General del Comité, que vivía en su misma casa. Intentaron quitarle el rosario, para que no lo acusaran de "fascista". Su respuesta fue tajante: "Me lo han quitado todo, pero no me quitarán el rezar". En la noche del 2 al 3 de agosto de 1936 fue fusilado en el cementerio. Murió con el rosario en la mano y gritando: "Viva Cristo Rey". Por su condición de mártir sube a los altares, siendo el primero de su etnia que en la Iglesia tiene ese honor.

Todos los que han llevado el rosario y lo han rezado con devoción durante su vida, deben de entrelazar sus rígidas manos después de muertos: Nos dice Dniadek, que estuvo prisionero con el P. Kolbe en la prisión de Pawiak: "A los cinco días de su llegada nos visitó el oficial jefe del barracón, era un alemán. En cuanto divisó el hábito del Padre, me pareció que se pintaba en su rostro la impresión del que recibe una bofetada. El odio de aquel hombre se encendía, sobre todo, por el crucifijo y el rosario que el religioso llevaba pendiente del cíngulo". Después que se marchó el militar el P. Kolbe paseaba por la celda rezando y nos decía: "No hay motivo para excitarse. Esto sólo es un ensayo. Todo por nuestra Madre!".

Sería interminable la lista de los que llevaron con devoción el rosario, lo rezaron durante su vida y murieron con él, sin tener en cuenta ni los años ni la posición social. Fijémonos en Pierina Morosini, beatificada por Juan Pablo II el 4 de Octubre, mes del rosario, de 1987. Fue mártir de la pureza como lo había sido años antes María Goretti, murió a los 26 años, el 4 de abril de 1957, el asesino le asalta, cuando regresa del trabajo, le atemoriza con un peñasco, Pierina huye, él la golpea violentamente la cabeza, gravísimamente herida cae desvanecida, incapaz de ninguna resistencia. El asesino recoge los modestos enseres de su bolsa y el rosario, que había caído de las manos de su víctima, colocando a ésta en posición de quien duerme para buscar así una inútil coartada.

No hace falta justificar una muerte martirial para llevar con justicia el rosario entre las manos cadavéricas, pero sí tiene sentido haber rezado en vida el rosario como expresión de su amor a María para después de muerto poder entrelazar las inmóviles manos.

Cada uno tiene que dar cuenta de sus actos, no es señal inequívoca de amor a la Virgen poner como un elemento más de la mortaja un rosario, si en vida no lo hemos rezado ¿qué sentido tiene?. No confundamos un objeto religioso con un adorno!.