El Secreto admirable del Santísimo Rosario. 

San Luis María Grignon de Montfort

Tercera Decena.  Excelencia del Santo Rosario en la meditación de la vida y pasión de Nuestro Señor Jesucristo

22a Rosa

Los quince misterios del Rosario.

60) Misterio es una cosa sagrada y difícil de comprender. Las obras de Jesucristo son todas sagradas y divinas, porque es Dios y hombre al mismo tiempo. Las de la Santísima Virgen son muy santas, porque es la más perfecta de las puras criaturas. Se llaman, con razón, las obras de Jesucristo y de su Santa Madre, misterios, porque están repletas de maravillas, de perfecciones e instrucciones profundas y sublimes, que el Espíritu Santo descubre a los humildes y a las almas sencillas que les honran.
También pueden llamarse las obras de Jesús y María flores admirables, cuyo olor y hermosura sólo conocen quienes se acercan a ellas, las olfatean y las abren por medio de una atenta y seria meditación.

61) Santo Domingo dividió la vida de Jesucristo y la de la Santísima Virgen en quince misterios que nos representan sus virtudes y principales acciones, como quince cuadros cuyos trazos deben servirnos de regla y ejemplo para la dirección de nuestra vida. Son quince antorchas para guiarnos en este mundo, quince espejos ardientes para conocer a Jesús y María, para conocernos a nosotros mismos y para encender el fuego de su amor en nuestros corazones, quince hogueras para consumirnos completamente con su celestes llamas.
La Santísima Virgen enseñó a Santo Domingo este excelente método de orar y le ordenó predicarlo para despertar la piedad de los cristianos y hacer revivir el amor de Jesucristo en sus corazones. También lo enseñó al Beato Alano de la Roche. "Es una oración muy útil -le dijo-, es un obsequio que me agrada mucho, el rezo de ciento cincuenta salutaciones angélicas. Y lo es aún más, y harán aún mucho mejor, quienes recen las salutaciones meditando la vida, pasión y gloria de Jesucristo, porque esta meditación es el alma de tales oraciones." En efecto, el Rosario, sin meditar los misterios de nuestra salvación, sería casi como un cuerpo sin alma, una excelente materia, sin su forma que es la meditación, que lo distingue de las demás devociones.

62) La primera parte del Rosario se compone de cinco misterios; el primero es el de la Anunciación del Arcángel Gabriel a la Santísima Virgen, el segundo el de la Visitación de la Santísima Virgen a Santa Isabel, el tercero es el de la Natividad de Jesucristo, el cuarto el de la Presentación del Niño Jesús en el templo y la purificación de la Santísima Virgen, el quinto el del Encuentro de Jesús en el templo entre los doctores. Se llaman misterios gozosos a causa del gozo que proporcionaron a todo el universo. La Santísima Virgen y los ángeles fueron llenos de júbilo en el dichoso momento de la Encarnación. Santa Isabel y San Juan Bautista se colmaron de alegría con la visita de Jesús y María. El cielo y la tierra celebraron el nacimiento del Salvador. Simeón fue consolado y regocijado cuando recibió a Jesús en sus brazos. Los doctores estaban arrebatados de admiración al oír las respuestas de Jesús; y ¿quién podrá expresar la alegría de María y de José al encontrar a Jesús después de tres días de ausencia?

63) La segunda parte del Rosario se compone también de cinco misterios, que se llaman misterios dolorosos, porque nos representan a Jesucristo abrumado de tristeza, cubierto de llagas, cargado de oprobios, de dolores y de tormentos. El primero de estos misterios es el de la oración de Jesús y su Agonía en el Huerto de los Olivos, el segundo su Flagelación, el tercero su Coronación de espinas, el cuarto el de la Cruz a cuestas y el quinto el de la Crucifixión y muerte sobre el Calvario.

64) La tercera parte del Rosario contiene otros cinco misterios, llamados gloriosos, porque contemplamos en ellos a Jesús y María en el triunfo y en la gloria. El primero es el de la Resurrección de Jesucristo, el segundo su Ascensión, el tercero el de la Venida del Espíritu Santo sobre los Apóstoles, el cuarto la gloriosa Asunción de la Virgen y el quinto su Coronación.
He ahí las quince olorosas flores del rosal místico, sobre las cuales las almas piadosas se detienen como diligentes abejas, para recoger el jugo admirable y producir la miel de una sólida devoción.