El Secreto admirable del Santísimo Rosario. 

San Luis María Grignon de Montfort

Tercera Decena.  Excelencia del Santo Rosario en la meditación de la vida y pasión de Nuestro Señor Jesucristo


27a Rosa

81) Para animaros aún más a esta devoción de las almas grandes, añado que el Rosario, rezado con la meditación de los misterios: 1) nos eleva gradualmente al perfecto conocimiento de Jesucristo; 2) purifica nuestras almas del pecado; 3) nos permite vencer a todos nuestros enemigos; 4) nos facilita la práctica de las virtudes; 5) nos abrasa en amor de Jesucristo; 6) nos enriquece con gracias y meritos; 7) nos proporciona con qué pagar todas nuestras deudas con Dios y con los hombres, y finalmente, nos consigue de Dios toda clase de gracias.

82) El conocimiento de Jesucristo es la ciencia de los cristianos y la ciencia de la salvación; se remonta, dice San Pablo (6), sobre todas las ciencias humanas en precio y en excelencia: 1) por la dignidad de su objeto, que es un Dios hombre en presencia del cual todo el universo no es tan siquiera una gota de rocío o un granito de arena; 2) por su utilidad; las ciencias humanas nos llenan solamente del viento y humo del orgullo; 3) por su necesidad; porque no podemos salvarnos sino tenemos el conocimiento de Jesucristo, y el que ignore todas las demás ciencias se salvará, con tal que esté iluminado con la ciencia de Jesucristo. ¡Dichoso Rosario, que nos proporciona la ciencia y el conocimiento de Jesucristo, haciéndonos meditar su vida, su muerte, su pasión y su gloria!
La reina de Saba, admirando la ciencia de Salomón, exclamaba: "Dichosos tus criados y sirvientes, que están siempre en tu presencia y oyen los oráculos de tu sabiduría" (7); pero más dichosos son los fieles que meditan atentamente la vida, las virtudes, los sufrimientos y la gloria del Salvador, porque adquieren de este modo el perfecto conocimiento en que consiste la vida eterna. "Haec est vita aeterna" (8).

83) La Santísima Virgen reveló al Beato Alano que, tan pronto como Santo Domingo predicó el Rosario, los pecadores empedernidos se convirtieron y lloraron amargamente sus crímenes, los mismos niños hicieron penitencias increíbles y el fervor fue tan grande, por doquiera que se predicó el Rosario, que los pecadores cambiaron de vida y edificaron a todos con sus penitencias y su enmienda de vida.
Si sentís vuestra conciencia cargada con algún pecado, coged el Rosario, rezad una parte en honor de algunos misterios de la vida, pasión o gloria de Jesucristo y estad persuadidos de que, mientras meditáis y honráis estos misterios, Él, en el cielo, mostrará sus llagas sagradas a su Padre, abogará por vosotros y os obtendrá la contrición y el perdón de vuestros pecados. Él dijo un día al Beato Alano: "Si esos miserables pecadores rezasen frecuentemente mi Rosario, participarían de los méritos de mi pasión, y, yo, como su abogado, calmaría la divina justicia."

84) Esta vida es de guerra y tentaciones continuas. No tenemos que combatir a enemigos de carne y sangre, pero sí a las potencias mismas del infierno. (9). ¿Qué mejores armas podemos tomar para combatirlos que la oración dominical, que nuestro gran Capitán nos ha enseñado; la salutación angélica, que ha ahuyentado a los demonios, destruido el pecado y renovado el mundo; la meditación de la vida y de la pasión de Jesucristo, que son pensamientos que debemos tener habitualmente presentes, como manda San Pedro, para defendernos de los mismos enemigos que Él ha vencido y que nos atacan diariamente? "Desde que el demonio -dice el Cardenal Hugo-, fue vencido por la humildad y la pasión de Jesucristo, apenas puede atacar a un alma que medita estos misterios, o, si la ataca, es derrotado vergonzosamente." "Induite vos armaturam Dei" (10).

85) Pertrechaos, pues, con estas armas de Dios, con el Santo Rosario, y quebrantaréis la cabeza del demonio y viviréis tranquilos contra todas sus tentaciones. De ahí resulta que aun el Rosario material es tan terrible al diablo, que los santos se han servido de él para encadenarle y arrojarle del cuerpo de los posesos, según atestiguan varias historias.

86) Cierto hombre -refiere el Beato Alano- había ensayado inútilmente toda suerte de devociones para librarse del espíritu maligno, que había tomado posesión de él. Resolvió ponerse al cuello el Rosario. Y con esto se alivió. Pero cuando se lo quitaba era atrozmente atormentado por el demonio, por lo cual resolvió llevarlo noche y día, y así logró alejar para siempre al demonio, que no podía soportar tan terrible cadena. El Beato Alano asegura que libró a un gran número de posesos poniéndoles un Rosario al cuello.

87) Al Padre Juan Amat, de la Orden de Santo Domingo, predicando la cuaresma en un lugar del reino de Aragón, le trajeron una joven posesa, y después de haberla exorcizado varias veces inútilmente, le puso al cuello su Rosario, ella comenzó a dar gritos espantosos, diciendo: "¡Quitadme, quitadme estos granos que me atormentan!" Por fin, el Padre, compadecido de ella, le quitó el Rosario del cuello.
La noche siguiente, cuando este Padre estaba descansando en su lecho, los mismos demonios que poseían a la joven vinieron a él furiosos para apoderarse de su persona, pero con su Rosario, que tenía fuertemente cogido en la mano, a pesar de los esfuerzos que hicieron para quitárselo, los golpeó y arrojó, diciendo: "¡Santa María, Virgen del Rosario, amparadme!"
Cuando a la mañana siguiente iba a la igiesia, encontró a la desgraciada joven aún posesa; uno de los demonios que estaban en ella empezó a decir, burlandose del Padre: "¡Ah hermano! ¡Si no hubieras tenido tu Rosario, ya te habríamos arreglado!" Entonces el Padre arrojó de nuevo su Rosario al cuello de la joven diciendo: "Por los sacratísimos nombres de Jesús y María, su santa Madre, y por la virtud del Santísimo Rosario, os mando, espíritus malignos, salir de este cuerpo inmediatamente"; en el acto tuvieron que obedecer y quedó libre la joven. Estas historias ponen de relieve la fuerza del Santo Rosario para vencer toda clase de tentaciones de los demonios y toda clase de pecados, porque las cuentas benditas del Rosario los ponen en fuga.