|
El Santo Rosario San
Josemaría Escrivá de Balaguer
Segundo
Misterio Doloroso: Flagelación del Señor
Habla
Pilatos: Vosotros tenéis costumbre de que os suelte a uno por Pascua. ¿A
quién dejamos libre, a Barrabás —ladrón, preso con otros por un
homicidio— o a Jesús? (Math., XXVII,17.) Haz morir a éste y suelta a
Barrabás, clama el pueblo incitado por sus príncipes. (Luc., XXIII, 18.)
Habla Pilatos de nuevo: Entonces ¿qué haré
de Jesús que se llama el Cristo? (Math., XXVII, 22.)
—¡Crucifige eum! —¡Crucifícale!
(Marc., XV, 14.)
Pilatos, por tercera vez, les dice: Pues
¿qué mal ha hecho? Yo no hallo en él causa alguna de muerte. (Luc.,
XXIII, 22.)
Aumentaba el clamor de la muchedumbre:
¡crucifícale, crucifícale! (Marc., XV, 14.)
Y Pilatos, deseando contentar al pueblo, les
suelta a Barrabás y ordena que azoten a Jesús.
Atado a la columna. Lleno de llagas.
Suena el golpear de las correas sobre su carne
rota, sobre su carne sin mancilla, que padece por tu carne pecadora. —Más
golpes. Más saña. Más aún... Es el colmo de la humana crueldad.
Al cabo, rendidos, desatan a Jesús. —Y el
cuerpo de Cristo se rinde también al dolor y cae, como un gusano, tronchado
y medio muerto.
Tú y yo no podemos hablar. —No hacen falta
palabras. —Míralo, míralo... despacio.
Después... ¿serás capaz de tener miedo a la
expiación?
|
|