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El Santo Rosario San
Josemaría Escrivá de Balaguer
Cuarto
Misterio de Luz: La Transfiguración del Señor
Y
se transfiguró ante ellos, de modo que su rostro se puso
resplandeciente como el sol, y sus vestidos blancos como la luz (Mt
17,2).
¡Jesús: verte, hablarte! ¡Permanecer así, contemplándote,
abismado en la inmensidad de tu hermosura y no cesar nunca, nunca,
en esa contemplación! ¡Oh, Cristo, quién te viera! ¡Quién te
viera para quedar herido de amor a Ti!
Y una voz desde la nube dijo: Este es mi Hijo, el Amado, en
quien me complazco; escuchadle (Mt 17, 5).
Señor nuestro, aquí nos tienes dispuestos a escuchar cuanto
quieras decirnos. Háblanos; estamos atentos a tu voz. Que tu
conversación, cayendo en nuestra alma, inflame nuestra voluntad
para que se lance fervorosamente a obedecerte.
Vultum tuum, Domine, requiram (Sal 26, 8), buscaré,
Señor, tu rostro. Me ilusiona cerrar los ojos, y pensar que
llegará el momento, cuando Dios quiera, en que podré verle, no como
en un espejo, y bajo imágenes oscuras... sino cara a cara (I Cor.
13, 12). Sí, mi corazón está sediento de Dios, del Dios
vivo: ¿cuándo vendré y veré la faz de Dios? (Sal 41,3)
Fuentes:
Apuntes de la predicación oral, 4-VI-1937; 25-VII-1937;
25-XII-1973.
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