Orar con el rosario
Padre
Eusebio Gómez Navarro OCD
Hablaban
unos compositores cuál era el motivo de su inspiración.
–
“Yo no encuentro nada más efectivo que un vaso de buen
vino”, dijo uno.
–
“Cuando mi inspiración comienza a flaquear –respondió
otro–, abandono mi trabajo y me voy en busca de compañía
humana. Esto
siempre me refresca”.
–
“¿Y tú, Haydn, qué dices?” – preguntó otro
compositor.
–
“Yo tomo el rosario. Siempre lo llevo conmigo, y después
de rezar unas decenas me siento refrescado mental y
corporalmente”.
El
rosario es una oración apreciada por todos los fieles
cristianos. Es un compendio del evangelio. Con él aprende
de María el pueblo cristiano a experimentar la profundidad
del amor de Cristo.
Ha
habido una inmensa muchedumbre de santos que han encontrado
en el rosario un auténtico camino de santificación. Basta
citar a san Luis María Grignion de Monfort y a san Pío de
Pietrelcina. Un especial carisma como verdadero apóstol del
rosario tuvo también el Beato Bartolomé Longo.
Su camino de santidad se apoya sobre una inspiración
sentida en lo más hondo de su corazón. “¡Quién propaga
el Rosario se salva!”. Basándose en ello, se sintió
llamado a construir en Pompeya un templo dedicado a la
Virgen del Santo Rosario colindante con los restos de la
antigua ciudad, apenas influenciada por el anuncio
cristiano, antes de quedar cubierta por la erupción del
Vesubio en el año 79 y rescatada de sus cenizas siglos
después, como testimonio de las luces y las sombras de la
civilización clásica.
Con toda su obra y, en particular, a través de los
“Quince Sábados”, Bartolomé Longo desarrolló el
meollo cristológico y contemplativo del rosario, que ha
contado con un particular aliento y apoyo en León XIII, el
“Papa del Rosario”.
El
Rosario es una de las modalidades tradicionales de la oración
cristiana orientada a la contemplación del rostro de
Cristo. Así lo
describía el Papa Pablo VI: “Oración evangélica
centrada en el misterio de la Encarnación redentora,
el Rosario es, pues, oración de orientación
profundamente cristológica.
En efecto, su elemento más característico –la
repetición litánica del “Dios te salve, María” – se
convierte también en alabanza constante a Cristo, término
último del anuncio del Ángel y del saludo de la Madre del
Bautista: Bendito es el fruto de tu vientre” (Lc 1, 42).
El
rosario comienza hacia el 1170. Fue creado por santo Domingo
como una forma de oración mariana. El rosario es una de las
devociones más populares con la que el pueblo cristiano ha
honrado a María. Los Papas lo recomiendan
como un medio excelente de orar y de vivir el
cristianismo, ya que
“el Rosario es la escuela que nos hace cristianos”
(Pablo VI). El
Rosario es la oración predilecta de Juan Pablo II.
En
la Edad Media surge el rosario como forma de oración de la
devoción de los fieles. El
Rosario venía a cumplir la misma función de las oraciones
matutinas y vesperales, recitadas como eran al comienzo y al
final del día.
El
rosario es, según Juan XXIII, una oferta de contemplación
tranquila y profunda. Quien ora, centra la atención en el
misterio de Jesús, desde la experiencia de María. Con la
repetición de las Avemarías, como si fueran mantras, el
orante se deja invadir por los sentimientos y paz que las
mismas palabras ofrecen.
El
rosario según la Marialis Cultus:
es
imploración en el rezo del Padrenuestro;
es
alabanza lírica en el calmo fluir de Avemarías;
es
contemplación en el enunciado de cada misterio;
es
adoración en la doxología final del Gloria.
El
rosario tiene una honda
significación teológica y espiritual. Es el entero
misterio de Cristo, luz del mundo, lo que se contempla en él
a través de sus momentos más significativos. Pablo VI llamó
al rosario "breviario de todo el Evangelio". “Él,
afirma el mismo Papa, es imploración en el rezo del
Padrenuestro; es alabanza lírica en el calmo fluir de
Avemarías; es contemplación en el enunciado de cada
misterio; es adoración en la doxología final del
Gloria”.
El
rosario es una oración sencilla y para sencillos. “El
rosario no es una oración complicada y se acomoda, fácilmente,
al carácter popular” (León XIII),
es “la Biblia de los pobres” (Juan XXIII). Es una
forma de orar al alcance de cualquiera, “todos, incluso
los más sencillos y los menos instruidos, encuentran en la
oración del Rosario una manera fácil y rápida para
alimentar y custodiar la propia fe” (Pio XII).
El
Rosario nos habla del amor de Dios al ser humano. "En
esto se manifestó entre nosotros el amor de Dios; en que
Dios envió al mundo a su Hijo único para que vivamos por
medio de él" (1 Jn 4, 9). Por eso decía San Pablo que
"la prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo
nosotros todavía pecadores, murió por nosotros" (Rm
5, 8). Por consiguiente, "el que no perdonó ni a su
propio Hijo, antes bien le entregó por todos nosotros, ¿cómo
no nos dará con él graciosamente todas las cosas?" (Rm
8, 32). "Nuestro Señor, al haberse hecho hombre para
cumplir la voluntad del Padre (Hb 10, 5-7), nos manifestó
el amor que nos tiene (1 Jn 4, 9) con los menores rasgos de
sus misterios". Al meditar los misterios de Cristo en
el Santo Rosario lo hacemos desde esa perspectiva particular
de contemplarlos como prueba del amor que el Padre nos
tiene.
El rosario es la meditación orante del Evangelio. El
rosario es rezado por los que tienen conciencia de sentirse
pobres, necesitados de todo. El rosario es una oración
evangélica, mariana, familiar, sencilla, eficaz y
pacificadora. Es el espejo fiel de María. Muchos cristianos
para cumplir el mandato de orar sin interrupción, echan
mano del Rosario. Orar con el Rosario en clave pascual y
gloriosa es pasar de la muerte a la vida, de las tinieblas a
la luz, de la tristeza a la alegría, de la división a la
fraternidad.
Orar
con el rosario es pedir la fuerza para seguir a Jesús, es
comprometerse con el reino y apostar por un cielo nuevo y
tierra nueva. El rosario, decía Bartolomé Longo, es una
“cadena” filial que nos une a Dios, pero que también
sirve para unir a los seres humanos. El rosario ha sido
propuesto como oración por la paz, oración para conseguir
la unidad en las familias, oración para reconciliar a
los alejados. Es una buena oportunidad para acudir a
María, Madre nuestra, para aprender de ella a caminar con
Jesús, para construir un mundo de amor y de paz.
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