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La Medalla
Milagrosa Padre
Angel Peña O.A.R
Nuestra
Madre la Virgen se apareció el 18 de julio de 1830 a Sor
Catalina Labouré, y volvió a aparecérsele el 27 de
noviembre del mismo año con las manos extendidas,
irradiando mucha luz y con una serpiente a sus pies,
teniendo a su alrededor escritas las palabras:
Oh María, sin pecado concebida, rogad por nosotros que
recurrimos a Vos.
Después, desapareció la Virgen y apareció un óvalo
grande con una M, coronada por una cruz y debajo dos
corazones: el de Jesús, rodeado de espinas, y el de María,
atravesado por una espada. Doce estrellas rodeaban el
conjunto. La Virgen dijo: Haz acuñar
una medalla como la de este modelo; todos los que la lleven
recibirán grandes favores; serán abundantes las gracias
para quienes la lleven con confianza.
He
aquí el origen de esta medalla, a través de la cual Dios
ha hecho tantos milagros, que el pueblo la ha llamado con
razón medalla milagrosa.
En esta medalla, se proclama ya el dogma de la Inmaculada
concepción, que fue definido el año 1854, 24 años más
tarde. Las palabras de la medalla dicen: Oh
María, sin pecado concebida,
es decir, inmaculada, sin mancha de pecado original. Además,
tiene a la serpiente a sus pies, para indicar que ella, como
dice el Gén 3, 15, aplasta la cabeza de la serpiente
infernal, el diablo. Y en ella aparecen unidos, como
inseparables, los corazones de Jesús y de María. Y todo
rodeado de doce estrellas, en el reverso de la medalla, como
la mujer rodeada de doce estrellas del Apocalipsis 12.
Es
interesante, al respecto, conocer que la bandera oficial del
Parlamento europeo tiene doce estrellas sobre un fondo azul.
Muchos no conocen su origen. Cuando en 1950 se convocó a un
concurso abierto a todos los artistas del viejo continente
para escoger la bandera de la futura Europa unida, el joven
artista alemán Arsene Heitz hizo el boceto escogido, que
ahora es la bandera oficial de Europa. La bandera fue
elegida oficialmente el 8 de diciembre de 1955, un día
mariano por excelencia, fiesta de la Inmaculada Concepción.
El artista aclaró por qué había escogido las doce
estrellas con fondo azul como bandera: Inspirado
por Dios, tuve la idea de hacer una bandera azul sobre la
que se destacaran las doce estrellas de la medalla milagrosa
de Rue du Bac de París.
Arsene Heitz dijo también que era muy devoto de María, que
rezaba el rosario todos los días y que, cuando se convocó
al concurso, él estaba leyendo la historia de santa
Catalina Laboure y se dio cuenta de que, en la medalla
milagrosa, la Virgen mandó grabar su imagen, rodeada de
doce estrellas como la Virgen del Apocalipsis.
Cuando
alguien le hizo notar al responsable de la Comisión de
calificación Paul M.G. Levy, un judío, que no eran doce
los miembros de la Unión europea en ese momento, él dijo
que doce era el símbolo de plenitud como aparece en la
Biblia. Por tanto, fue escogida por un judío sin motivos
confesionales, pero podemos decir que no fue una casualidad
que la bandera de la Unión europea, basada en la medalla
milagrosa, sea la bandera de María, porque ella vela sobre
Europa como una madre. Y aunque no todos la reconozcan como
Madre, Ella sí los reconoce a todos como hijos.
Uno
de los milagros más espectaculares realizados por medio de
la medalla milagrosa es la conversión de Alfonso de
Ratisbona. Era un banquero judío muy rico, que estaba a
punto de casarse. Su amigo Teodoro de Bussiers, convertido
del protestantismo, le había dado una medalla milagrosa
para que la llevara consigo y le había recomendado que
rezara la oración Acordaos
de san Bernardo. Él aceptó por unos días por complacerle,
y el 20 de enero de 1842, entrando en la iglesia de san Andrés
de Roma, de pronto, se le apareció la Virgen. No le dijo
nada, pero él lo entendió todo. Dice:
Si
alguien me hubiera dicho en la mañana de aquel día: te has
levantado judío y te acostarás cristiano; si alguien me
hubiera dicho eso, lo habría mirado como al más loco de
los hombres. Si al mediodía, un tercer interlocutor se
hubiese acercado y me hubiera dicho: Alfonso, dentro de un
cuarto de hora adorarás a Jesucristo, tu Dios y Salvador y
estarás prosternado en una pobre iglesia; y te golpearás
el pecho a los pies de un sacerdote, en un convento de
jesuitas donde pasarás el carnaval, preparándote para el
bautismo, dispuesto a inmolarte por la fe católica; y
renunciarás al mundo, a sus pompas, a sus placeres, a tu
fortuna, a tus esperanzas, a tu porvenir; y, si es preciso,
renunciarás a tu novia, al afecto de tu familia, a la
estima de tus amigos, al apego de los judíos. ¡Y sólo
aspirarás a servir a Jesucristo y a llevar tu cruz hasta la
muerte! Si algún profeta me hubiera hecho una predicción
semejante, sólo habría juzgado a un hombre más insensato
que ése: ¡al hombre que hubiera creído en la posibilidad
de tamaña locura! Y, sin embargo, ésta es hoy la locura,
causa de mi sabiduría y de mi dicha.
Y
Alfonso de Ratisbona lo dejó todo y se hizo sacerdote y
llegó a ser un santo: san Alfonso de Ratisbona. Hoy, en la
iglesia de san Andrés de Roma puede leerse: El
20 de enero de 1842, Alfonso de Ratisbona de Estrasburgo,
vino aquí judío empedernido. La Virgen se le apareció
como la ves. Cayó judío y se levantó cristiano.
Extranjero, lleva contigo este precioso recuerdo de la
misericordia de Dios y de la Santísima Virgen.
Veamos
un caso reciente. El señor Patrick Neger, su esposa
Elisabeth y sus dos hijos, Pathy de tres años y Ludovic de
veintitrés meses, visitaron el santuario de la Virgen de la
medalla milagrosa en la calle Du Bac de París, donde
compraron unas medallas milagrosas, que se pusieron al
cuello. Allí mismo encomendaron a Dios y a María su viaje
a España, que realizarían al día siguiente, 26 de
noviembre de 1983, en la aerolínea colombiana Avianca.
A
la mañana siguiente, se levantaron felices para emprender
el viaje y se dirigieron al aeropuerto Charles
de Gaulle de
Paris. Tomaron el avión de Avianca con destino a Madrid;
pero, cuando el avión se encontraba muy cerca del
aeropuerto de Barajas, en Madrid, perdió altura y cayó
incendiándose. Murieron 183 pasajeros; solamente hubo 8
sobrevivientes. Entre ellos, toda la familia Neger. Patrick
salió por los aires al caer el avión a tierra y se desmayó.
Dice: Cuando volví en mí, me
encontré en medio del campo rodeado de trozos del avión.
Parecía una pesadilla, pero no lo era. En esto, pude ver la
silueta de una mujer con dos niños. Era mi esposa con mis
dos hijos. Todos estábamos vivos. Ciertamente, la Virgen
María no defraudó nuestra confianza en ella y nuestra
familia siempre considerará el estar vivos como un milagro
de María.
Veamos
otros casos en que el amor a María, manifestado a través
de una simple medalla, puede hacer auténticos milagros.
Cuenta
el padre Trilles, misionero de la Congregación del Espíritu
Santo en Gabón, que un día de 1907, acompañado de unos
catequistas, se dirigió a Abal; pero, no conociendo el
camino, llegaron a Ufanga, en dirección opuesta a Abal.
Como ya era tarde, pidieron alojamiento en casa de una
anciana pagana, llamada Ethu. Ella les sirvió plátanos
cocidos y ellos, después de la frugal cena, se pusieron a
rezar el rosario, mientras Ethu escuchaba acurrucada junto
al fuego. Terminado el rosario, la anciana preguntó al
sacerdote:
-
¿Tú
has rezado el avemaría, verdad?
-
Sí,
abuela.
Entonces,
ella rompió a llorar y a decir:
-
¡Ah,
hijo mío, pobre hijo mío!
Y
les contó que hacía veinte años había regresado su hijo
muy enfermo de un país lejano. Antes de morir, le dijo:
-
Mamá,
yo me voy al cielo; pero quiero que un día vengas tú también
conmigo. Yo no puedo enseñarte lo que debes hacer y lo que
he aprendido de los blancos. Toma esta medalla que llevo al
cuello, y di todos los días: Ave María.
Mostró
la medalla de la Virgen, a quien todos los días, como le
había dicho su hijo, le decía: Ave María.
Entonces,
el padre Trilles le explicó quién era María y las
principales verdades de nuestra fe católica. A la mañana
siguiente, ella asistió a misa y rezó con ellos el
rosario. Y, después de unos días de preparación, se
bautizó con el nombre de María. Ese mismo día, ella se
fue a la tumba de su hijo a rezar el avemaría repetidas
veces. A la mañana siguiente, murió, apretando entre los
dedos la medalla de la Virgen y repitiendo el avemaría.
Dios
había permitido que se equivocaran de camino para poder ir
a evangelizar y bautizar a aquella anciana, que pudo así
morir como cristiana[3].
En
1866, el volcán Etna de Italia estalló y lanzó ríos de
lava ardiente. El pueblo de Nicolosi estaba en grave
peligro. Enviaron un mensaje a san Juan Bosco, pidiendo
consejo, y él les dijo: Colocad
medallas de María Auxiliadora alrededor del pueblo y rezad.
Yo también rezo por vosotros.
La
lava se quedó a las afueras del pueblo. Faltaban 300 metros
para que arrasara el pueblo y se detuvo. Hoy se puede ver
todavía la masa acumulada y seca que ha quedado allí para
el recuerdo de las generaciones venideras. Este hecho fue
publicado por el periódico anticlerical de la época
llamado Gazzetta
di Catania.
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