A María

 

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En no encontrar las palabras para hablar de Ti, está toda mi oración, toda mi alabanza y toda mi veneración. 

Tan elevada estás, María, sobre toda criatura creada en la tierra y en los cielos, que no hay frases tan sublimes que puedan proclamar las grandezas de tu nombre. 

Eres Bendita entre todas las mujeres, Santísima entre todas las santas y Virgen entre todas las vírgenes. 

Eres la Madre entre todas las madres, y así como tienes la gloria de ser la Madre de Dios, tienes la sencillez de ser la Madre de todos los hombres. 

Tienes todos los encargos; los que llegan de Dios a los hombres, y los que llevas del hombre hacia Dios. 

Eres la abogada de todos y el mejor camino para llegar a Cristo, y de Cristo a Dios. 

Eres la amiga leal, la fiel compañera, la gran Señora que me abre las puertas del cielo. 

Eres preciosa y bella como no hay hermosura igual. Tienes las estrellas en los ojos y resbala por tu frente la luz de la luna. 

Todas las primaveras florecen en tu pelo y de tus manos brotan cascadas de gracias. 

Tienes el corazón encendido; tus palabras me abrasan y tus ternuras me sacian. 

¡Eres buena! 

Y has vuelto hacia mí tus ojos: me conmueven los destellos de tu amor y de felicidad; con sólo mirarte, me inundo y desahogo en lágrimas. 

Amén