Oración a la Madre de Cristo

Siervo de Dios SS. Juan Pablo II

 

Exhortación Apostólica "Ecclesia in Asia" Nueva Delhi, India, 6-XI-1999

51. Ante esta formidable misión, nos dirigimos a María, Madre del Redentor, a la que, como afirmaron los padres sinodales, los cristianos de Asia profesan gran amor y devoción, venerándola como su Madre y Madre de Cristo(240). En todo el continente hay centenares de templos y santuarios marianos, en los que no sólo se reúnen los fieles católicos, sino también muchos creyentes de otras religiones.

A María, modelo de todos los discípulos y Estrella luminosa de la evangelización, encomiendo la Iglesia en Asia en el umbral del tercer milenio de la era cristiana, confiando plenamente en su oído que siempre escucha, en su corazón que siempre acoge y en su oración que nunca falla:

Oh Madre santa, Hija del Altísimo,
Virgen Madre del Salvador y Madre nuestra,
dirige tu mirada, llena de ternura, hacia la Iglesia
que tu Hijo ha plantado en tierra de Asia.
Sé tu su guía y modelo,
mientras prosigue la misión
de amor y servicio de tu Hijo en Asia.
Tú aceptaste plena y libremente
la invitación del Padre a ser Madre de Dios;
enséñanos a vaciar
nuestro corazón de todo lo que no es Dios,
para que también nosotros nos llenemos
del Espíritu Santo.
Tú contemplaste los misterios
de la voluntad de Dios
en el silencio de tu corazón;
ayúdanos a discernir
los signos de la poderosa mano de Dios.
Tú te apresuraste a visitar a Isabel
para ayudarle en los días de su espera;
obtén para nosotros
ese mismo celo y espíritu de servicio
en la tarea de la evangelización.
Tú elevaste tu voz
para cantar las alabanzas del Señor;
guíanos en el gozoso anuncio de la fe
en Cristo Salvador.
Tú tuviste compasión
de los necesitados
e imploraste en su nombre a tu Hijo;
enséñanos a no tener miedo de hablar
del mundo a Jesús y de Jesús al mundo.
Tú estuviste al pie de la cruz,
cuando tu Hijo exhaló su último suspiro;
acompáñanos mientras tratamos de estar unidos,
en el espíritu y en el servicio, a los que sufren.
Tú oraste con los discípulos en el cenáculo;
ayúdanos a esperar el don del Espíritu,
para ir a dondequiera que él nos lleve.
Protege a la Iglesia
de todas las fuerzas que la amenazan.
Ayúdala a ser imagen verdadera
de la santísima Trinidad.
Intercede para que,
mediante el servicio prestado con amor
por la Iglesia,
todos los pueblos de Asia puedan llegar a conocer
a tu Hijo Jesucristo,
único Salvador del mundo,
y a saborear así el gozo de la vida
en su plenitud. 
Oh María, Madre de la nueva creación
y Madre de Asia
ruega por nosotros, tus hijos, ahora y siempre.

Fuente: vatican.va