Consagración de las familias

Siervo de Dios SS. Juan Pablo II


Homilía, en la Santa Misa en la Basílica de la Anunciación. Nazaret, sábado 25 de marzo de 2000 

6. Pero hemos venido también a implorarle. ¿Qué pedimos nosotros, peregrinos en nuestro itinerario hacia el tercer milenio cristiano, a la Madre de Dios? Aquí, en la ciudad que Pablo VI, cuando visitó Nazaret, definió "la escuela del Evangelio", donde "se aprende a observar, a escuchar, a meditar, a penetrar en el sentido, tan profundo y misterioso, de aquella simplicísima, humildísima y bellísima manifestación del Hijo de Dios" (Homilía en Nazaret, 5 de enero de 1964), pido, ante todo, una gran renovación de la fe de todos los hijos de la Iglesia. Una profunda renovación de la fe: no sólo una actitud general de vida, sino también una profesión consciente y valiente del Credo: "Et incarnatus est de Spiritu Sancto ex Maria Virgine, et homo factus est".

En Nazaret, donde Jesús "crecía en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres" (Lc 2, 52), pido a la Sagrada Familia que impulse a todos los cristianos a defender la familia contra las numerosas amenazas que se ciernen actualmente sobre su naturaleza, su estabilidad y su misión. A la Sagrada Familia encomiendo los esfuerzos de los cristianos y de todos los hombres de buena voluntad para defender la vida y promover el respeto a la dignidad de todo ser humano.

A María, la Theotókos, la gran Madre de Dios, consagro las familias de Tierra Santa, las familias del mundo.

En Nazaret, donde Jesús comenzó su ministerio público, pido a María que ayude a la Iglesia por doquier a predicar la "buena nueva" a los pobres, como él hizo (cf. Lc 4, 18). En este "año de gracia del Señor", le pido que nos enseñe el camino de la obediencia humilde y gozosa al Evangelio para servir a nuestros hermanos y hermanas, sin preferencias ni prejuicios.
"No desprecies mis súplicas, oh Madre del Verbo encarnado, antes bien dígnate aceptarlas y favorablemente escucharlas. Así sea" (Memorare). 

Fuente: vatican.va