Nuestra Señora de Jasna Góra

Siervo de Dios SS. Juan Pablo II

 

Santuario Mariano de Czestochowa, Polonia. 17 de junio de 1999

3. He venido a Jasna Góra como peregrino, para rendir homenaje a María, Madre de Cristo, para orar a ella y para orar con ella.

Quiero darle las gracias por su protección durante estos días de mi servicio pastoral a la Iglesia en mi patria. A lo largo de todo el recorrido de esta peregrinación María ha estado presente entre nosotros, obteniéndonos de su Hijo dones espirituales, para que «hagamos todo lo que él nos diga» (cf. Jn 2, 5).

Le doy gracias por todos los bienes espirituales y materiales que se realizan en Polonia.

Me encomiendo personalmente a la maternal protección de Nuestra Señora de Jasna Góra, y le encomiendo a la Iglesia, a todos mis compatriotas, sin excluir a nadie. A ella le encomiendo a cada polaco, cada casa y cada familia. Todos somos hijos suyos. Que María sea ejemplo y guía en nuestro trabajo diario y monótono. Que a todos ayude a crecer en el amor a Dios y a los hombres, a construir el bien común de la patria, a introducir y consolidar la paz en nuestro corazón y en nuestros ambientes.

Te pido, Madre de Jasna Góra, Reina de Polonia, que abraces con tu corazón de Madre a toda mi nación. Aumenta su valentía y su fuerza de espíritu, para que pueda afrontar la gran responsabilidad que le corresponde. Que cruce con fe, esperanza y caridad el umbral del tercer milenio y se adhiera aún más firmemente a tu Hijo Jesucristo y a su Iglesia, edificada sobre el fundamento de los Apóstoles.

Madre nuestra de Jasna Góra, ruega por nosotros y guíanos, para que podamos dar testimonio de Cristo, Redentor de todo hombre

«María, cuida de toda la nación, que vive para tu gloria, a fin de que se desarrolle espléndidamente».

A ti, Madre de la Iglesia, te encomendamos los frutos de la Asamblea especial para Asia del Sínodo de los obispos: guía a la Iglesia en Asia en la proclamación gozosa de la fe en Jesucristo, nuestro Salvador, y en el servicio generoso a los pueblos de este continente.

A ti, modelo de santidad, te encomendamos a los sacerdotes, a los hombres y mujeres consagrados, y a los laicos de la Iglesia en Asia: renuévalos y sostenlos en su celo y en su compromiso por la gran tarea de evangelización y servicio.

A ti, Espejo de justicia, te encomendamos a los responsables del destino de este continente: haz que busquen incansablemente el bien común y promuevan el auténtico desarrollo espiritual y material de los pueblos de este continente.

A ti, Madre de misericordia, te encomendamos a los pobres, a los necesitados y a los que sufren: enséñanos a ser uno en espíritu con ellos, para servirles como hermanos y hermanas nuestros.

A ti, Madre del Redentor, te encomendamos a los jóvenes de Asia: a ellos la Iglesia les ofrece la verdad del Evangelio como mensaje gozoso y liberador, y les pide que vivan su juventud y entusiasmo, su espíritu de solidaridad y esperanza como artífices de paz en un mundo dividido.

María, Madre de la nueva creación, ¡ruega por nosotros, tus hijos, ahora y siempre!

Fuente: vatican.va