Oh María, dulce Madre de Jesucristo, el Príncipe
de la Paz, estamos aquí a tus pies, tus hijos
tristes, perturbados y llenos de confusión, pues
se alejó de nosotros la paz, debido a nuestros
pecados. Intercede por nosotros, para que gocemos
de la paz con Dios y con nuestro prójimo,
por tu Hijo Jesucristo. Nadie puede darla,
sino este Jesús que recibimos de tus manos.
Cuando nació en Belén, los ángeles nos anunciaron
la paz y, cuando EI abandonó el mundo,
nos la prometió y la dejó como Su herencia.
Tu, oh Bendita, que traes en tus brazos al
Príncipe de la paz, muéstranos este Jesús y
recuéstalo en nuestro corazón.
Oh Reina de la paz, establece entre nosotros
tu reino y reina con tu Hijo en medio de tu pueblo
que, lleno de confianza, se recomienda a
tu protección. Aleja de nosotros los sentimientos
de amor propio. Expulsa de nosotros el espíritu
de la envidia, de la maldición y de la
discordia. Haznos humildes en la fortuna, fuertes
en paciencia y caritativos en los sufrimientos,
confiados en la Divina Providencia. Bendícenos,
dirigiendo nuestros pasos por el camino
de la paz, de la unión y de la caridad mutua,
para que, formando aquí tu familia, podamos
en el cielo bendecirte a tí ya tu divino
Hijo por toda la eternidad.

Así sea.