Magnificat

Autor:

 

Proclama mi alma la grandeza del Señor:
se alegra mi espíritu en Dios mi salvador.

Nadie ha hecho tanto por nosotros como nuestro Dios.
Nos salvó ya desde siempre,
sin ser de ello conscientes nosotros,
hasta pasado algún tiempo.
Nos ha colmado de tantos favores,
que muchos envidian nuestra suerte.
Por eso, con María y como ella, decimos:


Proclama mi alma la grandeza del Señor:
se alegra mi espíritu en Dios mi salvador.

Nosotros se lo debemos todo a Dios,
que es santo y poderoso,
que es fiel y nunca falta a su palabra,
que está en el corazón de cada ser humano
y desea nuestro bien.
Por eso, exultamos de gozo, y con María le cantamos:


Proclama mi alma la grandeza del Señor:
se alegra mi espíritu en Dios mi salvador.

A nosotros nos ha llamado Dios a vivir
como testigos del Evangelio en medio del mundo,
como imágenes vivas de Cristo entre los hombres.
El está siempre entre nosotros, animando con su Espíritu
nuestra existencia y nuestra obra.
Por eso, unidos a María le cantamos:


Proclama mi alma la grandeza del Señor:
se alegra mi espíritu en Dios mi salvador.

El nos ha hecho comprender que su amor reposa
en las comunidades de creyentes,
y nos ha concedido poder compartir con otros,
en espíritu de solidaridad cristiana,
toda la riqueza de su plan de salvación.
Con agradecido corazón, como el de María, cantamos:

Proclama mi alma la grandeza del Señor:
se alegra mi espíritu en Dios mi salvador.

El nos ha hecho depositarios de su gracia,
de su paz, de su perdón, de su palabra,
y nos pide que lo transmitamos
a todos los hombres de buena voluntad,
de generación en generación.
Por eso, exultamos de gozo y le cantamos con María:


Proclama mi alma la grandeza del Señor:
se alegra mi espíritu en Dios mi salvador.

El nos ha dado como madre a María,
nunca envejecida, ni olvidada,
siempre joven, como la gracia de Dios.
por eso, con ella exultamos y le cantamos:


Proclama mi alma la grandeza del Señor:
se alegra mi espíritu en Dios mi salvador.

Fuente: ciudadredonda.org