Oración a Nuestra Santísima Madre del Verbo Divino.

Anónima

 

Siendo tu la madre de mi Dios Altísimo, lo alcanzaste por las gracias que el te concedió, enséñame Madre Santísima a ser como tu, para llegar a tener alguna gracia ante los ojos de Dios.

Alcánzame tú, Madre mía, un pedacito de ese cielo que no merezco, muéstrame el camino que lleva a tu hijo y Señor nuestro.

Madre Santísima somete mi voluntad y has que todas mis obras sean según tu consejo, no permitas que ponga pie en falso en ninguno de mis pasos, que si tengo que dar un salto sea directo a tus brazos.

Acógeme Madre mía en mis momentos de tristeza pero sobre todo, en los de alegría, para que aprenda a ver en ti mi única guía.

Enséñame a actuar como un niño, pero sobre todo como tu bendito niño Jesús quería. 

Dime como encender en otros esa llama ardiente que el corazón de Jesús alimenta, pues no quiero conocer yo solo, tan esplendido Dios que me apacienta.

Al calor de tu corazón acudo, pues yo se que basta un ratito de tu presencia para que todo mundo se convierta.

¡Oh Si! Todo mundo se convierta y adore por siempre a tu Santo Hijo, que tanto nos ama pero que es tan incomprendido por este mundo vacío, vacío de los dones que solo tu Hijo Jesús puede regalarnos.

Acude pronto Madre Santa y atiende estas suplicas que un pobre siervo hace, pues temo que poco a poco el mundo ya no es de tu clase.

¡Si! Este mundo que no conoce el cielo ni sus riquezas solo se sumerge en vanidad y soberbia, no sabe ver en ti mi Gran Señora, a la única Bella Dama que encontrando gracia a los ojos de Dios heredó su gran clase y sus tesoros.

Enséñanos a descubrir en tu corazón toda la riqueza que necesitamos atesorar en el cielo, pues nuestro corazón solo sabe temer por la pobreza del mundo entero.

Enséñame a orar y actuar con Jesús de la forma más sincera y agradable posible, para que Nuestro Señor algún día aquí en la tierra y allá en el cielo se me haga tiernamente visible. 

Por ultimo quiero decirte o María, Santísima Madre mía, que cuando ya haya yo cumplido en esta vida peregrina y de destierro, me guíes con alegría a mi Padre Eterno.