Proclama mi alma

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Proclama mi alma la grandeza del Señor, 
se alegra mi espíritu en Dios mi salvador.

Nadie ha hecho tanto por nosotros como nuestro Dios: nos salvó ya desde siempre
sin ser nosotros conscientes de ello, 
hasta pasado algún tiempo; 
nos ha colmado de tantos favores, 
que muchos envidian nuestra suerte.

Por eso, con María y como ella, decimos:
Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios mi salvador.

Nosotros se lo debemos todo a nuestro Dios, 
que es santo y poderoso, 
que es fiel y nunca falta a su palabra, 
que está en el corazón de cada hombre 
y desea nuestro bien.

Por eso, exultamos de gozo y con María le cantamos:
Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios mí salvador.

A Dios no le agradan los que están seguros de sí mismos, pues se dejan engañar por su corazón.
Le complacen los sencillos y limpios de corazón.
A los pobres y humildes que viven sin pretensiones
les pone por encima de los señores de engreído corazón y por encima de los que buscan a Dios en el dinero y el poder.

Llenos de gozo, digamos, pues, con María:
Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios mi salvador.

A nosotros nos ha llamado Dios a vivir 
en pobreza, castidad y obediencia,
a fin de estar así más disponibles para la misión.

El está siempre con nosotros, animando con su Espíritu nuestra existencia y nuestra palabra.
Por eso, gozosos y agradecidos 
le cantamos, con María:
Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios mi salvador.

EI nos ha hecho comprender que su amor reposa 
en las comunidades de creyentes; 
y nos ha concedido el poder compartir con otros, 
en la vida comunitaria,
toda la riqueza de su plan de salvación.
Con agradecido corazón, como el de María, cantamos:
Proclama mi alma la grandeza del Señor, 
se alegra mi espíritu en Dios mi salvador.

El nos ha hecho depositarias de su gracia,
de su paz y de su amor, de su palabra y su perdón, 
y nos ha enviado para que lo transmitamos 
a todos los hombres de buena voluntad, 
de generación en generación.

Por eso, gozosos le cantamos con María:
Proclama mi alma la grandeza del Señor, 
se alegra mi espíritu en Dios mi salvador.

ÉI nos ha dado como madre a María.
Por eso, con ella, exultantes de gozo le cantamos: 
Proclama mi alma la grandeza del Señor, 
se alegra mi espíritu en Dios mi salvador.