Salmodia santa del mes mariano 

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¿Cómo me dirigiré a ti, Virgen toda santa,
ya que tú has llevado al inalcanzable,
a aquel que supera a todo el mundo?
¿Cómo me dirigiré a ti, ciudad del gran rey,
castillo adornado del rey de los reyes?
¿Cómo me dirigiré a ti, iglesia de los primogénitos
y de las legiones celestes
que cantan en medio de ella?
¿Cómo me dirigiré a ti, escalera santa y excelsa
en cuya cima se encuentra el Señor
que los ángeles glorifican?
¿Cómo me dirigiré a ti, esposa perfecta,
que has engendrado al Emmanuel,
es decir, a nuestro señor Jesucristo?
¿Cómo me dirigiré a ti, segundo cielo nuevo,
que eres el vestido espiritual de los ángeles puros?
¿Cómo me dirigiré a ti, red espiritual
que vas a la pesca de los patriarcas
y de las legiones de profetas?
¿Cómo me dirigiré a ti, a quién te asemejaré,
de qué modo hablaré de ti,
Virgen santa y portadora de la paz?
El Padre da testimonio de ti
porque no hay quien se te parezca;
por eso te eligió y te glorificó.
El Hijo del Padre deseó permanecer en ti
y quedarse en tu vientre durante nueve meses.
El Espíritu Santo te escogió
y te santificó. Virgen María.
¿Cómo me dirigiré a ti, segundo cielo nuevo,
que has engendrado a nuestro Dios,
que se ha dejado llevar en tus brazos?
¿Cómo me dirigiré a ti, Sión, Jerusalén,
que en ti se encuentra la alegría de todos los santos?
¿Cómo me dirigiré a ti, monte excelso de aromas
sobre el que habitó nuestro Salvador,
el Hijo de Dios?
¿Cómo me dirigiré a ti, tabernáculo de Abrahán
que acogiste a Dios y a sus ángeles puros?
¿Cómo me dirigiré a ti, vestidura del sacerdote Aarón,
que apenas vestida
mueve a la misericordia para con su pueblo?
¿Cómo me dirigiré a ti, justicia, misericordia,
que se encuentra entre ellos
según la voz de los profetas?
Verdaderamente la misericordia es la Virgen
y nuestro Salvador es la justicia.
Ella lo ha engendrado,
él nos ha salvado de nuestros pecados.
¡Virgen María, salve!