A solas con la Madre

 

 

Paul Claudel 

 

 

Señora, Madre de Cristo,
no vengo ahora a rezar.
Yo nada tengo que ofrecer
y nada tengo que pedir.
Vengo sólo para mirarte a Ti, Madre.
Mirarte, llorar de felicidad
al pensar que soy tu hijo,
y que Tú estás aquí.
¡Estar contigo donde Tú estás, María!
No decir nada,
contemplar tu rostro.
Dejar al corazón que cante
con sus propias palabras.
No decir nada,
sólo cantar,
porque se tiene lleno el corazón.
Porque Tú eres hermosa.
Porque Tú eres inmaculada,
La mujer en la gracia por fin restaurada.
Porque eres la madre de Jesucristo,
que es la Verdad en tus brazos,
y la Esperanza y fruto único.
Porque Tú estás aquí siempre,
nada más porque Tú eres María,
nada más porque existes,
te doy las gracias,
Madre de Cristo y mía.