Una alianza eterna con Maria 

 

Santa Catalina de Siena

 

¡O María! María, templo de la Trinidad, María, hogar del fuego divino, María, Madre de la misericordia. Tú llevaste el fruto de vida; salvaste al género humano, pues ha sido con tu carne que Cristo nos redimió. Sí, Cristo nos redimió por su Pasión, y Tù, por los dolores de tu alma y de tu cuerpo. ¡ 

O María, océano tranquilo, María, fuente de paz! María, vaso de humildad, donde brilla la luz de la verdadera ciencia que te elevó más allá de Ti misma. Tú encantaste al Padre celestial y El te raptó, te cautivó por el vínculo de un amor inefable, y por esa luz, el fuego de tu caridad, la llama de tu humildad, Tú misma lo subyugaste y forzaste Su divinidad a descender sobre Ti. Y así en Su bondad infinita para con los hombres, Tú serías cómplice (...) 

O María, el Señor Dios todopoderoso tocó a tu puerta y si Tú no le hubieras abierto con tu voluntad, no habría tomado naturaleza humana. Oh!, mi alma está turbada, al ver que que Dios ha hecho contigo un pacto y una alianza. Debes ahora comprender que quien la hizo sin ti, no puede sin ti salvarte, pues se dirige a la voluntad de María y espera su consentimiento (...) 

O María, bendita entre todas las mujeres, a través de los siglos, porque nos has dado tu esencia. La Divinidad tanto se unió e incorporó por ti a nuestra humanidad, que nada ahora puede separarlas, incluso ni la muerte ni nuestra ingratitud. Ya que, como la Divinidad siguió unida al cuerpo en el sepulcro, y al alma de Jesucristo en el limbo, luego a su alma y a su cuerpo después de la Resurrección, nuestra alianza con ella no se rompió nunca, y no lo será tampoco nunca durante toda la eternidad. 

Sainte Catherine de Sienne (1347-1380), 
primera mujer declarada Doctor de la Iglesia por Pablo VI en 1970, 
Extractos de un rezo hecho en Roma, el día de la Anunciación Virgen.

Fuente: mariedenazareth.com