Orar con la Anunciación

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Tu sí, María, sigue siendo la fuerza de nosotros
los débiles.

Todavía recuerdo cómo fue.
Era un día de primavera.
Cuando estaba en la cocina,
me visitó aquel mensajero de Dios ...
Sí, su nombre era Gabriel.
Fue una gozada.
Su presencia me turbó.
Él venía a pedirme de parte de Dios,
un sí incondicional.
Quería el Señor mi vida
para hacerse hombre para siempre.
Vino a mi pobre vida.
Todavía me ruborizo
cuando recuerdo la delicadeza del Señor
con esta pobre criatura.
Aún hoy, me estremezco
de una alegría inmensa
cuando recuerdo
con los últimos destellos de la luz,
su presencia embriagadora.

Amén.